Las emisiones radiactivas de una determinada magnitud son dañinas para la salud y incluso mortales, ya que pueden destruir las células.
Los daños son diferentes y dependen de la duración, el tipo y la fortaleza de la radiación. Los expertos diferencian entre daños agudos y consecuencias posteriores.
Una baja dosis de radiación puede ya cambiar la herencia genética y desencadenar cáncer a largo plazo. Los científicos debaten qué dosis de radiación puede provocar esos daños.
Especialmente la leucemia y los cánceres de tiroides, de pulmones o de pecho son consecuencias posibles posteriores.
Sin embargo, los daños menores de la herencia genética pueden superarse.
Las exposición a dosis más altas de radiación provoca sin embargo fiebre, malestar, quemaduras de la piel y la región bucal, así como caída del pelo, hemorragias internas y en el peor caso, la muerte.
Las consecuencias de una radiación de gran parte del cuerpo o de todo el organismo se denominan enfermedades por radiación. La intensidad de la emisión se mide normalmente en gray (Gy), que indica la medida de radiación absorbida por el tejido.
A partir de un gray, el cuerpo reacciona relativamente rápido con malestar, fiebre y diarrea. Si afecta a la médula ósea puede haber hemorragias e infecciones.
Una dosis superior a cinco grays afecta sobre todo al tracto intestinal, aunque con un tratamiento adecuado los afectados pueden recuperarse.
En el caso de una radiación a todo el cuerpo con más de seis Gy, las opciones de supervivencia incluso con un tratamiento adecuado son bajas. A partir de los 15 Gy, no hay tampoco posibilidades de sobrevivir.
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