En el Centro Penitenciario de Coro los internos preparan su reinserción social
En el Centro Penitenciario de Coro, estado Falcón, adscrito al proyecto de humanización de las cárceles impulsado por el Gobierno Nacional, los internos participan en diferentes programas educativos, culturales y productivos con la certeza de que, una vez cumplida su pena, todo lo aprendido les ayudará en su reinserción social.
Este viernes 36 privados de libertad se sumaron a una nueva iniciativa del programa de humanización que involucra a los ministerios del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia (MIJ) y del Ambiente, a través de la Misión Árbol.
Hombres y mujeres se comprometieron a sembrar, cultivar y cuidar dos mil plantas de la especie vetiver para posteriormente procesarlas en la elaboración de artesanías como cestas, esterillas y sombreros.
La actividad contó con la presencia del viceministro de Conservación Ambiental, José Alexander Cegarra, y de la criminóloga Melina Salazar, de la Dirección de Clasificación, Defensa Integral y Servicios Penitenciarios del MIJ, quienes consideraron este programa un acto de justicia social.
Ya no me siento presa
María Sergina Chávez, quien cumple una pena de dos años y medio, puntualizó que aprendió a trabajar con el vetiver para hacer sombreros y canastas.
“Por lo menos paso mi tiempo y no me siento presa. Me siento libre con mi entretenimiento”, expresó.
María Chávez comenzó a sembrar los árboles con el resto de sus compañeros y lucía una franela de la Misión Árbol y un sombrero de vetiver elaborado por ella misma.
“Cuando salga de aquí voy a seguir con mi mismo entretenimiento, porque me parece divertido”, afirmó esta merideña, natural del pueblo La Azulita.
“Mi vida en La Azulita era una maravilla. Mi error fue haber dejado mi tierra, porque aquí aprendí malas costumbres y a consumir drogas. Seguí ese rumbo de vida hasta que caí acá”, añadió.
Precisó que gracias a las políticas de humanización, está sacando su tercer grado en la Misión Robinson y participará ahora en el programa Vetiver para la elaboración de artesanías.
Invertir el tiempo
Mari Rosa Reyes manifestó que asumió la responsabilidad del programa, porque le gusta. "Es algo nuevo que estamos aprendiendo y una buena forma de invertir nuestro tiempo”.
Reyes añadió que aprendió a tejer la fibra del vetiver; “cuando Dios me dé la oportunidad de salir de aquí (en un año) voy a trabajar en esto, porque aprendí a hacer sombreros”, agregó
El programa de humanización implica el buen trato a los privados de libertad, atención médica, psicológica y emocional, así como la concreción de programas sociales, deportivos, de educación y cultura.
“Aquí nos tratan bien. Estudiamos, trabajamos. Yo siempre he tenido claro que si uno no se busca problemas y tiene buena conducta uno está bien”, refirió.
Ahora está sacando el bachillerato en la Misión Ribas y tiene planeado hacer los cursos de corte y costura y el de procesamiento de sábila, porque “yo sé que en un futuro, Dios mediante, me van a servir para trabajar en la calle”.
Un cambio favorable
Margot Figueroa es natural de Cabimas, estado Zulia, y está sentenciada a 20 años de prisión.
Estuvo recluida inicialmente en el Internado Judicial de Coro y desde hace 11 meses está en el centro penitenciario.
“El cambio ha sido favorable, porque hay más seguridad y uno corre menos peligro. Aquí nos dan la oportunidad de seguir estudiando para hacer un cambio en nuestra vida. Tenemos la coral, la orquesta sinfónica y hacemos deporte”, indicó.
Figueroa es facilitadora de la Misión Robinson y ayuda a otros internos a leer y escribir, así como a proseguir hasta sexto grado.
“Me siento bien y útil. Ya son cuatro años dando clases y ha sido una experiencia muy bonita que espero seguir cuando salga a la calle”, precisó.
