La petrolera brasileña OGX, joya de la corona del grupo empresarial liderado por el magnate Eike Batista, ha iniciado un proceso de concurso de acreedores, escenario previo a la quiebra. Batista, otrora el séptimo hombre más rico del mundo, envidiado en su país por encarnar como nadie lo que se denominó el milagro brasileño, enfrenta hoy el mayor proceso de quiebra empresarial conocido en Latinoamérica. Las acciones de OGX han perdido casi el 100% de su valor en los últimos meses, hasta cotizarse este miércoles a 0,16 reales (siete centavos de dólar), el mínimo valor desde su entrada en bolsa. Ante la dramática situación, el objetivo de la petrolera es ganar tiempo para negociar contrarreloj una nueva inyección de capital y llegar a un acuerdo con los acreedores que le permita reestructurar la deuda total, calculada en 11.200 millones de reales (algo más de 5.100 millones de dólares).
OGX, de capital abierto y formada por las sociedades OGX Petroleo e Gás Participações S.A., OGX Petroleo e Gás S.A., OGX Internacional e OGX Austria, está en deuda con los tenedores de sus títulos en el exterior, con proveedores y con la empresa OSX, también de propiedad de Batista. A principios de este mes el buque insignia del empresario brasileño comunicó al mercado la suspensión del pago de 45 millones de dólares en intereses de bonos emitidos en el exterior que vencían el uno de octubre. La empresa se dio un plazo de 30 días para negociar con sus acreedores y “adoptar las medidas necesarias”. Las conversaciones, desarrolladas en Nueva York y Río de Janeiro, sede de la empresa, concluyeron esta semana sin éxito y dan paso a un desabrido proceso en el que un juez mediará en las nuevas asambleas de acreedores con el objetivo de evitar la quiebra definitiva de OGX.
Tras hacerse público el fiasco de las negociaciones, los papeles de OGX se desplomaron un 20,69% el martes y un 26,09% el miércoles. Si los tribunales de Río aceptan la petición de los abogados de la petrolera de acogerse a la ley de quiebras, los accionistas minoritarios no podrán vender sus acciones, que dejarán de cotizar en bolsa.
OGX, pertenece al conglomerado EBX y fue constituida en 2007 tras obtener los derechos para explorar y extraer crudo en 21 áreas petroleras en el litoral brasileño. Su lanzamiento se produjo a bombo y platillo, con una venta masiva de acciones que le permitió ingresar más de 3.000 millones de dólares. El 15 de octubre de 2010 la compañía alcanzaba su clímax financiero con un valor de mercado de 75.200 millones de reales (más de 34.000 millones de dólares) y acciones vendidas a 23,27 reales (10,6 dólares).
La euforia comenzó a declinar el año pasado, cuando la petrolera reconoció que sus previsiones de extracción para el yacimiento de Tiburón Azul habían sido demasiado optimistas. Poco después OGX también reduciría a un tercio las reservas calculadas inicialmente en el yacimiento de Tiburón Martillo. En ambos casos, las dificultades técnicas para extraer crudo a varios kilómetros de profundidad, en pleno océano Atlántico, fueron el argumento para explicar la revisión a la baja de las reservas calculadas.
Según la columnista de O Globo, Miriam Leitão, Batista “fomentó la especulación e infló de forma artificial el valor de mercado de proyectos que no habían sido bien madurados. El Gobierno y el mercado se equivocaron por haber creído en su delirio”.
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