El pequeño Qatar se perfila como un gigante económico
La sede del Mundial de Fútbol de 2022 es uno de los países más pequeños del planeta, pero su potente economía ha dado en los últimos tiempos crecientes muestras de que podría convertirse en un líder emergente de alcance global, según los analistas.
Este Estado del Golfo Pérsico tiene una población de apenas 1,7 millones de habitantes. De ese total, sólo 300.000 tienen ciudadanía qatarí. El resto son extranjeros que trabajan principalmente en las industrias petrolera, gasífera y de la construcción, y el sector servicios asociado a ellas.
Según los datos más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI), Qatar se ha consolidado en el tope de la lista mundial de ingreso per cápita, con US$88.559. En este terreno se encuentra por encima de Luxemburgo, Singapur, Noruega, Brunei, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos.
Desde Doha, la capital del país, el periodista de la BBC Robin Lusting comenta que, de la mano del influjo económico, esta pequeña nación tiene un papel creciente como líder en el mundo árabe.
Y este rol se consolida al ser el actor principal en la coalición de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que actúa en Libia y al desempeñar un tarea importante en el intento de resolver conflictos regionales.
Hace poco, Qatar presentó la nominación de Abdul Rahman al-Attiyah para el cargo de secretario general de la Liga Árabe, una posición tradicionalmente monopolizada por Egipto.
Si Al-Attiyah logra el puesto, sería un logro diplomático importante.
La economía
Detrás de todo este músculo que exhibe el emirato está la economía. Una vez centro pesquero y de recolección de perlas y uno de los Estados más pobres del Golfo, Qatar es ahora uno de los países más ricos de la región y del mundo, gracias a la explotación de petróleo y grandes campos de gas desde 1940.
Con reservas de crudo estimadas en 25.000 millones de barriles, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPO), y poseedor más del 15% de las reservas globales comprobadas de gas, esta nación tiene ambiciones de seguir trascendiendo en la arena internacional.
Más allá de la riqueza en hidrocarburos, el gobierno ha estimulado la diversificación económica y el auge de sectores no energéticos.
En cuanto a las telecomunicaciones, en Qatar se estableció la red de televisión árabe de noticias Al-Jazeera, que ha influido en la ola de cambio que sacude al mundo islámico.
El país cuenta, además, con un Museo de Arte Islámico de rango internacional y con la llamada "Ciudad de la Educación", donde seis prestigiosas universidades de EE.UU. tienen campus y aportan un significativo know-how a la economía.
Y hace un año Qatar sumó a su cartera de posesiones internacionales una de tiendas más conocidas en el mundo: Harrods, de Londres.
Vacante
La economía, según los observadores, se complementa con otros elementos.
Al percibirse en determinados círculos políticos árabes la existencia de una "vacante" en el liderazgo regional, el inquieto emir de Qatar, el jeque Hamed bin Jalifa al Thani, decidió que su país estaba bien calificado para llenarla, comenta Robin Lusting, de la BBC.
Y las palabras del asesor del gobierno qatarí Ibrahim Ibrahim lo confirman: "Nos gustaría ser un actor importante en la región".
Según él, "después de todo, si hay conmociones regionales, éstas afectarán a todos, especialmente a un pequeño país como Qatar".
Para lograr el objetivo, "la estrategia es apoyar todas las decisiones tomadas por organismos regionales como el Consejo de Cooperación del Golfo y la Liga Árabe".
A la vez, estamos preparados para avanzar por nuestra cuenta si pensamos que el progreso es demasiado lento", añade Ibrahim.
La crisis en Libia es un ejemplo excelente de lo que esta política puede significar en la práctica, explica Lusting.
Cuando la Liga Árabe hizo un llamamiento a Naciones Unidas a poner en vigencia una zona de exclusión aérea para proteger a los civiles amenazados por las fuerzas del coronel Muamar Gadafi, Doha consideró que se necesitaba más que palabras.
"La posición de la Liga Árabe parecía débil", sostiene Ibrahim. Y Qatar ofreció aviones de combate para la operación militar respaldada por la ONU.
Destreza diplomática
"Éste es el momento de Qatar de tomar la iniciativa", considera Basma Abdelgafar, profesor asociado de Políticas Públicas de la Fundación Qatar, para quien el país "se ha convertido en un valioso socio internacional".
Y el Estado del Golfo Pérsico ciertamente parece tener un don para permanecer en buenas relaciones con gobiernos que tienen poco en común entre ellos.
Doha mantiene vínculos cordiales con Washington y Teherán, y -aún más inusual para un Estado árabe- con Israel y los dos enemigos de éste, Hamas en Gaza y Hezbollah en el Líbano.
Hace tres años, como recuerda el periodista Robin Lusting, Qatar ganó elogios por negociar un acuerdo de paz entre facciones políticas rivales en el Líbano, lo que puso fin a un prolongado estancamiento.
En 2009, logró un acuerdo entre el gobierno de Sudán y uno de los mayores grupos rebeldes en Darfur.
Y el país ha intervenido en discusiones en Yemen y mediado en disputas fronterizas entre Djibouti y Eritrea.
Monarquía absoluta
Pese a todo, muchos señalan que Qatar es una monarquía absoluta que filtra el contenido crítico en internet y se preguntan si un Estado así puede servir como un futuro líder de países árabes en medio de la actual ola de reclamo de reformas democráticas.
"La gente no se da cuenta de que esta nación ha tenido su propia revolución gradual y pacífica", opina Abdelgafar.
"Pero fue una revolución sin r. Más bien una evolución".
La mayoría de los ciudadanos de Qatar pertenece a la estricta rama wahabí del Islam. Sin embargo, a diferencia de Arabia Saudita, las mujeres pueden conducir autos y se permite la práctica de otras religiones. La primera iglesia cristiana fue consagrada sin fanfarria hace tres años.
Incluso así, ¿no es Qatar más que un Estado glorificado temporalmente por la riqueza de su petróleo en alta mar y sus enormes reservas de gas natural?
El director del Centro Brookings de Doha, Shaikh Salman, dice que sería un error subestimar al país.
"Ya hemos visto cómo el poder económico y diplomático se está desplazando al este", observa.
"Y Qatar es una parte muy importante de ese proceso".
En 2022, el Mundial de Fútbol se disputará en Qatar.
Eso por sí solo es suficiente para garantizarle un lugar en el centro de atención global, además de los réditos económicos y políticos que el mayor evento deportivo del planeta puede granjearle.
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