Lo Último

.

.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Belo Horizonte, la capital mundial del fútbol

Cuentan que en las calles de Belo Horizonte es imposible hablar de otra cosa. La pelota pica en cada vereda aunque no esté, aunque nadie la vea, aunque ninguno pueda patearla. En cualquier lugar: desde los vértigos del centro hasta los encantos de Pampulha -con la arquitectura de Oscar Niemeyer- o las bellezas de Mangabeiras, pasando por cada uno de los bares que convierten a la ciudad en la principal sede brasileña del rubro. Se habla de fútbol. Se discute de Cruzeiro, estupendo campeón del Brasileirao, y de Atlético Mineiro, mágico campeón de América.
 Quienes ahora caminan esos rincones y son ajenos sostienen que los locales exageran. Pero allí -ambiente de fútbol, territorio de palabras bien contadas- están convencidos de una verdad que resulta difícil desmentir: la ciudad, allí donde residirá Argentina en la Copa del Mundo del año próximo, es la Capital Mundial del deporte más practicado. Son omnipresentes los dos gigantes del fútbol mineiro. Están allí, en cada espacio. Laten.
El Atlético fue desde sus comienzos un pionero del estado de Minas Gerais. Es la institución en actividad más antigua del lugar (nació en 1908). Siete años después de aquellos días inaugurales participó de la primera edición del torneo Estadual. Y lo ganó. Desde entonces, se transformó en un protagonista insoslayable de la pelea por el título regional. De hecho, es el más campeón del torneo Mineiro (con 42 títulos; siete más que Cruzeiro). Pero el dominio no lo pudo trasladar de idéntico modo al ámbito nacional: apenas fue campeón una vez del Brasileirao (en 1971, en la primera edición, en tiempos en los que Brasil daba cátedras de fútbol por el mundo) y obtuvo cuatro subcampeonatos (el último, en 2012). Y recién este año consiguió su gran lanzamiento internacional. En sus vitrinas estaban las dos Copas Conmebol, pero ahora luce brillante esa Libertadores que tanto orgullo brindó y brinda. Y mientras tanto, se prepara para el gran desafío: el Mundial de Clubes de la FIFA, que se disputará el mes próximo en Marruecos.
Hasta este 2013 mágico, había otro principal motivo de orgullo: la popularidad y la fidelidad de su torcida (conocida como A Massa). De acuerdo con la encuesta reciente de la consultora Pluri Stochos, es la novena del país, justo delante de Inter de Porto Alegre, Fluminense y Botafogo. Sin embargo, es la segunda hinchada en cuanto a venta de entradas por partido en la historia del Brasileirao. Conclusión muy simple: sus simpatizantes son -quizá- los más seguidores del país. Lo dijo alguna vez el periodista y escritor Roberto Drummond: "Si usted ve una camiseta blanca y negra perdida en la tempestad se dará cuenta de que el Atleticano irá contra el viento". Los del Cruzeiro -lógica y rivalidad pura- lo desmienten. Y el mismo trabajo de la consultora lo acredita: los azules están sextos en ese ranking que lideran Flamengo y Corinthians. Tienen, además, otras razones para la jactancia: los récords de público en el Mineirao y en la final de una Copa Libertadores, ambos conseguidos en 1997.
La gloria deportiva también es patrimonio del Cruzeiro. Aunque tiene menos títulos regionales, es el domindor a nivel nacional e internacional. Suma tres trofeos en el Brasileirao, incluyendo el obtenido la semana pasada; es el más ganador de la Copa de Brasil (con cuatro conquistas, junto a Gremio); y obtuvo dos Libertadores (en 1976 y 1997) y otros cinco títulos internacionales. Y tiene varios hechos relevantes para exhibir en su palmarés: como aquellos cinco títulos Estaduales consecutivos en los años sesenta, con el Atlético justo detrás en cada uno de ellos; o como la triple corona obtenida por ser el campeón de las tres competiciones anuales en un mismo año (Estadual, Copa y Brasileirao). En cualquier caso, más allá de disputas de pasiones y de vitrinas, queda claro que ambos clubes son dos gigantes de Minas Gerais, de Brasil y del mundo.
