La guerra en el sector de los refrescos durante en los años 80´ significó un enfrentamiento intenso de ideales, comerciales y publicidades; sin embargo,hubo un ganador mundial, el que ahora todos conocen como Coca-cola.
Era un lugar para los mejores y los más brillantes, pero también para los más duros. Pepsi era el cuerpo de Marines del mundo de los negocios
Como cuentan Andre Spicer y Mats Alvesson en un libro imprescindible para entender las organizaciones contemporáneas, ‘The stupidity paradox”, Pepsi se caracterizaba por promover una competencia extrema. La medición de resultados a corto plazo, analizando la cuota de mercado de la que era responsable cada ejecutivo, tenía a los empleados controlados y alineados.
Las guerras de la cola
Era un lugar, afirman, para los mejores y los más brillantes, pero también para los más duros.Los directivos decían que Pepsi eran el cuerpo de Marines del mundo de los negocios. Eran personas física y mentalmente preparadas, que acudían a menudo al gimnasio y realizaban entrenamientos intensivos.
Eran los tiempos de las guerras de la cola de los años 80, y fueron años complicados para los trabajadores de la compañía, pero la gente no se quejaba. Eran tipos duros, sabían que estaban en la batalla por sacar a Coca Cola del liderazgo y hacían todo lo necesario.
Rituales rígidos, lenguaje castrense, códigos de apariencia poderosos, todo estaba destinado a crear un mundo disciplinado, masculino y eficaz
Los directivos de Pepsi adoptaron fervorosamente una actitud militarista. Estaban inmersos en una guerra y actuaban en consecuencia, por lo que no ponían en duda ninguna de las reglas de la compañía. Las normas que se implantaban y las ideas que manejaban eran casi totalitarias, aseguran Alvesson y Spicer, y cualquier sacrificio personal que se realizaba para ganar cuota de mercado era celebrado. Rituales rígidos, lenguaje castrense, códigos de apariencia poderosos, todo estaba destinado a crear un mundo disciplinado, masculino y orientado a los resultados inmediatos.
Tenías que irte a la cama agotado
No bastaba con el uniforme corporativo, las reglas pautadas de actuación y el entrenamiento prácticamente obligatorio en el gimnasio o los competitivos partidos de squash: si se quería ser un cuerpo de élite como los Marines, también había que alejar cualquier posición irónica y suprimir toda forma de reflexión. Los empleados abrazaban sin resistencia este mundo exigente: el propio Sculley aseguraba que se sentía culpable si creía que no había hecho el máximo esfuerzo y no se iba a la cama realmente cansado.
La competición intensa, la lealtad militar y la falta de reflexión y de crítica son parte sustancial de la vida corporativa contemporánea
Coca Cola les derrotó en toda regla, y Pepsi optó por invertir en otros sectores, como el de los aperitivos, para compensar la derrota de su refresco estrella. Ese desplazamiento les permitió, años después, remontar en sus resultados.
Confundir lealtad con silencio
La competición intensa, la cohesión militar y la falta de reflexión y de crítica, son parte sustancial de la vida corporativa contemporánea. Cuando se organiza una compañía a partir de los resultados a corto plazo, se sacrifica gran parte de la vida personal de sus empleados y se confunde la lealtad con el silencio, no sólo se infrautiliza el talento con el que se cuenta, sino que se evita cualquier posibilidad de éxito a medio plazo: un entorno así no genera las mejores decisiones.
Pepsi quería soldados dispuestos a todo, un cuerpo de élite que luchase a brazo partido por ganar cada centímetro del mercado, y lo tuvo. Y por eso perdió la guerra. Se preocupó por la pelea constante y olvidó la reflexión, agotó a sus empleados y eligió opciones perdedoras. Pero no suele ocurrir de otra manera: las organizaciones que se estructuran con base en la lealtad intensa, la competición feroz, la actitud guerrera y la proscripción de la crítica suelen obtener buenos resultados a corto plazo, pero se desinflan pronto. Están continuamente esprintando, hasta que se quedan sin respiración.