Una bandera del grupo Estado Islámico a un lado, una metralleta al otro. Así comenzaba el video en el que Amedy Coulibaly declaraba su lealtad al grupo, realizado horas antes de que dirigiera sus pasos hacia un supermercado en el este de París, tomara varios rehenes, matara a cuatro de ellos y él resultara abatido por la policía.
El ataque ocurría dos días después de que los hermanos Said y Cherif Kouachi ingresaran armados a las oficinas de la revista Charlie Hebdo y mataran a 12 personas.
Los hermanos tenían vínculos con al Qaeda en la Península Arábiga, la franquicia del grupo extremista en Yemen, ahora conocida como Aqap y aseguraron, antes de morir, que lo habían hecho en su nombre.
Los ataques de París de la semana pasada muestran un extremismo nuevo: individuos locales que actúan “en nombre de”, conectados con otros que comparten su ideología, pero que parecen autocoordinados.
Y a pesar de que Aqap salió a decir que, efectivamente, se adjudicaban el ataque, hay más dudas que certezas sobre el papel real que jugaron en los ataques estos grupos extremistas.
“No sabemos cuán profundo es este vínculo”, le dice a BBC Mundo Milena Uhlmann, investigadora de la Universidad Humboldt de Berlín, experta en conversión y radicalización.
Lo que sí se sabe es que ambos grupos son rivales y compiten por el liderazgo de la lucha yihadista en la región. Por lo tanto, es poco probable que alguno apoyara una operación donde el otro estuviera involucrado.
¿Un nuevo tipo de terrorista?
Pero, ¿cuál de los grupos está, entonces, detrás de los ataques?
“La respuesta parece ser ninguno. O ambos”, asegura Clint Watts, investigador del Foreign Policy Research Insitute de Washington, experto en terrorismo, en su blog “The War of the Rocks” (La guerra de las piedras).
Lo que plantea Watts es lo mismo que piensan muchos de quienes estudian el tema: ha nacido un nuevo tipo de combatiente que ejecuta actos extremistas. Uno que no necesariamente pertenece a uno en particular, sino que se inspira en una combinación de ambos grupos, como los Kouachi.
“Sin embargo, que sus acciones estuvieran completamente dirigidas parece poco probable”, asegura Watts.
Aunque los expertos coinciden en que es muy pronto para descartar que alguno de estos grupos esté detrás de los ataques, pareciera que tanto el objetivo como la determinación del momento y la forma fueron fruto de una planificación local más que coordinada desde el otro lado del mundo.
“No necesitan demasiada preparación, no utilizan demasiados recursos y los objetivos siempre están ahí”, le explica a BBC Mundo Linda Alzaghari, investigadora en extremismo islámico y directora de Minotenk, centro de investigación noruego experto en minorías políticas.
Y la amenaza está más diversificada. “Todo puede ser un objetivo y todos pueden ser una amenaza”, señala Uhlmann.
Solitarios, pero no independientes
Tras las prácticamente infranqueables medidas de seguridad globales que se instalaron luego de los atentados de Nueva York (2001), Madrid (2004) y Londres (2005), un ataque masivo como el de las Torres Gemelas es casi impensable.
“Dados los niveles de seguridad actuales, pensar en algo muy grande es poco realista”, comenta Alzaghari.
Los grupos extremistas islámicos cambiaron la estrategia. En vez de reclutar combatientes para recibir entrenamiento militar en profundidad en alguna de sus bases –como hacía antes al Qaeda–, ahora diseminan globalmente su ideología, explican cómo utilizar armas –y dónde conseguirlas– en internet y utilizan combatientes “locales”.
“(El resultado) es más peligroso, porque estamos hablando de infiltración mental“, explica Uhlmann.
Desde el otro lado, toda una generación joven de islamistas radicales –muchos de ellos incluso conversos– y disconformes con las sociedades occidentales en las que están inmersos comenzaron a identificarse con el yihadismo y a informarse sobre el mismo.
“Son bastante exitosos en penetrar en la juventud y acentuar el proceso de radicalización”, asegura Uhlmann.
“EI es un movimiento más que una organización”, dice la investigadora alemana respecto de su alcance global.
Según la experta en radicalización, la forma en que el mensaje de EI se expande está más basada “en una narrativa que en una ideología”, es decir, es menos coherente, basada en individuos más que en la cohesión social y no cuenta con una visión común del mundo.
Atacantes suicidas postmodernos
Lo que el mundo enfrenta hoy son ataques realizados por individuos “en el nombre de”, más pequeños, pero con “efectos simbólicos importantes”, explica Alzaghari. Como el de Charlie Hebdo.
“El problema es que son casi imposibles de detectar. Muy difíciles de prevenir ya que los planean ellos mismos”, comenta.
“Son la versión moderna de los combatientes suicidas. Saben que al final van a terminar muertos“, explica la investigadora noruega.
A diferencia de los de antiguos, estos lobos solitarios y suicidas no necesariamente siguen el patrón de una organización o grupo ni le deben completa fidelidad.
Este tipo de ataques tienen un fuerte componente individualista. “La posmodernidad se trata de encontrar tu propia manera sin estar integrado a un grupo más grande. Es una forma posmoderna de atacantes suicidas”, coincide Uhlmann.
Por: Constanza Hola Chamy / BBC Mundo