El exlíder sindical Ricardo Berzoini (Juiz de Fora, Minas Gerais; 1960) es una especie de comodín del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil. En casi 13 años de gobiernos del PT estuvo en cinco ministerios, en la secretaría general y en la presidencia del partido.
También fue uno de los principales defensores de la administración Lula en el Congreso y hoy en día tiene la difícil misión de recomponer la base parlamentaria de Dilma Rousseff. Quizá por ese carácter de soldado sea uno de los pocos militantes destacados que aún llevan una pequeña estrella, el símbolo PT, clavada en la solapa izquierda. Como ministro jefe de la recién creada Secretaría de Gobernación, Berzoini es cauteloso cuando habla del apoyo político que el gobierno tiene en la Cámara contra el proceso de destitución a Dilma.
Pregunta. ¿Cuál es su valoración de este turbulento 2015?
Respuesta. Ha sido un año muy difícil, porque conjugó varias cuestiones críticas para el gobierno y para Brasil. El año pasado tuvimos una elección con un margen de victoria muy estrecho, con el que los derrotados no se conformaron. Es decir, contestaron de todas las formas posibles el resultado de las urnas. Simultáneamente se produjo una crisis económica causada por dos factores: el primero fue el agotamiento fiscal del Estado, sumado al hecho de que toda la política anticíclica que se utilizó para sostener el empleo y los ingresos llegó a su límite. El segundo fue que se llegó a ese límite justo cuando las materias primas se desplomaron en el mundo entero. Todo eso nos llevó a tener un año de crisis. A pesar de esta dificultad logramos resistir, hacerle frente a esta tentativa de desconstitución y que el gobierno consiguiese terminar el año con capacidad de realizar una parte importante de ese ajuste en el presupuesto.
P. ¿En qué se equivocó el Gobierno en este año de crisis?
R. El principal error que cometimos fue no darnos cuenta de que había cambiado bastante la composición de la base del Gobierno y del propio Congreso Nacional. Claro que no es un error que uno cometa por descuido, sino porque hay una nueva situación, con partidos fragmentados y una presión mayor de ese ambiente político y de la sociedad sobre el Congreso. Al mismo tiempo, el Gobierno tuvo que presentar agendas que son desagradables, como reorganizar el sistema del seguro de desempleo y tratar las directrices de la seguridad social.
P. ¿Con la actual base del Gobierno, ustedes consiguen detener el proceso de destitución en la Cámara?
R. La disputa política en torno a esta cuestión es inevitable. La fundamentación debe ser de carácter jurídico, pero es un proceso político, principalmente en la Cámara. Vamos a votar para mostrarle al país que no es bueno, en términos políticos, que no haya una fundamentación jurídica. Si tenemos votos o no, aún no sé decirlo. No se sabe el resultado de un partido aún no jugado. Vamos a tener que jugar mucho más para tener más que lo mínimo necesario, pero con la humildad de que el gobierno está en proceso de estabilización de la base.
P. ¿Cómo es la relación, cuál es el clima con el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, que puso en marcha el proceso de destitución?
R. Por supuesto, hay un clima de guerra. Porque él tomó una decisión unilateral por creer que las acciones del Fiscal General de la República tenían alguna conexión con el Gobierno. Él pasó a creer que era perseguido por el Gobierno. Nunca hemos sabido de tal persecución y no creemos que el papel del Gobierno sea perseguir a nadie. Y las cuestiones de investigaciones de la Fiscalía General y las denuncias ante el Tribunal Supremo deben tratarse en sus espacios propios. Creo que él ha pasado a darle prioridad a su situación personal, en detrimento de la agenda del país.
P. El desgaste del PMDB quedó demostrado en la carta que el vicepresidente Michel Temer le envió a la presidenta. ¿Es esa la lectura del Gobierno?
R. Creo que sí. Eso tiene una relación de causa y efecto. El ambiente político está más propicio a estimular divergencias que concordancias. Quien tiene responsabilidad política sin duda mira el escenario y ve que cuanto mayor ha sido la dispersión política, peor para el pueblo brasileño. Cuanto más construyamos acuerdos y entendimientos, mejor. Tenemos un reto para 2016, que es precisamente ese. Nuestra gran tarea es mirar hacia lo esencial. Lo que interesa para que el país se construya económicamente para los próximos seis, siete, ocho años, independientemente de quién sea el presidente. La prioridad no es discutir quién va a estar gobernando o no. 2016 es un año para debatir una serie de medidas estructurales para que la economía brasileña se fortalezca. Nadie sabe quién será el presidente en 2019, pero sabemos que Brasil continuará existiendo. Quien esté en el gobierno tendrá que poder gobernar.
P. ¿Qué perspectivas hay ante la crisis?
R. Hay una tendencia a que la gente vea solo la crisis, como si existiese tan solo la propia crisis. Tenemos una serie de sectores dinámicos en el país que están contratando, que producen riqueza y se disputan el mercado internacional.
P. ¿Incluso con el crecimiento del desempleo?
R. Creo que el desempleo es la principal variable que tenemos que buscar en términos de resultados económicos, pero no podemos ver eso como si fuese un fenómeno exclusivo de Brasil. Si tuviésemos una visión de que el aumento del desempleo revela una desestructuración completa de la economía, España, que tiene un desempleo de un 21% o un 22%, ya estaría completamente desestructurada. Acabaron de celebrar elecciones allí y el marco político se mostró fragmentado, con dificultad para formar un nuevo Gobierno. Así como otros países. Portugal tuvo un cambio de Gobierno. Argentina también. Esos procesos políticos, que traducen las dificultades económicas, deben manejarse con sabiduría. Nosotros no podemos, ante resultados negativos de la economía, entrar en pánico o tratarlos como si fuesen algo aislado, exclusivo de Brasil. Toda la economía mundial pasa por una nueva fase, un nuevo ciclo, y los países que producen materias primas, como Brasil, sufren un poco más.
P. El mercado reaccionó mal ante el cambio del ministro de Hacienda. ¿Cómo sustituir a Joaquim Levy por Nelson Barbosa apoyará los planes del Gobierno?
R. La reacción del mercado es normal. Hay una tendencia del mercado a mirar solo hacia el corto plazo. Todos sabemos que no hay magia que hacer y que sin equilibrio fiscal no hay credibilidad para la economía. Y sabemos que, además de equilibrio fiscal, debemos buscar estrategias para la reanudación del crecimiento. Si nos resignamos y creemos que todo se debe a la situación externa, no vamos a tomar las medidas que pueden resolver los problemas internos de Brasil. Este es el momento de rompernos la cabeza para encontrar un camino, con responsabilidad fiscal y cumplimiento de las normas presupuestarias, que cree una expectativa de crecimiento. La gente quiere respirar los aires del optimismo y no solo resignarse.
EL PAIS