El exministro brasileño de Seguridad Alimentaria, José Graziano da Silva, será el nuevo director general de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas. Visto como un símbolo del programa Hambre Cero que puso en marcha Lula da Silva en su primer Gobierno, Graziano se impuso en la segunda votación al exministro español Miguel Ángel Moratinos por un margen muy estrecho: 92 votos contra 88. Los otros cuatro aspirantes decidieron retirarse tras la primera ronda. El catedrático de Economía brasileño y responsable de la FAO para Latinoamérica sucede en el cargo al senegalés Jacques Diouf, que llevaba 18 años al frente del organismo.
Aunque Da Silva partía como favorito, Moratinos y la delegación española, comandada por la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, y la de Medio Rural, Ambiente y Marino, Rosa Aguilar, lucharon hasta el último voto.
Un margen de cuatro países entre los 180 que ejercieron su derecho al voto decidió el resultado final, que pareció decantarse durante una imprevista reunión de los países del G-77, el grupo de naciones en vías de desarrollo que desde 1964 defiende en los organismos de Naciones Unidas la cooperación sur-sur.
El encuentro se produjo entre la primera y la segunda y definitiva votación, lo que suscitó el malestar español. Durante la reunión, pesos pesados africanos como Suráfrica y Tanzania pidieron el voto para Brasil, que ya contaba de inicio con el apoyo del Grupo Latinoamericano -salvo México-, y el del bloque del Caribe. E Indonesia, que había recibido 12 apoyos en la primera vuelta, aconsejó a sus votantes que apoyaran a Graziano.
La deshonrosa actuación de la Unión Europea, que una vez más enseñó su decadencia presentando a dos candidatos, contribuyó también a la derrota del candidato español. En la primera vuelta, el aspirante austriaco, Franz Fischler, obtuvo solamente diez votos, entre ellos el de Alemania, y a pesar de ello no dio muestras de querer retirarse para dejar el camino expedito a Moratinos. Solo las presiones de la misión española y la insistencia de Estados Unidos convencieron a Fischler de tirar la toalla.
La candidatura del austriaco había sido impulsada por el presidente portugués de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso. En su primer discurso como nuevo director general, Graziano no olvidó agradecer a los países lusófonos su decisiva cooperación en la victoria. En la primera vuelta, los votos de Austria rompieron la enorme igualdad entre Graziano y Moratinos a favor del primero. Graziano obtuvo 77 sufragios por los 72 del exministro español. Los menos votados fueron el iraquí Abdul Latif Rashid, con seis, y el iraní Mohamed Said Noori, con dos.
Batalla norte-sur
Cuando los cuatro candidatos perdedores se retiraron, la contienda quedó reducida a un imprevisible duelo Brasil-España, que se convirtió en una batalla norte sur gracias a la estrategia de la delegación iberoamericana. Brasil pidió que se aplazara el voto final para reunir al Grupo Latinoamericano, y garantizar su cohesión. Hungría se opuso en nombre del bloque europeo, pero la presidencia consultó con el asesor legal y este autorizó una pausa de media hora para que todos los grupos regionales se reunieran.
Las intensas gestiones diplomáticas del equipo español, quien contó también con la presencia en directo de la ex vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, y con el apoyo telefónico del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no lograron cambiar de signo los dos o tres votos que hubieran dado la vuelta al resultado.
Al volver a la asamblea para el voto final, las sonrisas brasileiras presagiaban que la suerte estaba echada a favor de Graziano, quien se puso a escribir el discurso del vencedor mientras los delegados empezaban a depositar sus papeletas en las dos urnas de madera clara. Aunque el nuevo director general olvidó mencionar a sus rivales, la ministra española de Exteriores demostró elegancia en la derrota, pidió la palabra y felicitó a Graziano por su elección.
La lectura del resultado final es que los 191 Estados que forman parte de la FAO han optado por el continuismo de Graziano frente el mensaje de renovación radical lanzado por Moratinos. En los últimos 35 años, la FAO ha estado dirigida por países en vías de desarrollo, y elegir un director del primer mundo hubiera supuesto un cambio de paradigma. Brasil ha jugado con habilidad sus cartas comerciales y geopolíticas, y ha explotado su condición de gran potencia emergente, sobre todo como productor agrícola y exportador de biocombustibles. Pero, sobre todos los condicionantes, ha pesado el enorme prestigio internacional que mantiene Lula. Lo demostró la delegada de Suráfrica, al afirmar durante la reunión del G-77: "Si Graziano falla, iremos a Lula y le pediremos que lo arregle".
EL PAIS/EFE