Reuters) – Miles de discursos, centenares de análisis y decenas de librosno han bastado para definir qué es el “chavismo”, pero para fundarlo tan sólo hicieron falta dos palabras “por ahora”.
Dos décadas después de esa exposición en la que asumió la responsabilidad por un fallido golpe de Estado, Hugo Chávez es el centro neurálgico del movimiento político más poderoso de la democracia venezolana, que amalgama a socialistas radicales, militares conservadores, funcionario pragmáticos y prósperos empresarios bajo la bandera roja de la revolución.
“Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”, dijo el entonces teniente coronel el 4 de febrero de 1992 enfundado en un uniforme de campaña coronado con una boina roja, en una alocución que transformó una desastrosa insurrección militar en un fabuloso capital político.
Pero el cáncer que le diagnosticaron hace un año puso contra las cuerdas al complejo ecosistema político que alumbró, y en el que ningún otro líder puede conjugar como él una ascendencia clara sobre los grupos de poder y las bases del movimiento, que aglutinan desde organizaciones sociales a anárquicos colectivos armados, todos gritando al unísono “con Chávez todo, sin Chávez nada”.
“Pareciera que, lamentablemente, la salud del presidente es la salud del proceso revolucionario”, explicó el politólogo y psicólogo social Nicmer Evans, afín al oficialismo, en una columna titulada “Chávez mártir”.
A cuatro meses de las elecciones, el candidato socialista de 57 años es favorito para ganar un nuevo mandato de seis años, pese a que nadie fuera su anillo de confianza más íntimoconoce el alcance real de la enfermedad ni si existe un plan para enfrentar su eventual salida del tablero político antes o después del 7 de octubre.
Ministros, generales, diputados y empresarios, todos están a merced de los rumores que sacuden al país sudamericano casi a diario, una incertidumbre que enrareciendo el ambiente en el seno del oficialismo, donde la perspectiva de un cambio en la cúspide aviva antagonismos latentes entre las diferentes corrientes internas.
“El presidente está enfermo, tiene cáncer, estas son unas elecciones atípicas y por lo tanto cualquier conflicto se puede desatar”. Así resumió la situación el gobernador Wilmar Castro, coordinador de planificación del comando de campaña de Chávez durante una reunión privada del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que fue aireada por la prensa local.
Según los medios, la tolda roja admitió por primera tres escenarios de cara a las urnas: ir con Chávez debilitado, sin Chávez o incluso que no haya elecciones.
En la polarizada y volátil Venezuela, los sondeos muestran que Chávez tiene una ventaja de dos dígitos en la intención de voto, pero sus primeras espadas corren por detrás del candidato opositor Henrique Capriles, quien forcejea por ganar visibilidad en medio del ruido generado por la afección de su rival.
Pero, más allá de la cita electoral, la enfermedad convirtió a la ecuación del “chavismo sin Chávez” de un mero ejercicio de política-ficción en un acertijo de colosales repercusiones políticas, diplomáticas y económicas para el país con las mayores reservas mundiales de crudo y sus aliados.
“El liderazgo del presidente es de esos que pasan siglos y no vuelven a aparecer”, apuntó el ex ministro Jesse Chacón, un cercano colaborador del mandatario que ahora dirige la encuestadora GIS XXI, en una entrevista con Reuters.
“El día que no esté Chávez tendrá que construirse un liderazgo mucho más colectivo, porque ninguno de los actores que hoy hacen vida en el proceso abarca lo que él”, agregó.
Despachos
Inspirado en el guerrillero federal venezolano Ezequiel Zamora y bajo los preceptos del polémico sociólogo argentino Norberto Ceresole, Chávez articuló su proyecto político como la comunión de “caudillo-pueblo-Fuerza Armada”, que en la práctica es una alianza de civiles y militares sellada bajo la dirección del Comandante Presidente, mientras forjaba lazos con el pueblo con masivos programas sociales financiados con petróleo.
“Siempre hubo, al principio, una fricción entre la izquierda y el mundo militar. Ese roce de tantos años fue superado y existe una gran fluidez y respeto entre los diferentes actores”, explicó Chacón sobre la relación entre los dos grandes pilares sobre los que se erigió el proyecto bolivariano, un camino no exento de desconfianzas, pactos y traiciones.
En sus 13 años en el poder, Chávez ha ido ecualizando el peso de los diferentes grupos y tendencias, según la coyuntura política, pero manteniendo siempre un intrincado equilibrio en el que la lealtad es el factor de mayor peso.
A partir del nombramiento de Elías Jaua como vicepresidente en 2010, un grupo de jóvenes de izquierda muy comprometidos ideológicamente con el socialismo del siglo XXI ha ido cooptando el gabinete ministerial, desplazando a los uniformados que predominaban hasta entonces en posiciones muy cercanas a Chávez.
