“Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad”, así lo expresó Benjamín Franklin, uno de los más celebres pensadores de Estados Unidos, cuando intentaba sustentar uno de los anhelos más grandes que el hombre y sus pueblos pueden tener: la independencia.
Este miércoles 4 de julio de 2013, los Estados Unidos celebran 237 años de la declaración de su independencia, fue aquel día de 1776 cuando este pueblo cambió para siempre su historia y dejó de ser una colonia de Inglaterra.
La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, leída solemnemente en Filadelfia,constituye todavía hoy uno de los textos más innovadores y trascendentes de la historia contemporánea. En él quedaron proclamados dos principios básicos que recogieron posteriormente los grandes textos sobre derechos fundamentales: “libertad e igualdad”.
De acuerdo con ello, los nuevos estados formaron una república, regida por un presidente y una asamblea o congreso, elegidos ambos por todos los habitantes mayores de edad. Se había instituido, pues, un régimen democrático, fijándose los derechos y deberes de gobernantes y gobernados en una ley fundamental o Constitución.
El destino de la nueva nación se libró en una guerra con Gran Bretaña que fue difícil para los estadounidenses durante los tres primeros años. Después, con la ayuda de franceses y españoles y conducidos por George Washington.
Antecedentes
Los británicos habían mantenido tradicionalmente buenas relaciones con las Trece Colonias que habían formado en la costa atlántica de América del Norte. Unas fueron fundadas directamente por la Corona o explotadas por empresas que comerciaban con productos tropicales, otras nacieron tras el establecimiento de colonos exiliados de la metrópoli por motivos políticos o religiosos. Todas gozaban de un grado aceptable de libertad, regidas por gobernadores de la ciudad, pero con asambleas o parlamentos que les aseguraban su autonomía.
En 1765 la historia cambió, el gobierno británico de Jorge III aumentó los impuestos, estableciendo primero un impuesto del timbre, sello que tenían que llevar los documentos jurídicos y que fue suprimido y después un impuesto sobre el té, que acabaría desencadenando la famosa “Revolución del té de Boston” o como se conoce en inglés: “Boston Tea Party”.
Ambos impuestos habían sido promulgados sin consultar a las colonias y Gran Bretaña trató de mantenerlos haciendo uso de la fuerza. En el puerto de Boston, un buque cargado de té fue saqueado por colonos disfrazados de pieles rojas. Los colonos, considerando que ambos impuestos eran abusivos, se reunieron en el Congreso de Filadelfia y proclamaron la Declaración de derechos (1774).
Cuando las relaciones entre Gran Bretaña y sus colonias en Norteamérica se volvieron más tensas, los colonos crearon un gabinete en la sombra en cada colonia, con un congreso continental y “comités de correspondencia” vinculaban.
Cuando había combates en abril de 1775, estos gabinetes en la sombra se encargaron de cada colonia y expulsaron a todos los funcionarios reales. El deseo de independencia aumentó rápidamente en respuesta a las acciones de Gran Bretaña y un panfleto denominado Common sense (‘sentido común’) publicado por Thomas Paine tuvo una gran resonancia, invitando a los colonos a conquistar la independencia.
Finalmente, lograron derrotar a su antigua metrópoli en Saratoga (1777) y Yorktown (1781). Dos años después se firmaba el Tratado de París por el que Gran Bretaña reconocía la independencia definitiva de los Estados Unidos.
Por: Noris Argotte Soto/ Departamento de Investigación/ Noticias24