ANA TERUEL
EL PAIS/AP
John Galliano ha esquivado esta tarde a la nube de periodistas congregados en el Tribunal Correccional de París, que hoy le juzga por injurias antisemitas, algunas de las cuales pudo ver medio mundo subidas a Internet por el diario The Sun. En el interior de los juzgados se han acreditado casi 100 periodistas, casi la mitad de ellos extranjeros. El exdiseñador de las firmas Christian Dior y de la homónima, John Galliano, ha entrado en la sala de vistas por una puerta lateral, y hoy escuchará los cargos que sobre él pesa. Se enfrenta a una pena de seis meses de cárcel y 25.000 euros de multa.
Sus abogados ya han declarado que alegará en su defensa su dependencia de las drogas y el alcohol. Esta es su primera aparición pública desde que declaró en una comisaría de París por la pelea de tinte antisemita que protagonizó en febrero en el café La Perle de París. En un vídeo difundido por The Sun se veía al exresponsable de los desfiles de moda femenina de la casa francesa, probablemente ebrio, soltándoles a dos chicas y a un chico sentados en una mesa contigua: "Personas como vosotros estaríais muertos. Vuestros padres y vuestras madres estarían gaseados".
Se rumorea que desde entonces Galliano se ha refugiado en una clínica de Arizona a la que acuden famosos para librarse de sus adicciones. Una nota interna de la casa Dior de diciembre de 2010, filtrada por la prensa francesa, revelaba que hacía años que la firma estaba al tanto del alcoholismo del creador y temía que la situación empeorara.
Cinco testigos acuden al juzgado para declarar y dos de ellos se espera, confirmarán ante el tribunal que escucharon declaraciones antisemitas por parte del diseñador. Los otros tres sin embargo testificarán, en principio, a favor de Galliano.
La casa Dior despidió al diseñador el pasado marzo por "comportamiento particularmente odioso". Galliano, de 50 años, nacido en Gibraltar, considerado por muchos un genio y por otros un diseñador excesivo y sobrevalorado, había sido contratado por Dior en 1997 por encargo particular de Bernard Arnault para revitalizar la marca y las ventas. Consiguió las dos cosas pero a costa de que la casa quedara ligada a las extravagancias de un diseñador que solía despedir sus desfiles -exitosos en su mayoría- vestido de astronauta, pirata, Napoleón o torero.