Socialistas radicales y abiertamente antimilitaristas, el grueso proviene de las filas del influyente Frente Francisco de Miranda, fundado por el propio mandatario y su aliado cubano Fidel Castro en 2003 y cuya consigna de lucha lo dice todo: “Comandante Chávez, ¡ordene!”.
Jaua, sociólogo de 42 años, es en la actualidad el sucesor constitucional aunque no necesariamente político de Chávez si éste se viera obligado a abortar su candidatura antes de los comicios. De voz suave y aspecto intelectual, es el oficialista que más alto figura en las encuestas después del presidente.
Al frente del poderoso Ministerio de Agricultura y Tierras, Jaua también está nominado por el mandatario para presidir el recientemente creado Consejo de Estado, un alto comité asesor que algunos analistas creen que podría estar concebido para manejar un hipotético escenario de crisis.
Con una amplia presencia en las bases y gran capacidad de movilización, los radicales controlan puestos clave en los cuadros del partido y la administración. Analistas ven su punto débil en su intransigencia ideológica.
Entre los civiles existe otro grupo de funcionarios más moderado y pragmático que también comparte la confianza del jefe de Estado -como el canciller Nicolás Maduro y el ministro de Energía, Rafael Ramírez-, apodados sarcásticamente por la oposición como la “boliburguesía” (burguesía bolivariana).
Maduro, un exchofer de autobús que en menos de una década pasó de líder sindical a asumir la batuta de exteriores, ha fungido durante la enfermedad como uno de los más estrechos colaboradores de Chávez, acompañándolo en varios de sus viajes a La Habana para el tratamiento y llevando su voz a las citas internacionales.
El corpulento canciller de 49 años fue uno de los primeros civiles en unirse al movimiento bolivariano en los años 90 y es visto por analistas y diplomáticos extranjeros como el favorito para reemplazar al mandatario dada su buena posición en los sondeos y su potencial para mantener el estatus quo entre las distintas corrientes del partido.
Ramírez, por su parte, es el funcionario con más poder financiero del país y el ministro que más tiempo ha sobrevivido en medio de la vorágine de nombramientos y ceses en el gabinete ejecutivo, por el que han pasado 141 ministros en 13 años, lo que prueba la confianza de Chávez en el ingeniero de 48 años.
El poder del ministro de casi dos metros de altura y modales apacibles ha ido creciendo desde que asumió el despacho en 2002, para luego pasar a presidir también Petróleos de Venezuela (Pdvsa), motor financiero de la revolución.
Y cuarteles
Tras años de dominar la primera línea de Gobierno, la facción militar ha perdido peso debido a recientes escándalos de corrupción y divisiones internas, aunque conserva un enorme poder político y económico.
“Los militares han ingresado en todas las instancias de poder en Venezuela. Chávez cree más en la obediencia que en otra cosa y por eso depende mucho del mundo militar. Pero las Fuerzas Armadas están fracturadas porque cumplen una mezcolanza de funciones administrativas y públicas”, dijo recientemente a la prensa extranjera el general retirado Raúl Salazar, ex ministro de Defensa de Chávez y ahora crítico del Gobierno.
Entre 1999 y 2010, al menos 720 oficiales ocuparon altos puestos estatales, según cálculos de analistas, número que bien podría ser mucho mayor si se suman los cargos de confianza nombrados por los castrenses, lo que da una idea de la profunda imbricación de las Fuerzas Armadas en la administración pública.
Aunque atomizados en numerosos grupos con diferentes intereses y funciones, el ala militar detenta ministerios relevantes como el de Alimentación y Salud, y varias gobernaciones clave. Además, operan organismos de gran calado financiero como el ente administrador de divisas Cadivi, la oficina de recaudación de impuestos Seniat, bancos públicos y la gestión de puertos y aeropuertos con sus respectivas aduanas.
Los uniformados más visibles durante años fueron compañeros de la asonada de Chávez en febrero del 92 o de su secuela del 27 noviembre, así como otros que pasaron a retiro para seguir la estela política de su compañero de armas. Sin embargo, la mayoría ocupa ahora puestos regionales o están relegados a funciones secundarias.
Su figura más conocida y poderosa sigue siendo Diosdado Cabello, quien a sus 49 años ha pasado por todos los rangos del escalafón revolucionario, desde la creación de los llamados “Círculos Bolivarianos”, organizaciones de base para defender al presidente, hasta una fugaz presidencia interina en las horas del golpe de Estado contra Chávez del 2002.
