(AFP) – Una inédita convivencia se ha instalado esta semana en el cerro El Berlín, en las montañas del suroeste de Colombia, donde un grupo de indígenas tomó la base militar para exigir la salida de sus territorios tanto de soldados como de guerrilleros.
El cerro El Berlín se encuentra a dos horas de camino del pueblo de Toribío, afectado por los enfrentamientos entre guerrilla y militares, y es un punto estratégico para las comunicaciones en la región del Cauca, una de las que más sufre el conflicto armado de casi medio siglo en Colombia.
Cerca de doscientos indígenas, entre hombres, mujeres y niños, parecen divertirse en el lugar, pero su presencia no tiene nada que ver con una jornada de recreación.
Cansados del conflicto y de ver cómo sus viviendas y sus vidas se encuentran siempre en medio del fuego cruzado, decidieron retomar el control de lo que consideran sus territorios ancestrales.
sí, los pobladores, guiados por la Guardia Indígena, tomaron el cuartel de la policía en Toribío y la base militar La Estrella, localizada en el cerro, destruyendo las barricadas, tapando las trincheras y derrumbando las defensas de sacos de arena que utiliza la fuerza pública.
La defensa de las comunidades
–
“Tomamos este territorio porque es nuestro y estamos pidiendo a los actores armados que nos dejen en paz y tranquilos”, dijo a la AFP Luis Osecué, uno de los gobernadores indígenas que dirige las acciones en el cerro.
“La decisión es mantenernos aquí”, destacó.
“Lo planteado es que aquí el control pasa a ser de la Guardia Indígena”, afirmó Osecué. “El ejército y la guerrilla deben respetarnos porque sabemos que éste es nuestro territorio”, remarcó.
Durante estos primeros días de la toma de la base “ha habido poca relación con los militares”, refirió Osecué, al explicar que los indígenas han acordado mantenerse “como mínimo a 100 metros de distancia” de los soldados “para evitar que de pronto puedan afectar nuestra lucha”.
“Ellos no quieren soltar esto (salir), así que es una lucha, porque se van ellos o nos vamos nosotros, pero nosotros tenemos las de ganar”, aseveró.
A pocos metros del sitio donde los indígenas tratan de construir una cancha deportiva y muy cerca de las torres de comunicaciones que los militares protegen desde hace años, hay toldos hechos con plásticos o tela de campaña conocidos como “cambuches”, donde se resguardan los soldados de la base.
No quedan, en cambio, las tradicionales tiendas de campaña ni los refugios bajo tierra, que fueron destruídos por los indígenas.
El sargento Rodrigo García, uno de los responsables de la base, aseguró que pese a la tensión se ha respetado el derecho de los indígenas.
“Hemos mantenido un diálogo para que no se generen actos de violencia por ninguno de los dos lados. Les advertimos que tenemos material de guerra necesario para la protección de las instalaciones, del personal militar y de la población, que no puede ser manipulado por personas inexpertas”, dijo a la AFP.
En tanto, el sargento Oscar Ruiz, otro de los comandantes, insisitió en que “la orden del presidente Juan Manuel Santos es no abandonar el sector porque es un punto estratégico para la guerrilla”.
Mientras eso ocurre en el cerro, en la zona montañosa de la región patrullas de la Guardia Indígena buscan a los guerrilleros para conminarlos a abandonarla, en medio de acciones que les han permitido decomisar varios morteros artesanales.
Se calcula que en Colombia hay un millón de indígenas, que habitan sobre todo en las áreas rurales y selváticas donde el conflicto armado es más intenso.
El conflicto armado en Colombia, que ha enfrentado a guerrillas izquierdistas, paramilitares de extrema derecha, narcotraficantes y fuerza pública, ha dejado cientos de miles de víctimas civiles en los últimos 50 años.