El Real Madrid destrozó la maldición de octavos de final que le asolaba en las seis últimas temporadas, y con el toque de entrenador de José Mourinho demostró que ha aprendido a competir, aguantó en pie los momentos de tensión ante el Olympique de Lyon, y acabó goleando 3-0 para relanzar la ilusión del madridismo.
Marcelo fue el que acaparó el protagonismo. El heredero perfecto de Roberto Carlos conectó con Cristiano, incursinó en el área, recortó con frialdad con la pierna derecha y con la izquierda superó al meta Lloris.
Los jugadores blancos mostraban un cambio a la hora de la verdad. Siete años sin ganar una eliminatoria en Europa. Era el momento de cambiar la historia. Y pudo sentenciar el duelo antes del descanso. Con el Lyon tambaleándose. Con Marcelo en todas partes. Un nuevo centro suyo lo enganchó Benzema para que se luciese su compatriota en la portería.
En la reanudación supo manejar los tiempos el equipo de Mourinho. Arriesgó el Lyon, dando entrada a Gomis. Obligado a marcar dejó huecos en defensa. Era su sentencia de muerte. Dos cabezazos de Cristiano -no estaba para más-, un disparo con buenas intenciones de Özil y la sentencia de Benzema.
Regresó la fiesta al coliseo de la Castellana. Un grave error en la salida de balón del Olympique dejó a Benzema en un mano a mano ante Lloris. En su momento más dulce no desaprovechó el regalo. Es el jugador clave de la eliminatoria tras marcar en los dos partidos. Se marchó con su afición en pie. Reconociendo el esfuerzo y la evolución de un futbolista que ha cambiado su identidad.
Ángel Di María, trabajador todo el encuentro, se sumó a la fiesta marcando el tercero. El primer reto de la temporada estaba conseguido. Los fantasmas espantados. El sueño de la "Décima Champions" vuelve a latir en el madridismo. La admiración a Mourinho no para de crecer.
EFE
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