Aunque usted no lo crea, existen personas que madrugan en las afueras de los establecimientos donde expenden alimentos a precios regulados, para “apartar” espacios en plena vía pública y ser “vendidos” a quienes progresivamente llegan durante la mañana. El precio: treinta bolívares.
Eso sucede en el sector La Michelena de Valencia. Con recipientes de agua para apaciguar el calor y cubiertos debajo de la escasa sombra que ofrecen las sombrillas, se mantienen más de 200 personas diariamente para comprar tres pollos y uno que otro alimento en embutido.
La experiencia de levantarse a las 5:00 de la mañana y asistir a la tienda, desde cualquier parte del estado Carabobo, es para varios sexagenarios una “verdadera odisea”. Paradójicamente la queja de los usuarios no radica en la cantidad de dinero que gastan durante la compra, sino en el tiempo que deben esperar en una cola para hacer la misma, acción que desde hace dos años se ha convertido en una rutina perenne de todos lo venezolanos.
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