Gustavo Flores es argentino, periodista, y allí estuvo en ocasión de la última final de la Libertadores que el Cruzeiro disputó. Aquella de 2009, cuando se consagró Estudiantes. Quedó impresionado con un detalle que nada tenía de azar: el apoyo incondicional de los hinchas del Atlético por el equipo platense. Participó de los festejos en el centro de la ciudad. Comprobó que la victoria de Estudiantes se parecía mucho a una victoria de O Galo. La anécdota es el retrato de la rivalidad: no les alcanza con la victoria propia; desean profundamente la derrota ajena. Flores cuenta otro asombro de aquella ocasión: "Era increíble la cantidad de mujeres que había en el estadio con la camiseta del Cruzeiro". En Belo Horizonte el fútbol es inclusivo. Es una pasión que habita a todos.
Curiosamente este duelo no nació como la rivalidad preponderante de Minas Gerais. Y recién comenzó a transformarse en un auténtico clásico a partir de los años 50. Durante la primera mitad del siglo XX, la cita más relevante enfrentaba al Atlético contra el América, campeón durante diez temporadas consecutivas entre 1916 y 1925. El Cruzeiro, llamado por ese tiempo Palestra Italia, alcanzó en 1929 el primero de sus tres títulos regionales seguidos. Pero recién dos décadas después se consolidó como el archirrival del Alvinegro. Desde entonces, algunos hitos fueron acrecentando la disputa. Entre ellos, el trofeo del Estadual que tuvieron que compartir en 1956 y la inauguración del estadio Governador Magalhaes Pinto, el famoso Mineirao, a mediados de los años 60. Ya no hubo marcha atrás. Martín Tenca es abogado y periodista y conoció el clásico desde adentro, en varios tramos de los años noventa. "Se vive con una intensidad increíble. El partido no dura noventa minutos. Se juega todos los días. Tiene cierto parecido con lo que sucede en Rosario entre Central y Newell's: una rivalidad que roza la exageración". Así se vivía. Así se vive.
Los dos ofrecieron estrellas de las mejores a este clásico. El Atlético aportó al más querido de sus superhéroes: a José Reinaldo de Lima todos lo conocían como Reinaldo y lo admiraban por sus goles y por su sentido de pertenencia. Hizo 255 tantos, ganó siete Estaduales entre los años 70 y 80 y se transformó en una referencia insoslayable para los hinchas. En 1980 -para verlo a él- se batieron récords de concurrencia al Mineirao. Más de 115.000 personas pagaban su entrada. Según Zico, fue el mejor futbolista que él vio después de Pelé. A Reinaldo, en Belo Horizonte, lo llamaban O Rei do Mineirao. Y cada gol suyo era también un mensaje para el mundo: levantaba el brazo izquierdo y cerraba el puño. Era en solidaridad con el Partido de los Panteras Negras, que en Estados Unidos luchaba contra el racismo y cuestionaba al capitalismo. A la dictadura brasileña le molestaban sus festejos incluso más que a los rivales del Cruzeiro. Mario de Castro, Guará y Said -figuras míticas de las primeras décadas-, Dadá Maravilha, Toninho Cerezo, Eder, Kafunga, Tafarell y ahora Ronaldinho son algunos de los muchos cracks que O Galo exhibió.
Para el Cruzeiro también jugó una constelación. Es cuestión de repasar. Eduardo Gonçalves de Andrade es el nombre completo de uno de los más inmensos cracks de los años 70: Tostao. El fue y él es el mayor de los ídolos vestidos de azul. El mundo lo conoció en el contexto de un equipo irrepetible: el seleccionado brasileño que ganó el Mundial de 1970. En los cinco años anteriores, había participado del memorable pentacampeonato del Cruzeiro en el Estadual. Con un detalle añadido y descriptivo: en cuatro de esas ocasiones resultó el máximo anotador. El apodo desnudaba su dimensión: O Rei Branco. Pero el brillo de los cracks de Raposa -otro de los nombres con los que se llama al Cruzeiro; también el nombre de su mascota- no empezó ni terminó en él. Dirceu Lopes -más de 600 presencias, 223 goles-, Niginho -goleador en cada uno de sus tres ciclos-, Wilson Piazza, Palhinha, Bengala -uno de las primeras figuras, en tiempos de Palestra Italia- y Ademir son algunos de los que componen el paraíso del Cruzeiro. Los hinchas del Atlético, sin embargo, insisten en que aunque no es azul su cielo resulta más grande. Cosas que suceden en la Capital Mundial del fútbol.
EL PAIS