A finales de enero la noticia se esparció como fuego en la prensa local y en las redes sociales: representantes de varias iglesias protestantes de El Salvador habían visitado las cárceles donde se encuentran recluidos los líderes de las pandillas o maras, como se conoce a los grupos violentos. Este domingo, y a través del obispo auxiliar de San Salvador, monseñor Gregorio Rosa Chávez, la Iglesia Católica confirmó que se “ha iniciado un diálogo informal” con las bases de las pandillas a fin de “buscar juntos la paz”.
Algo se está cocinando. El pasado 17 de enero, los líderes de las principales pandillas, en su mayoría en cárceles locales, establecieron una segunda tregua, en la que supuestamente acordaron evitar matarse por disputas de territorios u otras causas y dejar de atacar a agentes del Estado, como lo estaban haciendo desde el año pasado cuando 39 policías murieron asesinados en ataques o emboscadas.Solamente en este enero, otros siete policías se han sumado a esa fatal lista.
“Con satisfacción informamos de que desde el día sábado 17 de enero del corriente año, estamos impulsando en todo el país un gesto unilateral de buena voluntad [la segunda tregua], que busca contribuir en la reducción de la violencia; sus efectos ya se hacen sentir en la drástica disminución que ha experimentado la tasa de homicidios”, se lee en el primer inciso del comunicado difundido por los líderes de la Mara Salvatrucha (MS13), Barrio 18, Mara Mau-Mau, Mara Máquina y Mirada Locos 13, así como un grupo de presas y presos comunes.
“Son en las parroquias que están en todo el país donde se conoce a las bases, a los que obedecen órdenes dentro de las pandillas; es con ellos que los párrocos y la gente de la iglesia, desde hace vario tiempo están manteniendo un diálogo. Un diálogo que tiene varios elementos, dos de ellos: recoger las mejores prácticas de la iglesia y la otra es apostarle a la unidad de las familias”, aclaró el segundo jerarca de la Iglesia Católica local.La Iglesia Católica no reconoce la tregua como tal, menos una negociación, lo que aclara el obispo Rosa Chávez: “La palabra negociación no entra en este planteamiento, entra la palabra diálogo, que eso supone escuchar y dar a la gente oportunidades. Con el diálogo llegamos a las bases [de las pandillas], de los jóvenes que están en la colonia, en los caseríos, en el barrio y que quieren que se les escuche y que se les den oportunidades para salir de las pandillas”.
Añadió que “hasta hoy no se ha planteado con tanta claridad ni contundencia el diálogo de parte de la Iglesia, pero creo que el momento llegó porque estamos en una campaña política, donde creo que el tema se devalúa porque se convierte en un momento de cómo adquirir votos y no en cómo ayudar a una solución, y es esto lo que buscamos”, explicó el religioso. Se refería que el tema del diálogo con las pandillas o, por ejemplo, la primera tregua —que se negoció en marzo de 2012, misma que logró reducir drásticamente los homicidios, de 15 a 5 diarios— han sido atacados políticamente, es especial en momentos de campañas electorales.
El Gobierno que preside el exguerrillero Salvador Sánchez Cerén ha dicho que “no dialoga ni negocia con las pandillas, que son grupos fuera de la ley”. Para enfatizar su posición la semana pasada hizo aprobar en el legislativo, casi por unanimidad un paquete de reformas para endurecer y agilizar las investigaciones y los procesos judiciales en contra de quienes asesinen a policías, soldados o fiscales, así como aquellos que cometan graves delitos como masacres y secuestros. No obstante, Iglesia Católica propone un enfoque humano frente a las medidas gubernamentales y declara que “la represión debe ser la última respuesta a esta situación”. “Si nos vamos por este camino (de represión), estaremos contando muertos todos los días, y eso no lo quiere Dios, ni las familias salvadoreñas”, indicó el obispo Rosa Chávez.
La Iglesia Católica, y en general las Iglesias protestantes como la Anglicana, la Luterana y las distintas congregaciones evangélicas, hablan de un cambio de enfoque diferente de la represión y la las “manos duras”, que como recuerdan, “la medicina fue peor que la enfermedad”, dado que ante el embate del Estado las maras se reorganizaron, se cualificaron y se armaron. Así las cosas, en 2014 el promedio de homicidios se elevó a 11 diarios y la tasa pasó de 40 a 60 por cada 100.000 habitantes, lo que según Naciones Unidas (ONU), hacen de El Salvador uno de los tres países más peligrosos y violentos del mundo.EL PAIS