Los partidos griegos acuerdan un Gobierno de unidad nacional sin Papandreu
El jefe de Gobierno de Grecia ofreció su renuncia este domingo, a los dos años de legislatura, para dar paso a un Ejecutivo de unidad que apruebe el rescate financiero de Grecia y espante el fantasma de una bancarrota y salida de la zona euro.
Después de todo un día de reuniones contrarreloj, el primer ministro, presidente del partido socialista griego (Pasok), y Antonis Samaras, líder del mayor partido de la oposición, la formación de centro-derecha Nueva Democracia, pactaron formar un Ejecutivo transitorio en una reunión con el presidente de la República, Karolos Papoulias.
El lunes se vuelven a reunir ambos líderes y comenzarán las negociaciones para decidir la formación del nuevo equipo, pero no estará dirigido Papandreu. El viernes había superado una moción de confianza en el Parlamento, pero bajo la promesa de marcharse después. “En el fondo de su alma sigue sin pensar que debe irse, cree que no tiene la culpa de nada, y hará lo que sea por volver, es un Papandreu”, dice una voz de la vieja guardia socialista.
Este domingo, con todo, acabó su tiempo en este Gobierno. “El primer ministro no puede dimitir oficialmente hasta que se acuerde un nuevo Ejecutivo porque, jurídicamente, un Estado no puede pasar ni unas hora con vacío de poder”, explicaron a este diario fuentes del Ejecutivo. El nuevo gabinete, añadieron, “durará lo necesario para poder aprobar el rescate y los presupuestos, pueden ser dos o tres meses, y lo dirigirá una persona de consenso”. Luego habrá elecciones generales.
Las dos grandes fuerzas ultiman el pacto para que Lukas Papademos, un ateniense exvicepresidente del BCE, asuma el timón del nuevo Gabinete, según la edición digital del rotativo griego To Vima.
Papandreu comunicó la decisión a su Consejo de Ministros en una reunión a las 4 de la tarde, antes de reunirse con Samaras y el presidente de la República. Toda la secuencia sucedía en los edificios oficiales junto a la Plaza Syntagma, centro neurálgico de la vieja Atenas, donde a esas mismas horas los visitantes extranjeros tomaban fotografías y refrescos ajenos al vuelco que vivía el país entre esas paredes.
Quedan los turistas. El país entró en barrena hace dos años, cuando reconoció que su déficit era tres veces superior a lo reconocido porque había estado manipulando las cuentas. Su quiebra supondría la salida del euro, un acontecimiento inédito, que pondría en peligro la estabilidad de toda la Eurozona. Por eso Bruselas estaba ayer en vilo, con los ojos puestos en Atenas. El rescate requería el apoyo de 180 de los 300 diputados de la Cámara y la falta de consenso lo dejaba completamente en el aire.
El acuerdo con el mayor partido de la oposición, que el sábado parecía imposible, ha cristalizado porque la fecha de convocatoria de las elecciones anticipadas ha dejado de ser una línea roja para Nueva Democracia.
La coalición de izquierdas Syrizia y el Partido Comunista han declarado ya que no participarán, mientras que Alianza Democrática e Izquierda Democrática podrían quedar fuera por proceder de escisiones de otros partidos y no haberse presentado nunca a las elecciones.
El nuevo Gobierno tendrá arduas tareas por delante. Debe aprobar en el Parlamento el segundo plan de salvamento financiero del Estado, acordado en la cumbre europea del 26 de octubre, y algo más duro, negociar con Bruselas y Fondo Monetario Internacional (FMI), los financiadores de este rescate, una nueva ola de ajustes sociales para los griegos.
Primero se hundió su popularidad en la calle, luego su autoridad en el Gobierno y más tarde su legitimidad en el Parlamento, donde diputados disconformes empezaron a desertar hasta dejar al Ejecutivo griego con una mayoría cada vez más ajustada para gobernar.
A partir de esta semana se formará un nuevo equipo de gobernantes, pero la bestia negra de Grecia sigue siendo la misma: una deuda descomunal y una hucha casi vacía.
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