Siempre nos han dicho que tomar leche es indispensable para crecer y mantener saludables nuestros huesos y dientes. Me parece que la industria de los lácteos nos ha vendido ese mensaje por años.
Pero lo cierto es que el consumo de leche y sus derivados está relacionado con consecuencias graves a la salud, como cáncer, obesidad, osteoporosis, alergias y problemas digestivos, entre otros.
Estudios científicos de universidades de prestigio lo comprueban, sin embargo, ¿por qué no llega a nuestras manos? ¿quién va a atreverse a cuestionar a sectores como el de la industria de los lácteos?
Sin embargo es difícil aceptar este concepto y cambiar los hábitos de alimentación que hemos mantenido o nos han inculcado desde la infancia. Pero si observamos a los animales, nos será más fácil comprender por qué debemos eliminar estos productos de nuestra vida diaria. Ellos toman leche solo a edades tempranas, y de su propia especie. Y los humanos, tomamos leche durante la etapa adulta y además de otra especie: la vaca. Estamos actuando en contra de la naturaleza.
Pero, ¿qué hay de malo en la leche?
Intolerancia a la leche
De acuerdo al Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales de Estados Unidos (NIDDK, por sus siglas en inglés), de 30 a 50 millones de personas en su país son intolerantes a la lactosa: el azúcar presente en la leche y sus derivados. Datos de la facultad de Medicina de Harvard, indican que hasta el 70% de la población mundial es intolerante a la lactosa. La intolerancia entonces, no es una enfermedad, sino un estado fisiológico normal. Esto ocurre porque entre los dos y cuatro años de edad, nuestro cuerpo empieza a perder el poder de la enzima lactasa, que es la responsable de digerir la lactosa. Al seguir consumiendo leche, la lactosa que no se digiere permanece en el intestino, donde es fermentada por las bacterias del colon, lo que nos causa gases, dolor e inclusive diarrea.
Nuestro cuerpo no puede absorber el calcio contenido en la leche
Cuando hablamos de leche, el primer nutrimento que nos viene a la mente es el calcio.
Pero precisamente una proteína de la leche, la caseína, es la que impide que podamos absorber el calcio que contiene. Esto ocurre porque al consumir proteínas animales, el pH de la sangre se vuelve ácido y el organismo, como reacción, saca parte del calcio que tenemos en los huesos para poder neutralizar esa acidez.
Un trabajo realizado por el doctor William Ellis, expresidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada, demostró que las personas que toman entre 3 y 5 vasos de leche diarios presentan los niveles más bajos de calcio en la sangre. Lo que implica que el consumo en grandes cantidades de proteínas lácteas producen un exceso de acidez que el organismo intenta compensar mediante la liberación de minerales alcalinos.
Entonces, el hecho de vivir sin leche no es un impedimento para tener huesos y dientes fuertes, al contrario, estudios han demostrado que el consumo de lácteos o de alimentos con calcio no es un factor protector contra el riesgo de fracturas. La leche sí tiene nutrimentos indispensables, pero para obtenerlos no necesitamos tomarla. Los mejores alimentos para adquirir el calcio son los vegetales.
Su consumo aumenta el riesgo de alergias y asma
La leche de vaca tiene tres veces más proteína que la leche humana. La caseína, una de sus proteínas, es una sustancia muy espesa que nuestro organismo no puede eliminar. En algunas personas se adhiere a los vasos linfáticos del intestino, impide la absorción de nutrimentos y ocasiona así problemas inmunológicos, alergias y asma.
Puede causar cáncer
¿Cómo harán algunos productores de lácteos para que la vaca pueda producir leche en tan altas cantidades? Recurren a la hormona recombinante de crecimiento bovino (rBGH), la cual se inyecta a la vaca para que produzca más leche de la que podría dar de manera natural. Esto mismo incrementa los niveles de otra hormona denominada factor de crecimiento insulínico (IGF-1), que se traspasa a la leche y está relacionada con el cáncer de próstata, mama y ovarios, según datos del Instituto Nacional de Cáncer, publicados por la Universidad de Oxford. Los países que tienen menor índice de cáncer, como China, son los que no consumen lácteos.
Evitar el consumo de lácteos no es solamente una herramienta para bajar de peso, sino un aliciente para la salud. En un principio puede ser difícil acostumbrarte a vivir sin estos productos, pero las mejorías son notorias en la digestión, la piel, los niveles de colesterol y el rendimiento a lo largo del día.
La leche de almendra y de soya son buenas opciones para sustituir cualquier tipo de leche de vaca (entera, descremada, deslactosada y light). Prevendrás así el riesgo de padecer alguna enfermedad crónica y mejorarás tu calidad de vida.
CNN