Pocas veces un estreno en un cargo de una institución económica había resultado tan apabullante y drástico. Apenas dos semanas después de tomar las riendas del Banco de Japón, Harukiro Kuroda anunció el pasado jueves una de las mayores inyecciones monetarias que se recuerdan en la historia de los bancos centrales y que supone insuflar a la economía el equivalente al 30% del PIB en solo dos años. Con esta estrategia, el banco central de la tercera economía del mundo espera poner fin a más de 15 años de deflación y depresión económica, aunque para ello haya tenido que abrir la caja de pandora, con los riesgos —algunos desconocidos— que conlleva.
Arranca, así, la historia del nuevo Banco de Japón, como lo definen los analistas. El comité del banco central japonés ha apostado por una nueva fase de relajación monetaria, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. El objetivo es situar la inflación en el 2% cuanto antes, a más tardar en un plazo de dos años. Sólo como referencia, los precios cayeron en enero, en tasa interanual un 0,2% y excluidos los precios más volátiles de la energía y los alimentos, el descenso fue del 0,7%.
De esta forma, Kuroda ha hecho suya la estrategia que puso en marcha Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal estadounidense tras la caída de Lehman Brothers, en septiembre de 2008. Aunque quizás sería más apropiado decir que, en todo caso, se trata de un viaje de ida y vuelta puesto que Bernanke presume de haber estudiado en profundidad el papel de Koreikiyo Takahashi al frente del Ministerio de Finanzas de Japón entre 1931 y 1936, los años de la Gran Depresión, y cuyas medidas “salvaron brillantemente a Japón de la depresión mundial”, según el banquero estadounidense. La receta aplicada entonces sería, traducida a la actualidad, una combinación de estímulos fiscales, relajación cuantitativa y depreciación del tipo de cambio. Pero Bernanke, además, ha reconocido en varias intervenciones que su objetivo es evitar las consecuencias que una falta de decisión en la adopción de medidas o la retirada anticipada de los estímulos pueden tener sobre la economía, lo que le ha sucedido a Japón desde la década de los años 90 y que explican en buena medida la situación actual.Para alcanzar ese objetivo, el banco abandona la referencia de los tipos de interés —que ya están próximos a cero— como principal instrumento de su política y apuesta por duplicar la base monetaria, es decir, la suma del dinero en circulación en la economía y las reservas que las instituciones mantienen en el banco central. De esta forma espera que su volumen pasará de los 138 billones de yenes (1,08 billones de euros) de 2012 a 270 billones (2,13 billones de euros) a finales de 2014, lo que supondrá en torno al 55% del PIB de Japón.
Porque si algo ha puesto de manifiesto la actual crisis financiera es la limitación de los tipos de interés —que en la mayoría de los países desarrollados rondan el 0%— como instrumento de política monetaria y que ha forzado a los bancos centrales a optar por otras medidas de relajación para sacar a flote sus economías. Japón llevaba muchos años en esa situación y el nuevo plan va mucho más allá. Basta compararlo con lo que han hecho otros bancos centrales en este tiempo. Según los cálculos de Estefanía Ponte, de Cortal Consors, la Reserva Federal de EE UU ha aumentado su balance un 233% desde 2007, lo que situaba a finales de febrero la base monetaria de la Reserva en el equivalente a 2,11 billones de euros. Una cifra muy parecida a la meta que ahora se ha fijado Japón, sólo que EE UU tiene una economía tres veces mayor que la nipona y lo ha llevado a cabo en un plazo de cinco años frente a los dos que se ha marcado Tokio. Hablamos de una avalancha de liquidez de proporciones históricas.
“Kuroda lo ha hecho”, titulaban su informe los analistas del banco de inversión japonés Nomura, como reflejo de su propia sorpresa. “Nadie creía que Kuroda tendría el coraje de hacer lo que ha hecho”, admitía el multimillonario George Soros en una entrevista con la CNBC “Hay que dar un voto de confianza al Banco de Japón por su full monty de expansión monetaria”, señalaba Steen Jacobsen, economista jefe de Saxo Bank, en una nota a clientes.