Consideró, por su experiencia, que “sí se puede cambiar el ambiente de las cárceles, porque si nos tratan mal tratamos mal. El proyecto de humanización es como un granito de arena para que uno salga adelante y no se ponga rebelde. Yo ahora tengo mi autoestima en alto y lo mantendré siempre así”.
Bienestar para los internos
Miguel González tiene dos años en prisión y se incorporó al programa de vetiver para cultivar y para hacer manualidades.
“Tenemos la posibilidad de impulsar otros cultivos y otros programas que sean para el bienestar del interno”, dijo.
González compone música y toca cuatro, además ha participado en diferentes talleres de relaciones humanas y motivación al logro, mientras inicia el segundo trayecto de Informática con la Misión Sucre.
Estimó que estas actividades, adelantadas como parte del proyecto de humanización, “son para el bienestar de uno mismo, porque ahora uno piensa en salir a la calle como una persona nueva y un ser útil a la sociedad”.
Preparación para la vida
El director del Centro Penitenciario de Coro, Abel Jiménez, dijo que el programa Vetiver viene a complementar los otros planes adelantados en el recinto como el de la orquesta sinfónica, la coral y las misiones sociales.
“Desde el punto de vista de tratamiento es fundamental porque el interno se relaja, se preocupa por procesar la planta, cultivarla, cuidarla, y el producto final puede ser vendido”, expresó.
Dijo que en el centro hay 546 internos, de los cuales 78 son mujeres que en 100% están participando en una actividad educativa, cultural, deportiva o productiva, por lo que “aquí ningún interno está sin hacer nada”.
“La Orquesta Sinfónica Penitenciaria de Coro tiene más de 400 internos y los otros están en las misiones o en los talleres productivos de carpintería, herrería, textil y otro que es libre donde pueden hacer actividades que nada tienen que ver con los otros talleres”, comentó.
Jiménez manifestó que los internos hacen literas de madera o hierro, juegos de cuarto y mesas, entre otros muebles que le han dejado bastante beneficios.
“El proyecto de humanización de las cárceles no es una comiquita como dice la oposición, es una realidad y estamos trabajando duro para crecer y seguir manteniendo este programa”, afirmó el funcionario.
En el Centro Penitenciario de Coro, estado Falcón, adscrito al proyecto de humanización de las cárceles impulsado por el Gobierno Nacional, los internos participan en diferentes programas educativos, culturales y productivos con la certeza de que, una vez cumplida su pena, todo lo aprendido les ayudará en su reinserción social.
Este viernes 36 privados de libertad se sumaron a una nueva iniciativa del programa de humanización que involucra a los ministerios del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia (MIJ) y del Ambiente, a través de la Misión Árbol.
Hombres y mujeres se comprometieron a sembrar, cultivar y cuidar dos mil plantas de la especie vetiver para posteriormente procesarlas en la elaboración de artesanías como cestas, esterillas y sombreros.
La actividad contó con la presencia del viceministro de Conservación Ambiental, José Alexander Cegarra, y de la criminóloga Melina Salazar, de la Dirección de Clasificación, Defensa Integral y Servicios Penitenciarios del MIJ, quienes consideraron este programa un acto de justicia social.
Ya no me siento presa
María Sergina Chávez, quien cumple una pena de dos años y medio, puntualizó que aprendió a trabajar con el vetiver para hacer sombreros y canastas.
“Por lo menos paso mi tiempo y no me siento presa. Me siento libre con mi entretenimiento”, expresó.
María Chávez comenzó a sembrar los árboles con el resto de sus compañeros y lucía una franela de la Misión Árbol y un sombrero de vetiver elaborado por ella misma.
“Cuando salga de aquí voy a seguir con mi mismo entretenimiento, porque me parece divertido”, afirmó esta merideña, natural del pueblo La Azulita.
“Mi vida en La Azulita era una maravilla. Mi error fue haber dejado mi tierra, porque aquí aprendí malas costumbres y a consumir drogas. Seguí ese rumbo de vida hasta que caí acá”, añadió.
Precisó que gracias a las políticas de humanización, está sacando su tercer grado en la Misión Robinson y participará ahora en el programa Vetiver para la elaboración de artesanías.
