EFE-Benedicto XVI dijo hoy que hay que "reavivar una fe que instaure un nuevo
humanismo capaz de generar cultura y compromiso social" en su última alocución
de 2011, durante la celebración del Te Deum de Acción de Gracias por el año que
finaliza y las Vísperas de la Solemnidad de Santa María, Madre de
Dios.
El papa, ataviado con capa pluvial y mitra doradas, presidió las
Vísperas y la solemne ceremonia del Te Deum en la imponente Basílica de San
Pedro, como es habitual cada 31 de diciembre, una tradición que inició el papa
Pablo VI en su "Marialis Cultus".
Joseph Ratzinger agradeció la presencia
del consistorio romano, con su alcalde a la cabeza, Gianni Alemanno, quienes
acudieron a San Pedro para acompañar a su Obispo, Benedicto XVI, a quien
regalaron un cáliz, "según una hermosa tradición".
Tras el canto de los
salmos, Benedicto XVI dirigió su alocución ante cardenales, obispos y
autoridades civiles y religiosas.
"Otro año llega a su término, mientras
que, con la inquietud, los deseos y las esperanzas de siempre, aguardamos uno
nuevo" y agregó que "muchas veces nos preguntamos ¿qué sentido damos a nuestros
días?".
"Hay una respuesta a este interrogante, se encuentra escrita en
el rostro de un Niño que hace dos mil años nació en Belén y que hoy es el
Viviente, resucitado para siempre de la muerte", afirmó.
Y agregó: "En el
tejido de la humanidad, desgarrado por tantas injusticias, maldades y
violencias, irrumpe de manera sorprendente la novedad gozosa y liberadora de
Cristo Salvador, que en el misterio de su encarnación y nacimiento nos permite
contemplar la bondad y ternura de Dios".
Desde el día en que nació el
Señor "la plenitud del tiempo ha llegado a nosotros. Así pues, no hay lugar para
la angustia frente al tiempo que pasa y no vuelve; ahora es el momento de
confiar infinitamente en Dios, de quien nos sabemos amados", dijo el papa de 84
años.
"Desde que el Salvador descendió del cielo el hombre ya no es más
esclavo de un tiempo que avanza sin un porqué, o que está marcado por la fatiga,
la tristeza y el dolor", dijo el papa.
Y abordó la cuestión de la fe y de
la razón, en alianza "como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva
a la contemplación de la Verdad".
"¿Por qué creo?", se interrogó el papa
y respondió: "Para dar primacía a la verdad; hacer fecundo el diálogo entre
cristianismo y cultura moderna; hacer descubrir de nuevo la belleza y actualidad
de la fe, no como acto en sí, aislado,(..) sino como orientación constante,(..)
que lleva a la unidad profunda de la persona haciéndola justa, laboriosa,
benéfica, buena".
"Se trata de reavivar una fe que instaure un nuevo
humanismo capaz de generar cultura y compromiso social", dijo.
El papa
hizo alusión a las jóvenes generaciones, "que acusan más la desorientación
agravada además por la crisis actual, no sólo económica sino también de valores,
y tienen necesidad sobre todo de reconocer a Jesucristo como la clave, el centro
y el fin de toda la historia humana".
Para el Obispo de Roma, "los padres
son los primeros educadores de la fe de sus hijos, desde su más tierna edad; por
tanto, es necesario sostener a las familias en su misión educativa, a través de
iniciativas adecuadas".
Benedicto XVI exclamó "Te Deum laudamus!" (Te
alabamos, Señor) y añadió "así canta también la Iglesia que está en Roma, por
las maravillas que Dios ha realizado y realiza en ella. Con el alma llena de
gratitud nos disponemos a cruzar el umbral del 2012, recordando que el Señor
vela sobre nosotros y nos cuida".
El broche de la alocución del papa fue
el canto del Magnificat entonado por la voces del coro de la
Sixtina.
Tras la exposición y adoración del Santísimo ante el que oró
Benedicto XVI en imponente silencio de la Basílica, se procedió al canto del Te
Deum de Acción de Gracias, para luego finalizar con la Bendición Eucarística del
papa con el canto del Tantum Ergo, himno eucarístico compuesto por santo Tomás
de Aquino.
El papa Benedicto XVI finalizará los actos con la visita, ya
caída la tarde, al gigantesco pesebre, este año de inspiración mariana y que
evoca a Juan Pablo II, instalado en la Plaza de San Pedro, donde los guardias
suizos hacen sonar el villancico alemán "Stille Nacht" (Noche de Paz).