Las Farc han conseguido particulares formas de reclutar “personal” para sus filas. Recurren a promesas, medias verdades y mentiras,engañando a los futuros rebeldes y alejándolos de su hogar bajo la premisa de un cambio para él y su familia. Claudia Roa lo descubrió muy tarde.
Con tan solo 14 años, la joven Roa huyó de su casa bajo una serie de promesas que le realizaron algunos guerrilleros sobre mejorar la situación en su casa y sus estudios de primaria.Inmediatamente, al día siguiente luego de los juramentos profesados, las maletas y Claudia iban en camino a territorio fronterizo colombiano.
Al año siguiente, Claudia ya se encontraba embarazada, bebé que no pudo tener porque fue obligada a abortar luego de ocho meses por los jefes de la unidad. En 10 años, no había visto ni una sola vez a su familia. “Se me partió el alma cuando vi que era todo mentira. Todos los días pedía perdón por lo que había hecho a mi mamá, que sufrió muchísimo”.
Roa expresa todas estas vivencia en una campaña del gobierno colombiano en su intento por evitar los reclutamientos de nuevos efectivos en la insurgencia.
Según el video, Roa se hizo adolescente en la selva colombiana, ambiente que la vio embarazarse por segunda vez, teniendo por consiguiente un segundo aborto.
Ella se integró en un programa gubernamental iniciado en 2003 que ya atiende a 31.000 personas de todos los grupos armados, según la Agencia para la Reintegración.
Otra historia de reclutamiento y selección de las Farc, es la protagonizada por Medardo Maturana, de 53 años, y que llegó con tan solo 23 primaveras y muchos estudios a las filas rebeldes. Maturana, al llegar con una título universitario, fue considerado un intelectual: “Yo salí de la guerrilla sin un rasguño. Los mandos nunca me arriesgaron en combate”.
Alcoholismo generalizado en los jefes, abusos y violaciones a las guerrilleras, acuerdos con los criminales para mover coca, entre otros, son las “imágenes” que le quedaron a Maturana luego de salir del movimiento guerrillero. “Las Farc se han convertido en los protectores de la coca”, asegura, y controlan zonas enteras, llegando a acuerdos con quienes la cultivan. “Compran al campesino el kilo por dos millones de pesos y lo venden por 2,5” a los narcos. Ahora quiere, primero, hacer todo lo posible para que nadie más entre en la guerrilla. Y también seguir estudiando, y conseguir que su compañera acabe el bachillerato. De la vuelta, lo que más le ha afectado es ver a su madre “tan deteriorada, después de media vida allá”.
Todas estas declaraciones llegan precisamente en un contexto de supuesta paz entre los paramilitares y el gobierno colombiano. Sin embargo, Maturana asegura que “dentro de las FARC todo sigue igual”, y que sea lo que sea que hagan en búsqueda de la paz, quedaría sin efecto. Los guerrilleros preguntan “qué va a pasar con nosotros”, obteniendo como respuesta de los comandantes algo totalmente desmotivante: “nunca nos vamos a desmovilizar”.
Con información de El País