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domingo, 18 de septiembre de 2011

ECONOMIA

Brasil cuando las dudas empeñan el éxito

La primera ola de empresas españolas que izaron velas y partieron en busca de El Dorado iberoamericano empezó a finales de los años 90. Telefónica, Banco Santander y OHL —«La Pinta», «La Niña» y «La Santa María» de la nueva conquista—, abrieron el camino para que en 2007 un nuevo grupo de compañías atracara en puertos brasileños. Hoy son decenas las empresas españolas que apuestan fuerte en Brasil huyendo de los mercados famélicos en que se han convertido los tradicionales países desarrollados. En los últimos ocho años, la excolonia portuguesa se ha transformado de un país de favelas a sinónimo de crecimiento y desarrollo potente —a diferencia de su madre patria—, y para algunos buques de la economía de nuestro país ya representa hasta el 25% de sus beneficios. El Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 quieren servir de escaparate para demostrar a la comunidad internacional que Brasil ha despertado para siempre. Pero, ¿hasta cuándo puede el país que levantó Lula seguir creciendo a un ritmo superior al 5%?

El pasado 3 de agosto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntaba en su evaluación anual de la economía brasileña que esta presentaba «algunas señales de sobrecalentamiento»; un riesgo que no se puede permitir una de las nuevas locomotoras de la economía mundial. En 2010, por ejemplo, Brasil logró un crecimiento del 7,5% cuando un año antes su economía había decrecido hasta un 0,6%. Demasiada potencia puede volverse insostenible.

«Las dos grandes variables con las que uno intenta acercarse al sobrecalentamiento son la inflación y el déficit por cuenta corriente», recuerda José Juan Ruiz, director de estrategia del Banco Santander para América Latina. En pocas palabras, el sobrecalentamiento se entiende como un crecimiento más acelerado de la demanda que de la oferta. «Esto se traduce en un incremento de precios y en un desequilibrio externo, porque parte de la demanda tiene que venir del exterior», dice José Juan Ruiz.

Brasil, al igual que Colombia, Chile y Perú, se ha beneficiado de una alta inyección de capital extranjero como consecuencia de la incertidumbre que persiste en las economías desarrolladas. Además, la diversificación de sus relaciones comerciales con otros países emergentes como China e India ha desembocado en una alta demanda de materias primas, punto fuerte de esta región. El riesgo de estas dinámicas es que crean una presión sobre la tasa de cambio y disparan los precios relativos, con la consecuencia de que los servicios internos aumentan su precio. Estos factores se pueden llegar a traducir en inflación, en calentamiento.

Las cosas bien hechas

Con respecto a la economía brasileña, si bien es cierto que la inflación ha remontado en los últimos doce meses hasta el 7,23% en agosto, las predicciones del Banco Central de Brasil (BCB) auguran que la tasa comenzará a descender en el tercer trimestre. Las previsiones del regulador brasileño sitúan la inflación para este año en el 6,5% y del 4,5% a finales de 2012. «Si seguimos este indicador para decidir qué países de la región corren el riesgo de estar sobrecalentados, hay que mirar a Venezuela o Argentina, no a Brasil», dice el economista del Banco Santander.

Los expertos suelen coincidir en que el Gobierno de Lula, y ahora el de Dilma Rousseff, tomaron y están tomando las decisiones acertadas para aplacar el «impuesto contra los pobres». Mario Pezzini, director del centro de desarrollo de la OCDE, destaca que Iberoamérica «ha sido capaz de tener un crecimiento del 4,5% en 2011; por tanto, el desafío, más que el calentamiento, es dar continuidad a su crecimiento». Esto significa prolongarlo de manera autónoma y estable, la única receta para mantener en marcha programas de desarrollo social sostenibles. «Este es el énfasis para Sudamérica», dice Pezzini.

Entre 2002 y 2006, Brasil consiguió reducir la pobreza un 10%, del 38,2% al 29,6%, gracias a la implantación de exitosos programas sociales como la «Bolsa Familia». Según un informe del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (Ipea), a este ritmo el país iberoamericano conseguirá eliminar la miseria en el año 2016, y reducirá la pobreza hasta un 4%. En la región, durante la última década han escapado de la pobreza en torno a 65 millones de personas. «Una España y media», reflexiona Juan Ruiz.

Pero estas acertadas políticas sociales no se podrían mantener por mucho tiempo si la presión inflacionista no se controla. Hace quince días, el BCB decidió bajar los tipos de interés para controlar el calentamiento.

Blanca Moreno-Dodson, economista jefe del Banco Mundial en la gestión de reducción de pobreza, dice que el movimiento del regulador brasileño «no es extraño», ya que «todavía tenía tipos relativamente altos en comparación con otros países y las subidas recientes habían preocupado a sus empresarios».

Con la restricción de la política monetaria la idea del Gobierno de Rousseff es «mantener las altas tasas de crecimiento económico que viene registrando y también evitar una apreciación de su moneda», dice Moreno-Dodson.

Intereses ibéricos

Lo último que quieren los empresarios españoles es que la tierra del fútbol se recaliente. En 2010, Repsol Brasil llegó a un acuerdo con Sinopec para crear Repsol Sinopec, una de los mayores grupos energéticos privados de Iberoamérica, valorado en 17.777 millones de euros. La «joint venture» es la compañía extranjera líder en derechos de explotación en las cuencas de Santos, Campos y Espiritu Santo, unos recursos que se traducirán en 1.166 millones de barriles de petróleo. En carreteras, el grupo constructor OHL, a través de su filial en ese país, es líder en la construcción de autopistas en concesión, con 3.226 kilómetros gestionados por nueve sociedades. OHL Brasil cuenta con una plantilla de 5.376 empleados, el 24% del total de los trabajadores del grupo. En el sector de la energía, Iberdrola posee el 17% de la cuota del mercado de la electricidad, con 11,5 millones de clientes. En 2010, Brasil representó el 12% de los resultados obtenidos por la compañía. El banco que preside Emilio Botín consigue un 25% de sus beneficios a través de sus 24 millones de clientes y, Telefónica, que no logra reponerse en el mercado español, es ya el dueño de las comunicaciones brasileñas.

Las perspectivas para los inversores españoles no deberían cambiar, dice Moreno-Dodson. «Al contrario, las decisiones tomadas ofrecen confianza de que Brasil sabe ajustar sus políticas y dispone de margen para hacerlo». Y Europa, ¿sabrá hacerlo?

Cuidado con la «burbuja»