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jueves, 5 de abril de 2012

Benedicto XVI dice que la soberbia es la esencia del pecado

EFE).- Benedicto XVI celebró este Jueves Santo en la basílica de San Juan de Letrán, de Roma, la Misa de la Última Cena, durante la que lavó los pies a doce sacerdotes, aseguró que la soberbia es la “verdadera esencia del pecado” y advirtió contra el deseo del hombre de querer ser Dios.

Como Obispo de Roma, Joseph Ratzinger, de casi 85 años, conmemoró la Última Cena -en la que Jesús instituyó los sacramentos de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal- en su catedral, San Juan de Letrán, con una misa solemne en la que manifestó que cuando el hombre se pone contra Dios, se opone a su propia verdad y no llega a ser libre.

“La soberbia es la verdadera esencia del pecado. Pensamos que seremos libres y auténticamente nosotros sólo si seguimos exclusivamente nuestra voluntad y a Dios le vemos como el antagonista de nuestra libertad”, denunció el papa.

El Obispo de Roma añadió que el hombre cree que sólo será libre “cuando se libere de Dios”, pero subrayó que esa rebelión, que se ha dado a lo largo de la historia, “es la mentira de fondo que desnaturaliza la vida”.

“Cuando el hombre se pone contra Dios, se pone contra la propia verdad y, por tanto, no llega a ser libre, sino alienado de sí mismo. Únicamente somos libres si estamos unidos a Dios”, aseguró el papa teólogo.

Benedicto XVI dijo que el Jueves Santo no es sólo el día de la institución del sacramento de la Eucaristía, sino que también forma parte de esta jornada “la noche oscura del Monte de los Olivos, la soledad y el abandono de Jesús, que orando va al encuentro de la muerte”.

El pontífice destacó en la homilía que Jesús salió a orar por la noche y que la noche significa “falta de comunicación y situación en la que uno no ve al otro” y que es un símbolo de la “incomprensión, del ofuscamiento de la verdad.

“Es el espacio en el que el mal, que debe esconderse ante la luz, puede prosperar. La noche es símbolo de la muerte, de la pérdida definitiva de comunión y de vida. Jesús entra en la noche para superarla e inaugurar el nuevo día de Dios en la historia de la humanidad”, subrayó.

Benedicto XVI manifestó que Cristo experimentó la “angustia” ante el poder de la muerte y que en la “noche del mal” vio “toda la marea sucia de toda la mentira y de toda la infamia que le sobrevino”.
Durante la Misa, Benedicto XVI cumplió el ritual del lavatorio de pies. Imitando lo hecho por Jesús con sus apóstoles, lavó con agua los pies de doce presbíteros, resaltando que se trata de un gesto de caridad fraterna.

Por decisión suya, el dinero que se recogió durante la misa se destinará a los refugiados de Siria.
El prelado Giampietro Dal Toso, secretario del Consejo Pontificio Cor Unum, que se encarga de distribuir la caridad del papa, dijo hoy que Benedicto XVI ha querido tener un gesto de solidaridad hacia una población golpeada por un largo conflicto y que en estos momentos “lo que cuenta” es el sufrimiento de tantas personas obligadas a abandonar sus casas.

La Iglesia católica en Siria, precisó Dal Toso, está ofreciendo ayuda alimentaria y médica a las poblaciones de Homs y Alepo, ciudades afectada por el conflicto, que se han visto obligadas a huir.
Benedicto XVI ofició también este Jueves Santo, en la basílica de San Pedro del Vaticano, la Misa Crismal, que marca el comienzo del Triduo Pascual, en la que dijo que la situación actual de la Iglesia es muchas veces “dramática y reiteró el “no” al sacerdocio femenino.

El papa denunció la “desobediencia organizada” que propugnan unos 300 párrocos austríacos, que han puesto en marcha por Internet la iniciativa “Una llamada a la desobediencia”, con la que exigen reformas, como permitir el sacerdocio a las mujeres y a los hombres casados.

El Pontífice señaló que pretenden desobedecer cuestiones sobre la que Juan Pablo II ya declaró “de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto”.
Mañana, Viernes Santo, el Papa presidirá en el Vaticano la Pasión del Señor y por la noche acudirá al Coliseo de Roma, para el tradicional Vía Crucis