El Grupo de Expertos sobre Inmunización (SAGE) certificó que entre abril y mayo de 2016 todos los países deben haber hecho la transición de la vacuna oral trivalente contra la poliomelitis (OPV) a una bivalente.
El objetivo de esta transición es evitar los contagios derivados, precisamente, de la inmunización.
La polio es una enfermedad infecciosa potencialmente mortal que afecta sobre todo a niños menores de 5 años.
El virus se transmite a través de comida o agua contaminada ingerida por el menor, se multiplica en el intestino, y desde ahí invade el sistema nervioso central y puede causar parálisis parcial o total en unas pocas horas.
Una de cada 200 infecciones acaba en parálisis irreversible -normalmente de las piernas- y entre los paralizados, entre 5 y 10% mueren al dejar de funcionar los músculos de los pulmones.
Como no hay tratamiento, solo hay un arma frente a la misma: la vacunación.
En lugares con problemas de saneamiento y bajos niveles de inmunización a menudo surgen brotes entre la población infantil, que contrae el virus a través del contacto con los excrementos de niños que han sido inmunizados con la OPV.
En las últimas semanas han surgido brotes en Madagascar, Guinea Mali y Ucrania.
90% de estos brotes surgen por el virus tipo dos, que si bien se ha erradicado en su forma salvaje, sigue vivo en la vacuna trivalente (que contiene los tipos 1, 2 y tres).
La idea es no usar más la vacuna trivalente que lo contiene, y hacer la transferencia hacia la vacuna bivalente que no lo incluye, para que no haya rastros que puedan contaminar a niños con baja inmunización.
La transición está en marcha y según se determinó hoy debe concluir en siete meses.
Fuente: EFE