Argentina: Las ambiciones del ministro de Economía
La figura de Axel Kicillof es relevante por tres motivos. Primero, es el primer economista de confianza de la Presidenta tras la muerte de su esposo. Néstor Kirchner fue el único jefe de la economía nacional entre 2005 y 2010. Segundo, es el portador de una fórmula que entusiasma y con la que Cristina Kirchner se identifica: el Estado debe conducir administrar los precios y monitorear los balances de empresas en determinados mercados. Tercero, Kicillof es el primer economista que entendió la psicología de la Presidenta y ganó la confianza de su hijo Máximo.
Kicillof es el hijo de madre psicóloga y padre psiquiatra, es el producto de una familia intelectual de clase media de Las Heras y Uriburu. Le gusta escuchar a las personas que están a su alrededor y, además, sabe hacerlo.
Kicillof controla la caja de los contratos con los organismos internacionales y de ahí su primera pelea con Amado Boudou en 2011. No aprueba un regreso a los mercados como alentó Hernán Lorenzino, aunque si avisó que gestionará nuevos créditos del BID o el Banco Mundial para financiar obras de infraestructura. Administra un poder superior al de dirigentes de su edad como Mariano Recalde, presidente de Aerolíneas Argentinas, o Andrés Larroque, diputado nacional por el Frente para la Victoria. Superó incluso a Guillermo Moreno.
Bajo la órbita de Kicillof continuará la designación de losrepresentantes del Estado en empresas privadas. Nombró a economistas de su confianza en 15 de las 30 compañías donde el Estado tiene representantes. Es el presidente de la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas, y miembro del directorio en dos de las empresas más grandes del país: Siderar e YPF. Además de llevar las riendas del Plan Procrear.
Un director de una empresa importante, que se sienta al lado de Kicillof en la mesa, dice de él: “Siempre es tildado de marxista y no ha tenido oportunidad de mostrarse como pragmático. Esta es su oportunidad para quitarse esa mochila”. Pese a las amenazas propiciadas a Paolo Rocca, Kicillof nunca votó en contra en una asamblea de Siderar.
Nadie accede a la confianza de Cristina o Máximo Kirchner sólo porque sea inteligente o se identifique con un proyecto político. Como decía Ortega y Gasset, la ambición no es una virtud ni un defecto: es solo una premisa. En su vida nunca se apartó de la trayectoria que lo llevó a jurar delante de un presidente.
Muchos economistas que hoy trabajan con políticos construyeron su perfil. Y Kicillof también: egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires, curso de liderazgo con alumnos del Colegio San Andrés, medalla de Honor en la UBA.
Kicillof aún no consiguió resultados contundentes. Ni en Aerolíneas, ni en YPF, ni en la economía real. Es lógico que ahora reciba más reclamos por ello. Su ambición inmediata pasa por detener la sangría de dólares y hacer crecer la economía. Y mostrar un INDEC creible.
EL CLARIN