Conozca el origen del Día del Trabajador
Protestar por 8 horas de trabajo, 8 horas para la familia y 8 para el sueño fue la causa que le costó la vida a un grupo de trabajadores de Chicago en 1886, desde entonces cada primero de mayo los asalariados del mundo marchan para recordar su condición y fuerza.
Un puñado de trabajadores en contra de una federación sindical pactada con los empleadores de 1886, levantaron un aspaviento que si bien terminó costándoles la vida, pasó a la historia como un acto reivindicativo eterno.
El establecimiento de este día fue un acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, para darle sentido de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago.
Ellos fueron ejecutados a mansalva en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y tuvieron su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket.
Los sucesos de 1886
La mayoría de los obreros estadounidenses estaban afiliados a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la “American Federation of Labor”. En su cuarto congreso realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas, yéndose a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y recomendándose a todas las uniones sindicales, que tratasen de hacer promulgar leyes en ese sentido en sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de las organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de puestos de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.
Era una verdadera revolución en Estados Unidos, los conservadores reformistas no admitían la idea de trabajar menos de 14 horas, ya que la creencia y filosofía en que fueron formados hacían del trabajo un mandato divino, por ende la reducción de la jornada significaba un reto hasta para sus creencias.
En 1886, el presidente de la central, Andrew Johnson, promulgó la llamada Ley Ingersoll, estableciendo la jornada de ocho horas. Al poco tiempo, diecinueve estados sancionaron leyes con jornadas máximas de ocho y diez horas.
La “Noble Orden de los Caballeros del Trabajo” remitió una circular a todas las organizaciones adheridas donde manifestaba: “Ningún trabajador afiliado a esta central debe hacer huelga el 1° de mayo, ya que no hemos dado ninguna orden al respecto”. Este comunicado fue rechazado de plano por todos los trabajadores de EE.UU. y Canadá, quienes repudiaron a los dirigentes de la Noble Orden por traidores al movimiento obrero.
El primero de mayo de 1886, 200.000 trabajadores iniciaron la huelga, mientras que otros 200.000 obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro.
En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades del país, las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que no trabajaba era la factoría de maquinaria agrícola McCormick, la cual estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad para la construcción de una iglesia.
El día 2, la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas, cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies sonó la sirena de salida de un turno de “rompehuelgas”.
Los concentrados se lanzaron sobre los “rompehuelgas” y comenzaron una pelea campal. Una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos.
La lucha no descansa
A 129 años de este acontecimiento, los trabajadores del mundo se mantienen en pie de lucha, para defender los derechos que han comenzado desde el siglo pasado y que tienden a mejorar sus condiciones, brindarles un trato justo y digno para garantizar sus derechos.
En otras partes del Planeta los actos del día de hoy tienen un carácter de protesta y malestar para exigir reivindicaciones a sus Gobiernos.