Silencio y aplausos en medio del viento y la lluvia. Ese es el homenaje que han rendido decenas de miles de personas en Buenos Aires a la figura de Alberto Nisman, el fiscal que murió el 18 de enero, cuatro días después de denunciar a la presidenta.
Las previsiones meteorológicas auguraban tormenta y muchos llegaron provistos de paraguas, otros buscaron refugio en los portales o debajo de los árboles. El resultado fue que en medio de todas las acusaciones e insultos vertidos en el país desde la muerte de Nisman, después deun mes cargado insultos, acusaciones, reproches y críticas… Se impuso el silencio. El silencio estruendoso de decenas de miles de personas caminando muy lentamente bajo la lluvia.
También marcharon miles de personas en otras ciudades argentinas como Córdoba, Santa Fe, Mar del Plata y Rosario. En el país no se recordaban unas concentraciones tan multitudinarias desde los cacerolazos de septiembre de 2012. Pero en este miércoles lluvioso, cada vez que alguien intentaba airear alguna consigna de crítica al Gobierno, el resto de los manifestantes lo acallaban entonando el himno de Argentina o gritos de Argentina, Argentina.
La fiscal y la juez que investigan la muerte del fiscal trabajan también sobre la hipótesis del asesinato y la del suicidio inducido, aunque el informe de la autopsia señala que no hubo intervención de terceras personas en su muerte. No obstante, la mayoría de la sociedad cree que Nisman no se suicidó. En la marcha de este miércoles no se habló de asesinato ni de suicidio. Primó el silencio y el reclamo de justicia.
Había gran expectación ante la decisión que tomaría la exesposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, madre de sus dos hijas, de 7 y 15 años. Ella misma había pedido semanas antes que no se politizara la investigación sobre la muerte de Nisman. Finalmente, acudió a la cita y caminó del brazo de su hija mayor. Arroyo Salgado aclaró en un comunicado el día antes las razones por las que había decidido acudir: “Nuestra presencia se orienta a rendir un reconocimiento a la persona que fue y al funcionario cuya incondicional y valiente entrega al trabajo destacamos”.La marcha fue convocada por cinco fiscales como homenaje al compañero fallecido cuando se cumplía un mes de su muerte. Era un hecho inaudito. El Poder Judicial, o parte de él, jamás había convocado una marcha a lo largo de las últimas tres décadas de democracia argentina. Los principales líderes de la oposición se sumaron de inmediato a la iniciativa. Pero el Gobierno vio en ella un intento de desestabilización, una forma sucia de hacer política con el pretexto de rendir homenaje al fiscal muerto. En medio quedaron gente como el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que se mostró crítico con el Gobierno y también con los organizadores de la marcha, a quienes acusó de oportunismo político.
Los ministros de Cristina Fernández alegaron varias razones para explicar su ausencia: que algunos de los fiscales que la organizaban solo persiguen fines políticos, que los dirigentes opositores que se sumaron a la marcha tampoco pretendían rendir tributo a Nisman, sino sacar rédito electoral cuando quedan solo ocho meses para que se celebren las presidenciales del 25 de octubre. Pero quien marcó la raya fue la propia presidenta, quien la semana anterior concluyó así un discurso en la Casa Rosada entre los vítores y cánticos de militantes kirchneristas: “Y nos quedamos con el canto, nos quedamos con la alegría, nos quedamos con ese grito de ‘viva la Patria’. Y a ellos, a ellos les dejamos el silencio. Siempre les gustó el silencio, a ellos les dejamos el silencio, que es o porque no tienen nada que decir o porque realmente no pueden decir lo que piensan”.
Hubo mucho silencio, desde las inmediaciones del Congreso, donde comenzaba la marcha, hasta la Plaza de Mayo, donde concluía. Se veían los mismos carteles que se vieron la noche que falleció el fiscal: “Verdad y justicia”, “Todos somos Nisman”. “Lamento que veo muy poca juventud y mucha gente mayor”, se quejaba una manifestante ante el canal Todo Noticias, del grupo Clarín. A veces se escuchaba corear a algunos: “No tenemos miedo, no tenemos miedo”. Otros gritaban simplemente “Argentina, Argentina”.
Los locutores preguntaban a los ciudadanos por qué acudían a la marcha y las respuestas eran muy variadas, pero denotaban un hartazgo hacia la política del Gobierno. Unos reclamaban justicia, alguno recordaba su oposición al acuerdo que firmó Argentina con Irán (por el que Nisman acusó a Cristina Fernández de encubrimiento), otros expresaron su deseo de luchar por un país para sus nietos, algunos se quejaban de la corrupción, otros de la inseguridad… Y la mayoría de los participantes pertenecían a la clase media y a la clase media alta, las más críticas con el Gobierno.
La manifestación mostró la imagen perfecta de la división social que sufre Argentina en los últimos años.EL PAIS