Invertir el tiempo
Mari Rosa Reyes manifestó que asumió la responsabilidad del programa, porque le gusta. "Es algo nuevo que estamos aprendiendo y una buena forma de invertir nuestro tiempo”.
Reyes añadió que aprendió a tejer la fibra del vetiver; “cuando Dios me dé la oportunidad de salir de aquí (en un año) voy a trabajar en esto, porque aprendí a hacer sombreros”, agregó
El programa de humanización implica el buen trato a los privados de libertad, atención médica, psicológica y emocional, así como la concreción de programas sociales, deportivos, de educación y cultura.
“Aquí nos tratan bien. Estudiamos, trabajamos. Yo siempre he tenido claro que si uno no se busca problemas y tiene buena conducta uno está bien”, refirió.
Ahora está sacando el bachillerato en la Misión Ribas y tiene planeado hacer los cursos de corte y costura y el de procesamiento de sábila, porque “yo sé que en un futuro, Dios mediante, me van a servir para trabajar en la calle”.
Un cambio favorable
Margot Figueroa es natural de Cabimas, estado Zulia, y está sentenciada a 20 años de prisión.
Estuvo recluida inicialmente en el Internado Judicial de Coro y desde hace 11 meses está en el centro penitenciario.
“El cambio ha sido favorable, porque hay más seguridad y uno corre menos peligro. Aquí nos dan la oportunidad de seguir estudiando para hacer un cambio en nuestra vida. Tenemos la coral, la orquesta sinfónica y hacemos deporte”, indicó.
Figueroa es facilitadora de la Misión Robinson y ayuda a otros internos a leer y escribir, así como a proseguir hasta sexto grado.
“Me siento bien y útil. Ya son cuatro años dando clases y ha sido una experiencia muy bonita que espero seguir cuando salga a la calle”, precisó.
Consideró, por su experiencia, que “sí se puede cambiar el ambiente de las cárceles, porque si nos tratan mal tratamos mal. El proyecto de humanización es como un granito de arena para que uno salga adelante y no se ponga rebelde. Yo ahora tengo mi autoestima en alto y lo mantendré siempre así”.
Bienestar para los internos
Miguel González tiene dos años en prisión y se incorporó al programa de vetiver para cultivar y para hacer manualidades.
“Tenemos la posibilidad de impulsar otros cultivos y otros programas que sean para el bienestar del interno”, dijo.
González compone música y toca cuatro, además ha participado en diferentes talleres de relaciones humanas y motivación al logro, mientras inicia el segundo trayecto de Informática con la Misión Sucre.
Estimó que estas actividades, adelantadas como parte del proyecto de humanización, “son para el bienestar de uno mismo, porque ahora uno piensa en salir a la calle como una persona nueva y un ser útil a la sociedad”.
Preparación para la vida
El director del Centro Penitenciario de Coro, Abel Jiménez, dijo que el programa Vetiver viene a complementar los otros planes adelantados en el recinto como el de la orquesta sinfónica, la coral y las misiones sociales.
“Desde el punto de vista de tratamiento es fundamental porque el interno se relaja, se preocupa por procesar la planta, cultivarla, cuidarla, y el producto final puede ser vendido”, expresó.
Dijo que en el centro hay 546 internos, de los cuales 78 son mujeres que en 100% están participando en una actividad educativa, cultural, deportiva o productiva, por lo que “aquí ningún interno está sin hacer nada”.
“La Orquesta Sinfónica Penitenciaria de Coro tiene más de 400 internos y los otros están en las misiones o en los talleres productivos de carpintería, herrería, textil y otro que es libre donde pueden hacer actividades que nada tienen que ver con los otros talleres”, comentó.
Jiménez manifestó que los internos hacen literas de madera o hierro, juegos de cuarto y mesas, entre otros muebles que le han dejado bastante beneficios.
“El proyecto de humanización de las cárceles no es una comiquita como dice la oposición, es una realidad y estamos trabajando duro para crecer y seguir manteniendo este programa”, afirmó el funcionario.
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