Hay quien hace las maletas y emigra a otro país, quien las coge y regresa al suyo, están los que cogen sus tratos para regresar al hogar paterno y los que se buscan compañeros de piso. La crisis ha cambiado también el mapa de los hogares en España y en el último año se ha llevado por delante unos 80.000 como consecuencia de la pérdida de población y del reagrupamiento familiar. El tercer trimestre de este año ha acabado con un total de 17,391 millones de viviendas familiares, lo que supone una pérdida de 48.900 respecto al trimestre anterior y de 80.000 si se echa la vista al mismo septiembre de hace un año, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA).
La disminución de núcleos familiares adquiere la condición de anomalía en la serie estadística del INE: el número no deja de crecer desde al menos el primer trimestre de 2005 y solo sufre su primera bajada al final de la primera recesión de esta crisis, entre el último trimestre de 2009 y el primero de 2010. Después recuperó la senda de crecimiento hasta el final de 2012, cuando sufrió un pequeño descenso intertrimestral, pero el último, recogido por la EPA la semana pasada, es el mayor registrado.
“Todos conocemos a gente que ha vuelto a casa de sus padre porque ha perdido el trabajo y no puede mantenerse, pero también pesan todos esos hogares que no se han creado por los jóvenes que, por ejemplo, no tienen capacidad para emanciparse”, explica Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
El 53% de los menores de 25 años que buscan trabajo no lo encuentran y entre los 25 y los 29 esta tasa de desempleo se sitúa en el 33%. En global, casi el 26% de la población activa española no tiene forma de ganarse la vida y eso ha llevado a muchas familias o individuos con problemas para pagar su alquiler o su hipoteca a agruparse.
El número de hogares en los que la persona de referencia es una jubilada no ha dejado de crecer desde que comenzó la crisis y la tendencia de muchas personas a volver a casa de los padres se manifiesta cuando se observan los pensionistas que acogen a parados: la cifra se ha duplicado en lo que va de crisis. En concreto, las casas con un jubilado como persona de referencia sumaban 3,123 millones al acabar septiembre, 64.200 más que hace un año, y de estas había 313.800 en las que vivían uno o más parados, unas 22.000 más. En 2008 había menos de la mitad de familias en esta situación: 129.900.
El salto es formidable si se baja al detalle del número de desempleados que viven en hogares con jubilados como persona de referencia: hay 42.400 hogares con dos parados, lo que supone cuadruplicar los que había en el mismo trimestre de 2008, y 5.200 con más de tres desempleados, frente a los 2.700 de hace cinco años.
Los jubilados, en definitiva, se han convertido en una de las últimas redes de seguridad de los casi seis millones de parados que hay en España.
Las migraciones también han tenido que ver en esta contracción del número de hogares, ya que España registró en 2012 la primera caída de población desde al menos 1971, cuando comenzó la serie estadística del INE. Se perdieron 113.902 habitantes, un 0,2%. Al margen del saldo entre defunciones y nacimientos, el número de inmigrantes bajó un 2,3%, hasta los 5,1 millones, mientras que los españoles en el extranjero aumentaron un 6% en un año, hasta rozar los dos millones.
Menos consumidores implica menos demanda interna para la economía española, pero el efecto del reagrupamiento familiar sí es incierto, en opinión de José García Montalvo, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra. “La economía de escala que se logra cuando un parado se va a vivir a casa de sus padres, por ejemplo, implica menos gasto en vivienda, alquiler, etcétera, pero también le deja más renta disponible para otros tipos de bienes y servicios”, explica. Lo que sí se resiente, necesariamente, “son todos esos gastos que van relacionados con la vivienda”, apunta Laborda.
Montalvo considera que los números de la EPA sirven para observar la tendencia, pero advierte las cifras exactas, ya que no es una estadística especializada en medir hogares. Durante la época del auge económico, recuerda, la velocidad con la que aumentaba la creación de hogares —aumentaban en medio millón por año ayudados por la ola migratoria— sirvió para justificar el ansia constructora de viviendas y acallar las voces que alertaban sobre una posible burbuja inmobiliaria.