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domingo, 6 de noviembre de 2011

Enfoque AVN: Chávez recuerda cómo “hace 40 años Bolívar me tomó por asalto”

Larguirucho, de unos 55 kilos, con afro, tiene 16 años. Así luce el joven de la foto en blanco y negro, tomada en marzo o abril de 1971, que forma parte del expediente del cadete que hace exactamente cuarenta años ingresó en la Academia Militar de Venezuela.

“Este soy yo”, dice con una sonrisa mientras señala al adolescente de la fotografía. El hombre que ve el retrato tiene hoy 58 años, viste de jeans, suéter de franjas azules y blancas y zapatos deportivos, es Hugo Chávez, el Presidente.

“Yo era flaquito, pero tenía condiciones físicas, quería ser como ‘El Látigo’ Chávez, era mi sueño cuando ingresé a la Academia (Militar)”, narra el Mandatario, un poco acalorado después de subir hasta la colina Gato, desde donde se ven las instalaciones de la Academia, ubicada en el sureste capitalino.

Cuenta en tono jocoso que lo apodaban “Tribilín” y que, aunque llegó con ganas de ser pelotero, cambió sus sueños en el camino y cuatro años más tarde, cuando culminó sus estudios en la academia, en vez de salir con guante y pelota, “me fui con el libro del Ché bajo el brazo y con el espíritu y el corazón revolucionario”.

Asalto bolivariano

Chávez mira el paisaje desde la colina. Las casas de ladrillo que se apilan en el barrio están al fondo, conviviendo con los imponentes edificios de El Valle y la serpenteante autopista; en el extremo derecho, coronado entre espesos nubarrones que anuncian la lluvia, se ve el Warairarepano.

“Aquí, en esta misma explanada, hace cuarenta años, mirando la miseria acumulada, uno empezó a ver una realidad que empezó a apabullarnos. Fueron los signos precursores de lo que venía”.

Para Chávez, el ingreso a la Academia en la convulsa época de los setenta fue decisivo para signar el rumbo que tomaría su pensamiento político, que en su adolescencia apenas se limitaba a una tímida simpatía con el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), del que conocía por su padre.

“Cuando entré a la Escuela Militar era un muchacho simple, buen estudiante, deportista y quería superarme, pero no te puedo decir que era un bolivariano porque ni siquiera había tenido militancia política”, comenta mientras se toma un café en una taza blanca de peltre.

Sin embargo, la emboscada bolivariana llegaría pronto. Chávez afirma que fue en las horas de estudio en los salones de blanco inmaculado, con profesores como el general Jacinto Pérez Arcay “cuando me asaltó Simón Bolívar, me llegó. Ciento cincuenta años nos cayeron encima. Fue aquí cuando me hice bolivariano”.

La premonición

Hay otra foto. Aparece un joven impecablemente uniformado recibiendo la daga de un oficial durante su acto de investidura como cadete en la Academia Militar: “es el mismo Tribilín pero tres meses más tarde”, explica Chávez.

“Yo cuando recibí esa daga, después de tres meses duros, me entró un frío por dentro, me di cuenta de que la cosa ya iba serio”, recuerda el Presidente mientras observa desde lejos el patio de la Academia, donde los cadetes preparan el acto de investidura que celebrarán este domingo.

Aunque asegura que cuando entró a la carrera de las armas “no tenía horizontes claros” cree firmemente que hubo presentimientos, signos precursores, intuiciones, que auguraban su ascensión al poder. Para demostrar sus convicciones al grupo de periodistas que lo rodea, pide que le acerquen un pequeño libro empastado en color azul, del que sobresalen dos pestañas.

El libro resulta ser una especie de diario en el que Chávez, en sus tiempos de cadete, conservó en papel algunas de sus experiencias. Lee un fragmento fechado el 13 de marzo del año 1974, el día del desfile militar que solía realizarse después de la asunción de un Jefe de Estado, que para la época era Carlos Andrés Pérez.

“Después de esperar bastante llegó el nuevo presidente. Cuando le veo, quisiera que algún día me tocara llevar la responsabilidad de toda una Patria, la Patria del gran Bolívar”, reza el texto escrito en ese entonces por Chávez, para quien esas palabras son signos premonitorios de lo que vendría años más tarde.

De vuelta al patio

Después de casi una hora conversando en la colina, Chávez invita a las personas que están a su alrededor a ir hasta el patio de la Academia Militar. Un vehículo Tiuna está apostado muy cerca y él quiere conducir.

De inmediato toma el volante del rústico descapotado y empieza a descender el agreste tramo del trayecto: “a mi me encanta manejar”, confiesa, mientras sortea una curva con el carro lleno de periodistas que enfilan su artillería de cámaras, grabadoras y micrófonos para seguir hablando con el mandatario.

Chávez se refiere a la importancia de contextualizar su formación académica con situación política que palpitaba en el país en el momento que entró a la carrera militar porque “esos años fueron años monstruos, años grandes, gigantes para mi”.

La intervención del gobierno de Rafael Caldera a la Universidad Central de Venezuela (UCV), la derrota política y militar de la guerrilla, el nacimiento del Movimiento Al Socialismo (MAS) y el surgimiento de la Causa R de la mano de Alfredo Maneiro, “son elementos de contexto dentro de los cuales comienzo a tener contacto con Caracas, con los barrios. Había un germen, un germen patriótico”.

“Uno era como una semilla que cayó en tierra fértil, y vino la lluvia, y brotó”, sostiene. Ya son casi las 5:00 de la tarde y Chávez está muy cerca del lugar donde cientos de cadetes ensayan para su acto de investidura.

Uno de los oficiales que va con él en el carro le sugiere tomar una ruta corta para llegar hasta el patio, pero él no la acata: “No chico, déjame quieto”, le responde, acto seguido dobla hacia la derecha y continúa conversando.

Minutos después, el Presidente estaciona el Tiuna frente a una tarima decorada con el tricolor patrio, suena música marcial y las formaciones de cadetes se alistan para recibirlo.

Chávez se detiene ante la multitud de jóvenes uniformados. Esta vez no es el “Tribilín”, tampoco el joven con sueños de pelotero, es ahora el Comandante en Jefe, prueba de que las premoniciones y presentimientos que alguna vez experimentó como cadete, nunca estuvieron errados.

“Uno no anda buscando, uno fue conseguido. El poder te absorbe, te asalta, te rodea, te encapsula”.

Con información de AVN / Nazareth Balbás.