El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha promulgado una ley que permitiría que miles de caballos, considerados un tesoro nacional, sean sacrificados en mataderos del país para el consumo de su carne, una idea que ha causado indigestión entre los defensores de animales.
En una ley para costear el funcionamiento de las agencias del Gobierno que Obama firmó el pasado día 18 se incluye una cláusula que permite destinar dinero a la inspección de carne de caballo.
Esa cláusula, que ha suscitado la repulsa de los defensores de animales en todo Estados Unidos, permitiría la reapertura de mataderos de caballos para consumo humano de esta carne en los próximos meses. La última de estas instalaciones se clausuró el 24 de mayo de 2007.
Ahora, grupos como Animal Welfare Institute y PETA ("People for the Ethical Treatment of Animals") han salido en tropel a denunciar la medida por considerar que la "matanza" de caballos constituye un trato "cruel" e "inhumano".
PETA se opone a los mataderos pero considera que si esta ley los permite, al menos en Estados Unidos "sufrirán menos" que si quedan expuestos a "espantosos viajes" fuera del país para su sacrificio, como ocurría hasta ahora.
"Nos oponemos desde luego a los mataderos en general, pero buscamos disminuir la crueldad (contra los animales) donde podamos", indicó el portavoz de PETA David Perle.
Según la "Humane Society of the United States", los mataderos en Estados Unidos tampoco son una alternativa a los mataderos en el exterior adonde se transportan los caballos "en vagones hacinados, sin comida, agua ni descanso".
Cada año, alrededor de 140.000 caballos estadounidenses se envían a mataderos en Canadá y México, a veces en condiciones que no cumplen con las normas veterinarias del Departamento de Agricultura, según los activistas.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) ha prometido que, de abrirse uno de estos mataderos en este país, hará cumplir las leyes federales que rigen ese negocio.
Pero aun así, algunas organizaciones mantienen su escepticismo al respecto.
"¿Por qué voy a creer ahora a USDA, si antes no han hecho valer las regulaciones en estos mataderos? La gente en Europa tiene que saber que esta carne no es segura", dijo a Efe Diana Pikulski, directora de asuntos externos de la Thoroughbred Retirement Foundation, que ofrece programas de acogida para los caballos.
"Además, el número de puestos de trabajo que crearía la reapertura de mataderos es insignificante, y puedo asegurar que la opinión pública seguirá en contra", agregó.
Los pocos grupos que sí apoyan los mataderos señalan que la veda impuesta hace cinco años dio paso a un aumento del abandono y trato negligente de muchos animales, e impulsan la apertura de esos establecimientos en estados de la zona central de Estados Unidos.
Señalan que, en medio de la crisis económica actual, muchos dueños de caballos los han abandonado debido al alto costo de su mantenimiento.
De hecho, un informe de la Oficina de Supervisión del Gobierno (GAO, en inglés) de junio pasado, dio cuenta de un aumento en las investigaciones de abandono de estos animales desde 2007 y, solo en Colorado, el número de investigaciones saltó de 975 en 2005 a cerca de 1.600 en 2009.
Se calcula que la población equina en Estados Unidos oscila entre siete y nueve millones, con una edad promedio de 10,4 años.
En 2005, cerca de 90.000 caballos fueron enviados a mataderos y preparados para el consumo en el extranjero, según la página web "stophorseslaughter.com".
La carne de caballo es considerada un manjar en algunas partes de Europa y Asia. Entre los principales países consumidores figuran Francia, Italia, Bélgica y Japón.
En Estados Unidos, sin embargo, el consumo de carne de un animal íntimamente ligado a la forja del Viejo Oeste es un tema tabú -solo se usan en deportes o como mascotas- y, según los activistas, no habría campaña publicitaria capaz de estimular el apetito por su consumo entre los estadounidenses.
Para la mayoría de los estadounidenses, ávidos de historias con un final feliz, el lugar de estos equinos está en los campos y praderas, no en una mesa bien puesta.
EFE