AFP) – El legendario pianista y compositor cubano Bebo Valdés, fallecido el viernes a los 94 años en Suecia, pasó medio siglo en el exilio, pero la música de Cuba y sus raíces africanas nunca dejaron de ser su pequeño universo y el centro de su gran éxito.
“Luto en la música: Falleció Bebo Valdés”, anunció este viernes en portal oficialista Cubadebate.
“Duelo para la música por Bebo Valdés, se nos fue el más grande”, afirmó en Twitter el cantaor flamenco Diego ‘El Cigala’ que trabajó con Bebo en el disco “Lágrimas negras” producido por el cineasta español Fernando Trueba, quien relanzó al pianista a la fama con el documental “Calle 54″ (2000).
Allegados al artista dijeron a la prensa española que el legendario músico, nacido en la localidad cubana de Quivicán en 1918 y cuyo verdadero nombre era Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro, sufría Alzheimer.
Elegante, locuaz y hombre de eterna sonrisa, inició su carrera tocando el piano en salas de fiestas en la década de 1940 y luego integró varias orquestas cubanas, entre ellas la del famoso cabaret Tropicana, antes de formar en 1952 su ‘big band’ Sabor de Cuba, con la que hizo época y conoció la fama.Valdés, también arreglista y director de orquesta, fueprotagonista central de la época de oro de la música cubana en los años 1950 y, por su lucidez, era considerado una enciclopedia musical.
Después de viajar por México, Estados Unidos y Europa, abandonó Cuba en 1960 tras el triunfo de la revolución de Fidel Castro, radicándose en Suecia, y prometió no volver hasta que hubiera un cambio de régimen, promesa que cumplió.
“Soy un hombre democrático totalmente. Mientras tú no infrinjas la ley, haz lo que tu quieras. Ahora, no me obligues a mí a hacer lo que tú haces”, dijo Bebo, en una entrevista en 2001, al explicar su decisión.
Padre del laureado pianista Jesús ‘Chucho’ Valdés, enemigo del ron y del tabaco, Bebo estuvo en la génesis y evolución del mambo, el “feeling” y el jazz latino, y organizó la primera descarga cubana (jam session) que se grabó en La Habana en 1952, a iniciativa del afamado productor estadounidense Norman Granz.
“Admiro a mi padre como ser humano y como músico. Su obra ha trascendido y ha influido en todas las generaciones posteriores”, expresó Chucho Valdés en una reciente entrevista.
Bautizado “Caballón” por su alta estatura, Bebo trabajó como pianista y arreglista de Ernesto Lecuona, el compositor cubano más difundido en el mundo, y de los cantantes Rita Montaner, Celia Cruz, Miguelito Valdés y Lucho Gatica, entre otros, además de compartir escenario con Nat King Cole.
En Estocolmo, donde formó una nueva familia, pasó 30 años tocando el piano en hoteles, alejado de los grandes escenarios y estudios de grabación, pero nunca dejó de componer. Allí concluyó en 1997 su antológica “Suite cubana”, “sin pensar en cómo y cuándo la grabaría”, según manifestó años después.
Pero fue de la mano del cineasta español Fernando Trueba que el ya octogenario Bebo reconquistó al gran público, tras grabar en 2000 el disco y la película “Calle 54″ y, tres años después, “Lágrimas negras” junto con el cantaor flamenco Diego ‘El Cigala’, disco que dio la vuelta al mundo.En 1994 el músico cubano Paquito D’Rivera -exiliado en España- lo invitó a participar en un disco, que marcó su retorno al mercado discográfico internacional. “Bebo Rides Again” salió para que “empezara a cabalgar otra vez en esto de la música”, solía destacar.
Seleccionado el mejor disco de 2003 por el diario The New York Times y galardonado al año siguiente con un Grammy, al disco siguieron, entre otros el antológico “Bebo de Cuba” (2004), y “Juntos para siempre” (2008), el primero que grabó completo a dúo con Chucho en casi medio siglo.
Autor de más de 170 obras, ganó, entre otros galardones, siete premios Grammy, seis Goyas, y cinco Premios de la Música (también españoles), y fue nombrado en 2011 junto con su hijo Doctor Honoris Causa del Berklee College of Music de Boston, considerada la mejor escuela de jazz del mundo.
Pese a su extenso palmarés, decía que su mayor satisfacción era haber legado una familia de excelentes músicos, entre hijos y nietos, y su mayor anhelo era el de ser recordado “con el corazón que he puesto cuando hago música”.