Cabello pasaba por sus horas más bajas tras perder la vital gobernación de Miranda a manos de Capriles en el 2008. Pero resurgió desde que el mandatario anunció su afección, y ahora funge como diputado, segundo en el partido y jefe de la Asamblea Nacional, quedando en la primera línea de una eventual sucesión.
Si Chávez gana las elecciones pero su salud no le permite asumir -la situación potencialmente más explosiva en el país sudamericano- el presidente del legislativo sería el encargado de llenar el vacío de poder y llevar al país de nuevo a las urnas como especifica la carta magna.
Sus críticos lo acusan de haber amasado un gran poder económico en su paso por ministerios y organismos clave, como la cartera de Infraestructuras y Obras Públicas o la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, pero las denuncias de corrupción nunca prosperado y el teniente Cabello sigue siendo un aliado cercano del mandatario pese a su baja aceptación en los sondeos.
Chávez cuenta con la colaboración de un heterogéneo grupo de militares retirados y activos menos conocidos pero influyentes, que tiene mando sobre tropas y ejercen cargos públicos o manejan recursos o empresas estatales ligadas a la importación de armas y bienes de consumo de aliados como Rusia y China.
Por último, los 25 generales y almirantes del alto mando militar que encabeza el ministro de Defensa, Henry Rangel Silva, cuyos vítores de “Independencia y patria socialista. Viviremos y venceremos” han despertado preocupación entre los críticos del mandatario por el nivel de politización que exhiben.
Analistas creen que ante en una crisis, el grueso de la institución se mantendría apegada a la carta magna y descartan aventuras golpistas a gran escala. Pero también advierten que los dos últimos levantamientos militares -el golpe de Chávez en 1992 y el golpe contra Chávez en 2002- no necesitaron muchos efectivos para poner en jaque a la democracia.
“La Fuerza Armada está atomizada y el único elemento de cohesión en este momentos claro es un alto mando que responde a Chávez. Un tránsito hacia la celebración de elecciones encontraría en teoría apoyo por la vía constitucional, pero si esos términos se alteran podrían activarse resortes de convulsión atendiendo a los intereses particulares”, dijo la directora de Control Ciudadano, Rocío San Miguel.
“El grado de institucionalidad democrática en Venezuela se ha debilitado, por lo que el peso de las armas, aún cuando no se empuñen, es clave”, agregó la analista cuya ONG escruta al mundo militar venezolano.
La importancia de llamarse Chávez
Además de las armas, se pueden empuñar los apellidos y Hugo no es el único Chávez.
Algunos analistas creen que el mandatario podría dar un golpe de efecto buscando trasladar su acervo político a algún miembro de la familia para continuar su cruzada socialista si la salud le impide continuar en la vanguardia política.
En los primeros compases de la enfermedad, todos miraron a su hermano Adán como el posible elegido para sucederlo, lo que provocó burlas del propio Chávez.
Veterano militante de izquierdas, el “Profesor Adán” fue uno de los primeros cicerones de su hermano menor en la política y ha sido su asesor en tiempos de crisis. Aunque siempre en un plano secundario de la revolución, muchos creen que será una pieza clave para gestionar cualquier relevo en la cúpula.
“A veces parece que el único consejero político en el que realmente confía es en su hermano Adán”, consideró Bart Jones, autor de la biografía no oficial Hugo!. “Tantos supuestos cercanos consejeros de Chávez han cambiado de bando en estos años que es natural que quiera cuidar bien la gente que está a su alrededor, es difícil saber quién podría ser el próximo en traicionarle”, agregó el escritor estadounidense.
Incluso se ha barajado la posibilidad de que María Gabriela Chávez, una de las hijas del primer matrimonio del mandatario pudiera saltar a la arena pública para defender el legado de su padre como un elemento fresco y renovador del chavismo.
“Tengan por seguro que, pase lo que pase, aquí estoy y aquí estaré para continuar su lucha (…) Y así como mi padre es un soldado, yo también quiero serlo”, escribió en los tumultuosos días de abril del 2002 en una carta publicada de nuevo por los
medios oficiales en el aniversario 10 del golpe de Estado contra Chávez, disparando especulaciones de aspiraciones políticas.
medios oficiales en el aniversario 10 del golpe de Estado contra Chávez, disparando especulaciones de aspiraciones políticas.
Por el momento, el presidente ha convencido a dos de cada tres venezolanos de que llegará a las urnas tocado pero no hundido, lo que está reforzando su popularidad mientras desvía la atención de la campaña de los problemas que agobian a los venezolanos como la criminalidad y la inflación.
“Independientemente de mi destino personal, la revolución ya tiene su impulso y nada ni nadie podrá detenerla”, dijo Chávez tras su tercer paso por el quirófano en febrero para extirparle una lesión cancerosa en la misma zona pélvica donde le habían detectado un tumor del tamaño de una pelota de béisbol.
