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viernes, 6 de abril de 2012

DEPORTES


Diego y Adrián juegan a otra cosa

Abusón como es, a Adrián no le hace falta nada más que un balón para definir un partido. Tiene el fútbol de barrio, la pillería y el remate oportuno. Y cuando lo conjuga, como ante el Hannover, monta cirios de arrea, de esos que descorchan vítores y aplausos. Recibió un pase interior de Diego y tras forcejear con el defensa, vivió del engaño. Hasta en tres ocasiones simuló el disparo, rompió otras tantas caderas y, en última instancia, aguardó a la intentona desesperada del portero para quebrarlo en lo que recordó —salvadas las distancias— al gol de Maradona al Madrid, cuando le hizo un traje a los madridistas Juan José y Agustín. Fue una red de museo con firma que valió el edén del Atlético en Europa, con nueve victorias consecutivas y ya en semifinales ante el Valencia. Pero también fue lo único de valor en un duelo insulso, solo aderezado por el gol postrero de Diouf y los nervios histéricos consiguientes; solo adornado por el tanto final de Falcao, la cura antiséptica.

Resulta que para este Atlético solo hay un paso del aperturismo al ostracismo, de enredar con el balón y liquidar al rival —el último duelo ante el Getafe—, a no jugar a nada, más allá de encerrarse en casa, aguardar las embestidas y cruzar los dedos en las contras ocasionales. Nada acorde con el discurso presumido de Simeone, donde instigaba a atacar sin temor a lo que aconteciera en la retaguardia, el Atlético se obsesionó con el retrovisor, reacio a desligarse. Fue de lo más tacaño, con seis hombres por detrás de la pelota, incapaz de dar carrete a los laterales en campo ajeno, de que uno de los dos mediocentros diera un paso al frente. Lo sufrió Diego, perdido en el césped, sin balones. No era un duelo de toque ni virguerías, sino de patadas y carreras. Así lo quiso el Hannover y así se lo concedió el Atlético. Pero Diego siempre tiene la última palabra.
Orgulloso y convencido de su manera de ser, el equipo alemán se expresó de la forma más diáfana, sin importarle las etiquetas de equipo rácano, falto de versiones o simplón. Entendió el contragolpe como argumento irrenunciable y se alimentó de los errores del rival en los pases horizontales para montarlos en un santiamén. También le valieron las jugadas a balón parado, donde Pander cobró protagonismo sin el éxito final. Y aunque primario, su fútbol puso en entredicho a la zaga rojiblanca, con una tiritona inusual, propia de tiempos pasados. Se estorbaron Godín y Filipe y a punto estuvo Konan Ya de crear un desaguisado; se durmió en los laureles Perea y Diouf no la cazó de chiripa. Mucho más de lo que hizo el Atlético en el primer acto, que solo pisó el área rival con el cuero controlado en una ocasión, cuando Koke se lió en el entuerto.
Torpe con la pelota entre los pies, el Atlético pareció el chico malo del patio de colegio, ese que se saca de encima y a toda prisa la pelota para pasar desapercibido y no recibir más mofas de las necesarias. No hubo toque y movimiento, tampoco ingenio ni intención. Poco ayudó que el Hannover abigarrara la medular y que instalara a uno de los pivotes en la zaga para restar espacios y líneas de pase a Diego, para que Adrián no tuviera su fútbol de entrelíneas.
Sin piernas para reventar el partido, el Hannover reculó en el segundo acto para seleccionar más las contras, al tiempo que el Atlético estiró las líneas y encontró a Diego, que pidió y repartió el balón, que le dio color a su equipo. Se resistía al fútbol chirimiri. Hasta que encontró a Adrián para que este la liara a lo grande.
Parecía todo visto para sentencia. Pero en otro error de la zaga, cuando Godín no acertó a despejar un saque de banda y el travieso Diouf mandó el cuero a la red. Nervios, más espacios y aún menos fútbol. Hasta que Adrián se la dio a Diego y este a Falcao, que de remate acrobático puso el punto final a la eliminatoria.
No tiene fútbol el Atlético pero sí genialidades. A punto de cerrar el curso, al equipo le queda definirse: si alcanza la Champions y tiene un nuevo título, o si todo se queda en agua de borrajas. Visto lo visto, casi todo depende de Diego, Adrián, Arda y Falcao.