Su enorme reino es cada vez más pequeño para el jefe de Estado de Libia, Muamar al Gadafi, quien se atrinchera con sus últimos acólitos en la capital, Trípoli, donde viven millones de conciudadanos.
La unidades especiales, integradas en gran parte por mercenarios extranjeros, todavía son leales a su comandante, ahora en apuros. El Ejército regular está disuelto, según indican expertos militares.
A diferencia de Egipto, donde la cúpula del Ejército le dio la espalda al presidente Hosni Mubarak, el excéntrico Gadafi no está amenazado por una revuelta de militares, lo que hace que se pueda prolongar la violencia durante días.
Sobre el deplorable estado de las Fuerzas Armadas libias ya se hizo eco en diciembre pasado el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington. Gadafi invirtió en armamento en lugar de invertir en personal militar. La relación entre armas y soldados es absurda desde el punto de vista militar, señalaba el informe.
Unos 119.000 hombres conforman las Fuerzas Armadas libias, se señala en informe reciente del Congreso estadounidense. Unos 50.000 hombres están en el Ejército regular, unos 18.000 en la Fuerza Aérea y 3.000 en las unidades especiales. La formación de soldados y cúpula militar es mala y muchos equipos modernos de armamento no se pueden utilizar debido a la falta de personal formado para ello.
No se fía de sus Fuerzas Armadas
De ser ciertas las estimaciones de los expertos militares, Gadafi ha colocado en los puestos clave del Ejército y de la Fuerza Aérea a miembros de su clan, que son leales porque son los que más tienen que perder si cae el régimen. Además, Jamies, uno de los hijos de Gadafi, comanda su propio y pequeño Ejército privado, al que pertenecerían mercenarios extranjeros.
Y lo poco que el jefe de Estado se fía del apoyo por parte del Éjército regular se puede ver en la comparecencia pública que hizo el viernes por la tarde. Gadafi amenazó con repartir armas del enorme arsenal a los seguidores leales. Libia podría convertirse en un infierno, advirtió Gadafi tanto a rebeldes como a la población civil, esbozando así un escenario catastrofista.
No obstante, la orgía de violencia en Libia no quedará sin consecuencias. La Organización defensora de los Derechos Humanos (HRW) advirtió que todos los comandantes y miembros de las fuerzas de seguirdad libias, así como todos los combatientes extranjeros deberán comparecer ante la justicia por la violencia empleada y el uso de armas de fuego contra la población, según la legislación internacional.
“El mundo les está vigilando”, afirma un activista de los derechos humanos. Cada policía, cada soldado, cada combatiente extranjero debería estar advertido, añadió. “No hay inmunidad, incluso si se actúa obedeciendo una orden”, apeló la organización de derechos Humanos a las unidades todavía leales a Gadafi.
La unidades especiales, integradas en gran parte por mercenarios extranjeros, todavía son leales a su comandante, ahora en apuros. El Ejército regular está disuelto, según indican expertos militares.
A diferencia de Egipto, donde la cúpula del Ejército le dio la espalda al presidente Hosni Mubarak, el excéntrico Gadafi no está amenazado por una revuelta de militares, lo que hace que se pueda prolongar la violencia durante días.
Sobre el deplorable estado de las Fuerzas Armadas libias ya se hizo eco en diciembre pasado el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington. Gadafi invirtió en armamento en lugar de invertir en personal militar. La relación entre armas y soldados es absurda desde el punto de vista militar, señalaba el informe.
Unos 119.000 hombres conforman las Fuerzas Armadas libias, se señala en informe reciente del Congreso estadounidense. Unos 50.000 hombres están en el Ejército regular, unos 18.000 en la Fuerza Aérea y 3.000 en las unidades especiales. La formación de soldados y cúpula militar es mala y muchos equipos modernos de armamento no se pueden utilizar debido a la falta de personal formado para ello.
No se fía de sus Fuerzas Armadas
De ser ciertas las estimaciones de los expertos militares, Gadafi ha colocado en los puestos clave del Ejército y de la Fuerza Aérea a miembros de su clan, que son leales porque son los que más tienen que perder si cae el régimen. Además, Jamies, uno de los hijos de Gadafi, comanda su propio y pequeño Ejército privado, al que pertenecerían mercenarios extranjeros.
Y lo poco que el jefe de Estado se fía del apoyo por parte del Éjército regular se puede ver en la comparecencia pública que hizo el viernes por la tarde. Gadafi amenazó con repartir armas del enorme arsenal a los seguidores leales. Libia podría convertirse en un infierno, advirtió Gadafi tanto a rebeldes como a la población civil, esbozando así un escenario catastrofista.
No obstante, la orgía de violencia en Libia no quedará sin consecuencias. La Organización defensora de los Derechos Humanos (HRW) advirtió que todos los comandantes y miembros de las fuerzas de seguirdad libias, así como todos los combatientes extranjeros deberán comparecer ante la justicia por la violencia empleada y el uso de armas de fuego contra la población, según la legislación internacional.
“El mundo les está vigilando”, afirma un activista de los derechos humanos. Cada policía, cada soldado, cada combatiente extranjero debería estar advertido, añadió. “No hay inmunidad, incluso si se actúa obedeciendo una orden”, apeló la organización de derechos Humanos a las unidades todavía leales a Gadafi.
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