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domingo, 29 de mayo de 2016

"Están de moda los golpes": El trío constituyente de América latina

Están de moda los golpes. El golpe de Estado en Honduras sacó a Zelaya en 2008; el golpe en Paraguay hizo lo mismo con Lugo; y hace días, en Brasil, se produjo un golpe parlamentario contra Dilma. En Argentina, no necesitaron golpe aunque sí hubo un incesante golpeo judicial y mediático contra Cristina Fernández de Kirchner hasta lograr que Macri venciera en la última cita electoral. 
Nadie puede negar las adversidades que afrontan actualmente estos tres países. Cada uno debe lidiar cotidianamente con un escenario interno y externo altamente complejo. En Venezuela, luego de muchas victorias consecutivas, el 6 de diciembre del año pasado, la Revolución Bolivariana perdió las elecciones legislativas. En Bolivia, en febrero de este año, Evo Morales fue derrotado en las urnas en el referendo de re postulación. 
En Ecuador, la Revolución Ciudadana todavía no ha sufrido un revés electoral aunque es cierto que en la última contienda electoral a nivel municipal, en febrero de 2014, se perdieron ciudades importantes, tales como Quito, Guayaquil y Cuenca. Es Ecuador precisamente el país que más cerca tiene las elecciones presidenciales (febrero 2017) en el que se pone en juego la continuidad de la Revolución Ciudadana. El Presidente Rafael Correa ha manifestado que por ahora no tiene ninguna intención de presentarse, y eso abre un nuevo escenario electoral. No es una casualidad que Venezuela, Bolivia y Ecuador sean los únicos tres países que sobreviven a esta restauración neoconservadora en América latina. Esto se logró teniendo que superar muchas dificultades, inclusive intentos de golpes de Estado. ¿Por qué será? ¿Por qué han sido capaces de superar golpes de Estado? ¿Por qué continúan gobernando Maduro, Evo y Correa a pesar del viento en contra?
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Cada país vive su propia disputa política en un clima de alta tensión. Venezuela afronta la emergencia económica derivada de la caída de los precios del petróleo, la insuficiencia productiva interna y la guerra económica que sufre adentro y afuera. Ecuador enfrenta dificultades para superar la restricción externa. Su economía dolarizada se lo pone aún más complicado. Y Bolivia, a pesar que no tiene grandes dificultades económicas, aún no logra digerir la reciente derrota electoral. Por primera vez, Evo perdió. Es época para entender por qué pasó, y cómo se puede mirar hacia delante.
Ninguno de los tres países están libres de errores a lo largo de estos años de gobierno. Sin embargo, el que fuera llamado eje del mal sobrevive a la tempestad a diferencia de Brasil o Argentina. Seguramente, mucho tiene que ver el proceso constituyente como fortaleza para esta etapa repleta de adversidades. Pasar por alto esta cuestión es desconocer la significancia trascendental en la disputa política de una Asamblea Constituyente. Las nuevas constituciones son la garantía de un nuevo pacto político, social y económico. Son salvaguardas en muchos casos para evitar golpes de Estado en clave parlamentaria. La democratización del poder judicial, como consecuencia de la implementación de las nuevas cartas magnas, también es determinante para la defensa de la democracia. Las transformaciones institucionales constituyen otro cinturón de seguridad en tanto reciclan de los nuevos y claves espacios, las viejas herencias dictatoriales del pasado.

En lo económico, las nuevas constituciones son garantía de soberanía en sectores estratégicos. Aunque no lo hayan podido hacer en su totalidad, sí lograron romper cadenas lo que les dotó de mayor independencia de los poderes económicos en comparación con lo que sucede con otros países que nunca cuestionaron los Tratados Bilaterales de Inversión y ni siquiera procuraron salir de los arbitrajes internacionales. Por otro lado, en relación a los derechos sociales, éstos son parte fundamental del nuevo contrato social. Son innegociables. Las políticas públicas han quedado en muchos casos plenamente constitucionalizadas.
Pero también hay algo que va mas allá de la cuestión institucional, judicial y económica. Y es que hay una mayoría social que se sintió protagónica desde el comienzo constituyente, identificando como propias las nuevas constituciones. Se sienten participe del cambio de época. Esto supone una gran fuerza simbólica que aún sirve para trazar una línea divisoria con el pasado, con lo que no se quiere a pesar del malestar y cansancio relativo de la actual gestión gubernamental.
No es momento para dormir tranquilo. Ni mucho menos para pensar que está todo hecho. Sin embargo, esta fortaleza constituyente no ha de ser infravalorada. Hasta el momento, la arremetida destituyente en América latina no puede con este trío constituyente. Ojalá dure.