Gane Fernández, el peronista disidente Eduardo Duhalde, el radical Ricardo Alfonsín o, en un caso más remoto, el socialista Hermes Binner, los desafíos para la próxima legislatura serán casi los mismos. El próximo presidente argentino deberá enfrentar una inflación del 23,6% anual, según las direcciones provinciales de estadística. Un elevado IPC durante todo el Gobierno de Fernández ha dejado otro problema por resolver: la pobreza afecta al 22,9% de los argentinos, casi el mismo nivel que cuando comenzó su legislatura, según reconoce el ala kirchnerista de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA).
Argentina deberá también mantener dos de las que fueron sus fortalezas en los últimos años: el superávit fiscal y el comercial. El resultado fiscal se ha tornado deficitario en lo que va de 2011 y por eso algunos economistas prevén que el año próximo el Gobierno tendrá que volver a endeudarse en los mercados, donde aún se le exige una prima de riesgo alta por la desconfianza en sus estadísticas, o deberá intensificar el uso de reservas del Banco Central o de la Seguridad Social para pagar deuda. El resultado comercial, por su parte, depende en buena parte de que China continúe creciendo a ritmo acelerado y siga demandando materias primas.
Una de las principales preocupaciones de la ciudadanía es la inseguridad. Pese a que Argentina presenta una tasa anual de homicidios de 5,5 por cada 100.000 habitantes, muy inferior al 25 de Brasil o al 18 de México, muchos ciudadanos, sobre todo en las grandes concentraciones urbanas, se perciben a sí mismos como fuertemente expuestos a robos y agresiones. El paro ha caído desde un 24,1% en 2002 hasta el 7,3% actual, parejo con la media latinoamericana, pero la desigualdad social no ha bajado mucho en estos años de Gobierno de Kirchner y Chile ha desplazado a Argentina como el país con más desarrollo humano de Latinoamérica.
Otro de los desafíos evidentes para el próximo presidente será el combate contra la corrupción. El último informe de Transparencia Internacional muestra que Argentina no ha mejorado en la materia en la última legislatura y que se sitúa en el puesto 105 de un total de 178 países por detrás de Brasil y México.
Si gana el candidato radical o, por primera vez en la historia, vence un socialista, el próximo presidente tendría que demostrar que alguien que no es peronista puede gobernar Argentina y acabar una legislatura completa, a diferencia de lo que les ocurrió a los radicales Raúl Alfonsín (1983-1989) y Fernando de la Rúa (1999-2001). Cualquier opositor tendría el reto de domar la tensión social y controlar a los sindicatos, como lo hicieron los Kirchner en los últimos ocho años.
EL PAIS