Una pérdida de hidratación de sólo un 2%, es decir una situación de
deshidratación leve, hace descender nuestra capacidad de
rendimiento, tiene consecuencias inmediatas en la atención y la memoria
y, ya en un nivel superior, en la concentración, el cansancio y la
somnolencia.
Son algunas de las premisas con las que han trabajado más de 400 expertos que
han asistido al II Congreso Nacional de Hidratación, en el que se han abordado
las últimas evidencias científicas sobre esta cuestión
fundamental para la salud.
De ahí que se recomiende a todas las personas, especialmente a los ancianos y
niños, que beban regularmente antes de tener esa sensación, una recomendación de
la profesora de Psicobiología clínica de la Universidad de Barcelona Ana
Adán.
La experta ha insistido en que los cambios en la cantidad de
electrolitos en el cuerpo producidos por la deshidratación pueden
alterar la actividad cerebral y otros sistemas que intervienen en el proceso
cognitivo.
Los mayores, las embarazadas y los bebes son los colectivos más
vulnerables a sufrir deshidratación. Pero, además, en los ancianos, que
tienen menos agua en el cuerpo, esa sensación de sed es menor que en los jóvenes
con lo que es más difícil para ellos llegar a ingerir la cantidad de agua
recomendada.
"La cantidad de líquido diario son unos dos litros y medio, pero puede variar
si se realiza alguna actividad física", dijo Adán.
La deshidratación, cuando se hace ejercicio físico, es
frecuente y si se presenta lo hace con un aumento de la temperatura corporal y
de la frecuencia cardiaca, reducción de la excreción renal de orina, dolor de
cabeza, sueño, dificultad de concentración, y hasta es posible un colapso si la
actividad, además, se realiza en momentos o lugares con elevadas
temperaturas.
AND