El brote de violencia sectaria del sábado en Egipto entre musulmanes y cristianos coptos - que dejó hasta 12 muertos y casi 200 heridos- está siendo atribuido a integrantes del movimiento salafista, un grupo islámico ultraconservador que está cobrando mayor preponderancia en un ambiente de incertidumbre tras la caída de Hosni Mubarak.
Los cristianos coptos, que representan un 10% de la población egipcia, siempre se han quejado de discriminación de parte del Estado, pero han sido víctimas de varios ataques por parte de musulmanes de línea dura desde la reciente convulsión política en el país.
Estos eventos aumentan la preocupación sobre la amenaza que representa el radicalismo islámico, en particular el salafismo, a medida que Egipto hace la transición de gobierno militar hacia la democracia.
Tal es la consternación, que el primer ministro, Essam Sharaf, canceló una visita de Estado y convocó a una reunión del gabinete para discutir los recientes enfrentamientos.
Los ministros prometieron actuar con lo que llamaron "una mano de hierro" para restaurar el orden. Los que han sido arrestados enfrentarán tribunales militares
Rígido islam
La violencia se desató cuando varios cientos de musulmanes del movimiento salafista se congregaron en torno a la iglesia copta de San Menas, en el populoso distrito de Imbaba, en El Cairo.
Los musulmanes protestaban contra la detención de una mujer cristiana que supuestamente quería convertirse al islam después de casarse con un hombre de esa fe.
Las protestas degeneraron en enfrentamientos a pedradas, disparos y bombas incendiarias. Dos iglesias y varias casas aledañas se incendiaron antes de que las autoridades pudieran intervenir.
Los salafistas tienen una interpretación rígida del islam y consideran que su única y verdadera interpretación es aquella que fue practicada por las primeras tres generaciones de los líderes de esa religión.
Cualquier cambio en el ritual o reinterpretación de la fe que haya sucedido desde entonces es denunciado como una innovación que atenta contra el islam.
Fantasma del extremismo
El analista en temas del Medio Oriente de la BBC, Sebastian Usher, señala que el movimiento estuvo en el meollo del violento desafío que montó el extremismo islámico contra el liderazgo político de los años 70 y 80.
En años recientes, el salafismo tomó protagonismo cuando Osama bin Laden y su grupo al-Qaeda manifestaron su adherencia a esta versión del islam.
Usher afirma, sin embargo, que la mayoría de los salafistas en Egipto no está involucrada en violencia, sino que simplemente siguen una interpretación similar a lo que practican los wahabis en Arabia Saudita.
Pero hay quienes expresan su intolerancia a otras tendencias islámicas y otras religiones con violencia. Los cristianos coptos son el objetivo principal, pero también lo son los musulmanes sufi, cuya veneración de santos es considerada como herejía por los salafistas.
Por mucho tiempo, el ahora depuesto presidente Mubarak justificó su gobierno autoritario como una salvaguarda contra el surgimiento del extremismo islámico.
No obstante, en el marco de las próximas elecciones en septiembre, el fantasma de ese extremismo podría levantar la cabeza mientras se teme, tanto dentro y fuera de Egipto, que los islamistas de línea dura puedan acumular mayor poder en el país.
BBC
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