El banco que dirigía hasta el pasado 19 de marzo Masaaki Shirakawa estaba más centrado en el correcto funcionamiento del mercado y en la disciplina fiscal, como explica Kiichi Murashima de Citi Research, temeroso de un rápido repunte de precios si la economía volvía a crecer de forma sostenida o de financiar los déficit del gobierno. Kuroda ha decidido dejar de lado los paños calientes y tomar de golpe, y en su primera reunión, todas las medidas necesarias para alcanzar su objetivo. Aunque para ello haya tenido que suspender la regla de los billetes, “inevitablemente”, según Yujiro Goto, de Nomura. Esa regla, implantada en 2001 por la entidad, obligaba a la autoridad monetaria a situar el total de las compras de bonos por debajo del volumen de billetes en circulación. Con la nueva oleada de compras agresivas de bonos esa regla deja de estar en vigor, temporalmente, según la entidad.
“Con la introducción de estas medidas, el Banco de Japón está siendo muy contundente para impulsar el crecimiento y lograr que la inflación se sitúe en el 2% lo antes posible”, asegura José Ramón Díez Guijarro, profesor de Entorno Económico de IE Business School. “No obstante, el Banco y en particular Kuroda se han plegado de lleno a la presión del Gobierno de [Shinzo] Abe en la primera oportunidad que han tenido para ello, menoscabando la independencia del banco central”, advierte.
Abe ganó las elecciones del pasado mes de diciembre con una decidida apuesta porla recuperación de la economía, con un plan basado tres pilares: estímulos fiscales, una política monetaria agresiva para lograr que la inflación se sitúe en el 2% y un plan de reformas estructurales. Es la Abeconomía, como lo denominan los analistas. Su plan le llevó incluso, a plantear acabar con la independencia del banco central, uno de los paradigmas económicos de las últimos décadas y por la que mantuvo un agrio enfrentamiento con el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, el pasado mes de enero. “Intencionadamente o no, con la intereferencia del gobierno en la política del banco central Japón puede desatar una guerra de divisas”, advertía entonces Weidmann.
Desde su llegada al gobierno Abe no ha ocultado su intención de propiciar una devaluación del yen con el objetivo de impulsar sus exportaciones, en directa competencia con sus vecinos de Corea del Sur y China. Entre enero de 2008 y el pasado mes de enero, las exportaciones japonesas han caído un 16,4%, según datos de Capital Economics. Eso puede cambiar radicalmente en los próximos meses ya que en lo que va de año el yen ha perdido un 11% de su valor y solo desde que se conoció el plan del Banco de Japón, la divisa ha retrocedido un 2,5%, hasta las 97,57 unidades por dólar y los 126,79 yenes por euro del cierre del pasado viernes.
Jeremy Hale, de Citi Research, calcula que el yen puede situarse en las 115 unidades por dólar a finales de 2014. Pero Hale advierte: “Claramente, esto dependerá en buena medida de lo que hagan otros bancos centrales, en concreto, la Reserva Federal, y de la evolución de los bonos a 10 años”. De lo que no cabe duda es que, dados los niveles actuales, para conseguir el objetivo del 2% de inflación, el yen debe depreciarse mucho más de lo que lo ha hecho hasta el momento. Y no está nada claro que el resto de las grandes potencias mundiales vayan a permitir a Japón semejante ventaja en un momento en el que el desapalancamiento interno de las economías industrializadas hace de las exportaciones el motor soñado de la recuperación.
“En esta semana en la que ha habido reuniones de varios bancos centrales, la principal conclusión es la inexistencia de cualquier tipo de coordinación en sus decisiones”, señala Díez Guijarro, del IE Business School. “Estas divergencias en la filosofía de los grandes bancos centrales van a tener, sin duda, efectos muy importantes en el comportamiento de los mercados financieros de los próximos años, tras décadas en las que existió una visión muy homogénea sobre el papel que deben jugar. Y ya veremos quién tiene razón”.
No falta quienes dudan de que, pese a la magnitud de las decisiones adoptadas, el Banco de Japón vaya a lograr su propósito inflacionista e incluso quienes advierten que incluso en el caso de tener éxito en su empeño “la inflación importada por la debilidad del yen puede dar al traste con la incipiente recuperación de la economía”, como advierten los analistas de Capital Economics.
En esa línea, Raymond Van Der Putten, de BNP Paribas, sostiene que la compra masiva de bonos “puede provocar burbujas especulativas en el mercado”, con las consecuencias de todos conocidas. Lo cierto es que hay pocos precedentes de una política monetaria tan agresiva y aplicada en tan poco tiempo y lo que temen los expertos es que “una vez que el genio salga de la lámpara veremos lo que pasa”, como sostiene Díez Guijarro.
ELPAIS