Los mercados chinos registraron este lunes su enésimo batacazo anteuna nueva oleada de desconfianza de los inversores en la segunda economía mundial y la evolución de la moneda del país, el yuan. El Índice General de Shanghái cerró con pérdidas del 5,33% y se quedó a las puertas de bajar de umbral psicológico de los 3.000 puntos. Esta nueva caída se suma a las de la semana pasada, que ya se llevaron por delante las ganancias que el índice se anotó de media durante 2015. Shenzhen, que agrupa principalmente a las tecnológicas, se desplomó un 6,6%.
Este fin de semana se conoció que el índice de precios al productor cayó un 5,9% en diciembre, por lo que acumula un récord de 46 meses consecutivos de descensos. El dato aumenta los temores de un episodio de deflación en China que pueda contagiarse al resto del planeta.Ambos parqués abrieron la jornada ya en terreno negativo, con caídas de entre el 2% y el 3%, pero la tendencia se aceleró durante los últimos minutos de la sesión. Una vez más, los pequeños inversores chinos -que manejan la mayoría del volumen de negocios- empezaron a deshacerse de sus títulos al observar que la tendencia a la baja no se frenaba, lo que provocó la estampida.
Los inversores también mostraron su preocupación por el comportamiento de la moneda china, cuyo valor frente al dólar ha caído de forma progresiva en los últimos meses. Este lunes el Banco Popular de China (PBOC) frenó momentáneamente su caída y estableció su tasa de referencia de cambio en los 6,5626 yuanes por dólar, algo mayor que los 6,5636 yuanes del viernes. Pero los inversores, desconcertados al no saber qué planes tiene Pekín para su moneda a largo plazo, no percibieron el movimiento como una buena noticia.
La volatilidad en China tiñó de rojo otros mercados de la región. Sídney cedió un 1,17%, Seúl un 1,19% y Hong Kong, cuyo mercado de valores está parcialmente conectado con el de Shanghái, un 2,76%. La Bolsa de Tokio no operó este lunes por festivo local.
La semana pasada las Bolsas chinas fueron testigo de dos fuertes desplomes que hicieron resurgir los temores a un nuevo episodio como el del pasado verano, cuando la burbuja que se había estado alimentando durante meses finalmente estalló. Como entonces, las Bolsas mundiales se resintieron de los vaivenes del mercado de renta variable en China, que a pesar de no estar tan conectado como otros con la economía real del país, acrecentó las dudas sobre la salud de la segunda economía mundial.
Mediante varios cambios regulatorios y mensajes de calma, las autoridades parecían haber logrado apaciguar a los inversores, pero la jornada de hoy volvió a demostrar que las dudas -no solamente en torno a la economía china sino por la capacidad de las autoridades de gestionar los mercados- siguen presentes. En solamente seis sesiones, Shanghái se ha dejado un 17,3% de su valor y Shenzhen casi una cuarta parte él en comparación con el cierre de 2015.
También el petróleo ha comenzado la semana con retrocesos. En los primeros compases del día en Europa, el barril de Brent, la referencia en el mercado del crudo del Viejo Continente, ha seguido abaratándose al caer por debajo de los 33 dólares el barril. Vuelve a marcar un nuevo mínimo en más de 11 años, situándose en los niveles de cotización de abril de 2004.
El comienzo del año ha sido muy malo. En Wall Street no se recuerda uno peor. Solo en las sesiones que se celebraron hasta el pasado viernes, todos los parqués mundiales agregados se habían dejado un valor de cuatro billones de euros.
"El mercado está preocupado por la estabilidad financiera de China", afirman Matthew Sherwwod, jefe de la estrategia de inversión en Perpetual, una casa de inversión en Sidney, Australia, según recoge Bloomberg. "La gente también está nerviosa con las perspectivas económicas de China".
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