(EFE).- El expresidente de Estados Unidos George W. Bush evitó la
renuncia del director del FBI, Robert Mueller, al prometerle que
convertiría en legal un programa clandestino de escuchas a los estadounidenses,
algo que no hizo hasta años después.
Así lo indica el periodista del diario New York Times Tim Weiner
en su libro “Enemies: A History of the FBI”, que se publicará el 14 de
febrero en Estados Unidos y del que hoy adelantó algunos extractos el diario
Huffington Post.
El libro revela también que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por
su sigla en inglés) estuvo infiltrada entre 1993 y 2001 por agentes que
trabajaban para Cuba, China, Rusia y la organización terrorista Al Qaeda, y que
la agencia federal dirigió la invasión estadounidense de la República
Dominicana en 1965, que resultó en el regreso de Joaquín Balaguer a la
presidencia del país.
Además, el FBI reconstruyó los documentos y cintas relativos al caso
“Irán-contras”, después incluso de que la Casa Blanca hubiera destruido toda
prueba relacionada con la venta de armas a Irán y el desvío secreto de fondos a
la guerrilla antisandinista de Nicaragua en 1986 y 1987.
Weiner profundiza especialmente en la historia de la agencia después del 11
de septiembre de 2001, cuando Bush autorizó al FBI y la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA, por su sigla en inglés) a espiar las comunicaciones
telefónicas y electrónicas de ciudadanos estadounidenses sin el permiso
del tribunal especial que maneja esos casos.
Mueller se opuso tajantemente al programa por considerar que la Casa Blanca
“trataba de esquivar” la ley, y en marzo 2004 llegó a escribir una carta de
dimisión como director del FBI por este asunto, señala el libro.
Con el ultimátum de Mueller sobre la mesa, Bush le prometió en una reunión en
la Casa Blanca “que daría un sustento legal al programa”, incluso cuando el
fiscal general de EE.UU., John Ashcroft, se había negado el día anterior a
autorizarlo.
“La promesa de Bush no se cumplió de la noche a la mañana.
Pasaron años. Pero basándose en ella, Mueller y sus aliados retiraron sus
amenazas de dimitir. Bush mantuvo el secreto durante 20 meses más”, hasta que el
New York Times hizo público el programa en diciembre de 2005, escribe
Weiner.
Tanto Bush como Mueller “habían hecho un juramento, cuando asumieron su
puesto, de ejecutar fielmente las leyes de Estados Unidos. Sólo
uno mantuvo su juramento”, asegura el escritor.
El libro indica, además, que el exsubdirector del FBI Mark Felt no
fue el único “Garganta Profunda” en el famoso caso “Watergate” que
condujo a la dimisión del expresidente Richard Nixon, sino que hubo al menos
cinco de ellos.
Al terminar su jornada, Felt mantenía reuniones con otros cuatro altos cargos
de la agencia -Bob Kunkel, Charles Bates, Dick Long y Charles Nuzum- y algún
funcionario más de confianza, en las que conversaban sobre el desarrollo de la
red de espionaje político.
“Juntos tomaron una decisión consciente de filtrar la información a los
periódicos. Lo hicieron porque la Casa Blanca estaba obstruyendo la
investigación”, dijo a Weiner el exagente del FBI Paul Daly, según relata.
Durante la Guerra Fría, el FBI pudo infiltrar espías en “los más
altos niveles” de los gobiernos comunistas de Cuba, China y la Unión
Soviética, los cuales devolvieron la jugada en los años 90, durante la
presidencia de Bill Clinton.
El FBI invirtió entonces “más tiempo y energía” investigando la
supuesta infiltración de espías enviados por China en la Casa Blanca
“que en cualquier investigación de terrorismo”, en la década que precedió al
11-S y en la que, según el libro, operativos de Al Qaeda llegaron a filtrarse en
los despachos de la agencia federal.
La obra de Weiner sostiene también que bancos estadounidenses
hicieron lucrativos negocios con la Alemania nazi en los años 30, y que
los rumores sobre la homosexualidad del fundador del FBI, Edgar J. Hoover, son
“casi seguramente falsos”, al contrario de lo que sugiere la reciente película
de Clint Eastwood.