Pero los largos e inusuales silencios del siempre locuaz jefe de Estado de 57 años, el visible impacto físico del cáncer entre las idas y venidas a La Habana para recibir tratamiento y algunas intervenciones estremecedoras de un irreconocible Chávez al borde de las lágrimas pidiéndole a Dios “no me lleves todavía” siguen arrojando interrogantes sobre el futuro de su controvertido proyecto socialista.
“El chavismo es una industria afectiva, melodramatiza todo lo que toca. Y con todo el proceso de la enfermedad del presidente ha demostrado que es capaz de incorporar a la intimidad de un cáncer los elementos de suspenso necesarios para que el espectáculo de la revolución jamás se detenga”, consideró Alberto Barrera, coautor de la biografía Hugo Chávez sin Uniforme.
“En el contexto de la enfermedad del presidente, los venezolanos no hemos recibido diagnósticos, sino dogmas de fe”, agregó el escritor y guionista venezolano.
Destruyendo al chavismo
El papel de los caudillos en ciertas épocas históricas es el de movilizador de masas: representante de una masa con la cual se identifica y a la cual esa masa reconoce sin que haya un procedimiento formal de legitimación”.
De esa manera sintetizaba Chávez en 1995 por qué el “por ahora” se convirtió en un fenómeno popular instantáneo que lo llevó en pocos años a la presidencia del mayor exportador de crudo de Sudamérica.
Ese sentimiento de identificación de millones de compatriotas sumidos en la miseria con el joven insurrecto fue la base de un liderazgo cuasi religioso que combina un origen humilde, magnetismo personal y una retórica épica de justicia social emulsionada por la mayor bonanza petrolera de la historia venezolana.
Con una influencia que es a la vez vertical -de la base a las cúpulas-, horizontal -entre las diferentes corrientes del chavismo- e incluso inversa, ya que sus detractores son más antichavistas que opositores, su eventual salida del juego político obligaría a redefinir políticamente Venezuela.
“El chavismo se ha convertido en mucho más que un partido o un movimiento. La relación Chávez-pueblo va más allá de lo netamente político, va directo a lo espiritual”, dijo Cabello a Reuters para explicar el carácter personal e intransferible de la jerarquía de su jefe sobre el oficialismo.
Su popularidad en las urnas ha sido probada en más de una decena de elecciones con apenas una derrota y su olfato político le permitieron sortear sucesivas crisis activadas por sus adversarios para sacarlo del Gobierno, que incluyeron un golpe de Estado, un paro petrolero y un referendo para revocarle el mandato, además de las deserciones de aliados cercanos.
Jaua, Maduro, Cabello, Adán. Ninguno de los supuestos sucesores logra atraer al electorado como Chávez, evidenciando que sin el Comandante se pierde el carisma y el verbo apasionado donde campean el prócer independentista Simón Bolívar, Fidel Castro y Jesucristo y con el que, entre chistes y anécdotas, va construyendo la doctrina del chavismo en vivo y directo.
Analistas creen que, llegado el caso, una sucesión negociada por el propio Chávez con los sectores críticos del proceso y respaldado públicamente ante las bases sería la vía más factible para evitar una implosión del oficialismo y facilitaría la continuidad del “chavismo”.
Sin embargo, una abrupta desaparición de la escena política amplificaría el riesgo de conflicto al dejar a la dirigencia sin un referente aprobado por el Comandante-Presidente que permita mantener aglutinado al chavismo duro, los incondicionales que según los estudios suponen un tercio del electorado.
Nadie sabe cómo responderán los militantes radicales organizados en numerosos cuadros del partido socialista, la milicia nacional bolivariana o difusos grupúsculos armados, ni a quién seguirían en caso de una dispersión en el oficialismo.
“Hay poca transparencia interna dentro del chavismo para identificar los grupos y sus posiciones”, dijo José Antonio Gil Yepes, de la encuestadora Datanálisis. “Pero la duda final no es hacían dónde irán, sino si se mantendrán unidos”.
El “hiperpresidencialismo” del que advirtieron durante años los sectores críticos del proceso ha transformado la enfermedad de un solo hombre en una monumental amenaza a todo el sistema que, como un laberinto, se erigió en torno a él.
Ya en 1995, recién salido de la cárcel y despojado de su grado militar, Hugo Chávez reflexionaba ajeno a todo lo que ese “por ahora” le depararía en el futuro: “¿Será eso una maldición, hacer depender un proceso de un solo hombre? ¿Será un virus, que se repite?”.
Por Enrique Andres Pretel