Por cantidad, calidad, poder de convocatoria, puesta en escena, sutileza y espectacularidad, el debut de Givenchy en Manhattan acomplejó, por no decir que humilló, a la Semana de la Moda de Nueva York.
La ciudad de los rascacielos lleva años clamando que lo suyo no es la Alta Costura, sino que es una alternativa a la pretensión europea y no se avergüenza de abrazar lo comercial.
Julia Roberts, Pedro Almodóvar, Kim Kardashian y Kanye West, Nicky Minaj y otros diseñadores como Alexander Wang, quisieron ver lo que era: más que un desfile, una master class.
Con una puesta en escena industrial y un concepto dramático, la casa Givenchy fundada en 1952, creó uno de los “looks” más imperecederos pues no hubo ningún guiño a la metrópolis, sino que apostó por un juego de superposiciones de tejidos, de etnias y de estilos al que solo un genio podía dar coherencia.
El erotismo no se sabe si fue explícito o inaccesible y la colección jugó a la ambigüedad pese a que prácticamente solo fue en blanco y negro.
Bajo los trajes de corte más estricto, Givenchy propuso transparencias, camisetas tres cuartos, togas al estilo griego, animal print y lo exótico.
Cuellos y corbatas de piel de serpiente para ellos en todo el cuerpo, incluida la cara, para una de ellas.
Fuente: EFE