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miércoles, 22 de junio de 2011

Diego Aguirre, técnico de Peñarol leyenda de campeón

Pasaría desapercibido mientras compra la prensa deportiva en cualquier kiosco de Montevideo pero, bajo su porte de ciudadano convencional, Diego Aguirre esconde una auténtica leyenda.

El técnico de Peñarol juega esta noche ante el Santos, en la vuelta de la final de la Libertadores (0-0 en la ida, en campo uruguayo), un encuentro con la gloria. El Santos, de la mano de Neymar y Ganso, intentará recuperar el trofeo 48 años después de aquel histórico equipo de Pelé que conquistó los dos únicos trofeos del club, en 1962 y 1963. Y Peñarol busca alzarse con la Copa por sexta vez en su historia con lo que igualaría a Boca Juniors como el segundo equipo con más títulos de la historia tras 24 años de espera. Si triunfan los uruguayos, Diego Aguirre merecerá un monumento en el estadio del Centenario.

Aguirre entró en la enciclopedia de Peñarol un 31 de octubre de 1987 en el estadio Nacional de Santiago de Chile. Se jugaba el partido de desempate de la final de la Copa Libertadores entre los colombianos del América de Cali y el Peñarol. Fue un partido de mandíbulas apretadas y tacos afilados. Al término de los 90 minutos ambos equipos formaban destartalados y con 10 jugadores tras las expulsiones de Herrera y Cabañas. Extenuados, se lanzaron a una prórroga agónica que estiraba la final hasta barnizarla de épica. Si el encuentro acababa con empate a cero, el América se proclamaba campeón por la diferencia de goles. Era la tercera final consecutiva para el conjunto colombiano. En 1985 habían perdido ante Argentinos Júniors y un año después cayeron frente a River Plate. El árbitro chileno Hernán Silva había mirado un par de veces el reloj y estaba a punto de decretar el final de la batalla cuando, en la última jugada, apareció el látigo de Aguirre. El Matador domó un pelotazo desesperado, lo bajó al tapete y lo condujo en una galopada conmovedora hasta la frontal del área colombiana. Desde allí soltó un zapatazo cruzado indescifrable para Falcioni. "Aguirreee. Mítico. Perdónenme todas las palabrotas que pueda decir pero este equipo tiene unos huevos infinitos", espetó fuera de sí el narrado de la televisión uruguaya. El grito desencajado del delantero de Peñarol en la celebración de aquel gol es la imagen más gloriosa de la historia reciente de los Carboneros.

Diego Aguirre pasea ahora su leyenda desde el banquillo de Peñarol y esta noche intentará reeditarla ante el Santos en la que sería su segunda Copa Libertadores. Cada episodio del pasado lo recicla ahora en las arengas con las que motiva a sus jugadores. "Les cuento historias, les relato partidos, les recuerdo lo que supone vestir esta camiseta", relataba orgulloso hace unos días. La final se decidirá en Sâo Paulo, pero el técnico recuerda que las tres rondas anteriores a la final las conquistaron jugando el partido de vuelta fuera y refuerza sus vínculos con la garra por encima de la floritura. "Quizá no hemos jugado tan bonito como otros, pero este equipo tiene mucho mérito y ha hecho muchas cosas bien". Todos los focos apuntan a Neymar, nueva joya del fútbol brasileño y candidato a romper el mercado para convertirse en refuerzo del Real Madrid. Cuando le preguntan a Aguirre cómo pararlo, recurre al tópico. "Es como si le pregunto a usted cómo pararía a Messi. No se puede", responde elegante mientras prepara la estrategia que le permita asaltar el título. Es la reedición de la final de 1962. Es la posibilidad del reencuentro con la gloria para Aguirre. "Es el partido más importante de nuestras vidas", resume lapidario.