Las perspectivas económicas de los empresarios españoles se han vuelto a nublar. Desde fuera, llegan las noticiasdel hundimiento del precio del petróleo, las dudas sobre el crecimiento de los emergentes —especialmente China— y la posibilidad de un frenazo global de la demanda. Dentro de España, el proceso independentista catalán primero y el aparente bloqueo para formar Gobiernotras las últimas elecciones generalesdespués, han dado pie a una situación de inestabilidad política, una de las circunstancias que más asustan a los inversores.
Ante este escenario, la última edición del Barómetro de Empresas elaborado por Deloitte para Negocios —que se llevó a cabo entre finales de diciembre de 2015 y principios de enero de 2016— señala que, aunque se mantiene cierto optimismo empresarial sobre el futuro y los niveles de confianza registrados en la anterior edición (en julio del año pasado) se consolidan, la inquietud se agrava ante la falta de un Gobierno estable y las perspectivas de una travesía del desierto demasiado larga.
El cambio en las expectativas ha sido dramático. Antes del día de las elecciones, el 59% de las 294 empresas encuestadas afirmó creer que el resultado no tendría efectos significativos en la situación económica. Uno de cada cuatro pensaba que la situación salida de los comicios iba a empeorar las perspectivas económicas, mientras que un 10% consideraba que el efecto sería positivo.
Pero las Cortes que salieron de las urnas el 20-D no solo están mucho más fragmentadas que las salientes (con 13 partidos parlamentarios); la confusa negociación —o, más bien, falta de ella— que ha seguido a las elecciones, con declaraciones grandilocuentes, líneas rojas que dejan de serlo a las 24 horas y la negativa de los líderes de los dos partidos más votados (Rajoy en el PP y Pedro Sánchez en el PSOE) a someterse a la investidura sin que antes su rival haya sido derrotado dan la impresión de un país ingobernable. Cuando se volvió a preguntar a los empresarios, el 66% afirmó que esta situación tendrá efectos negativos en la economía, especialmente en la inversión y en la rentabilidad de las empresas. Por otro lado, solo uno de cada tres considera que la inestabilidad política tendrá efectos en el empleo y en la facturación de sus propias firmas.
Aunque el Barómetro no ha consultado las preferencias electorales de los encuestados, por primera vez desde que se disipó la euforia por la llegada del Partido Popular de Mariano Rajoy al Gobierno (en el segundo semestre de 2011) el porcentaje de empresarios cuya opinión del Ejecutivo es "buena o muy buena" es superior (35%) a los que creen que actúa "mal o muy mal" (27%). Y no es que los directivos tengan por sistema una buena opinión de Rajoy o de su gabinete: durante 2012 y 2013 (las fechas del rescate de la banca española y de la máxima extensión del paro) una mayoría de encuestados rechazó repetidamente la actuación del Gobierno.
El efecto de las elecciones generales contrasta con la relativa tranquilidad con la que el empresariado enfrenta la crisis política derivada del resultado de las elecciones catalanas de septiembre, la turbulenta negociación que le siguió —y que resultó en el nombramiento por sorpresa de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat— y el compromiso del nuevo Ejecutivo catalán de abrir un proceso independentista a medio plazo. Así, tres de cada cuatro empresarios encuestados (73%) cree que la actual situación catalana no tiene efectos significativos en su negocio, mientras que un 21% cree que tiene efectos negativos.
Paradójicamente, la opinión que tienen los empresarios catalanes de las consecuencias del proceso en sus negocios no es muy distinta que la de sus colegas del resto de España. Un 22% de las firmas catalanas encuestadas consideran que la situación política de la región tiene un efecto pernicioso sobre sus negocios, la cuarta comunidad autónoma con más votos negativos después de Madrid, Aragón y Canarias. Esta situación podría cambiar si el nuevo Gobierno catalán redobla sus esfuerzos para avanzar en el desafío soberanista, pero las últimas señales llegadas de Barcelona apuntan en la dirección contraria: en su primera entrevista, Puigdemont admitió "no tener fuerza suficiente" para la independencia, y el jueves la portavoz del Gobierno catalán, Neus Munté, reconoció que cualquier intento de independencia deberá volver a pasar por las urnas, al contrario que lo inicialmente proclamado por el Ejecutivo soberanista.
En todo caso, las primeras corrientes de inestabilidad han servido para agitar el optimismo empresarial. Si en julio de 2015 un 2% de los directivos pensaba que la situación económica iba a empeorar, seis meses después esa cifra ha pasado al 4%. No es un cambio impresionante, pero tampoco la economía real ha dado señales evidentes de deterioro. El PIB aumentó un 3,2% en 2015, el mejor año desde el inicio de la crisis. Y aunque el crecimiento se ha ralentizado en la segunda mitad del año, no es suficiente como para convencer a los directivos de que la crisis vuelve a estar en la puerta.
Tanto es así que, por ahora, los planes de futuro de los empresarios no se han visto modificados drásticamente. Si en julio del año pasado un 65% de los directivos pretendían aumentar la inversión, esa cifra se ha mantenido y hasta aumentado en esta edición: un 69%. A ese optimismo ayuda que, pese a la primera subida de tipos de interés de la Reserva Federal estadounidense en nueve años, el BCE ha anunciado a través de su presidente, Mario Draghi, que la política de inyecciones monetarias va a proseguir, por lo que el crédito seguirá siendo barato; y gracias a la lenta reordenación del sector bancario, algo más abundante.
Porque, ahora mismo, más que las idas y venidas de la política española, lo que sigue siendo relevante para el empresariado es el estado de otros factores, como la evolución del turismo internacional, del precio del petróleo o de los tipos de interés. Solo un 27% de los directivos encuestados considera que las medidas del Gobierno tienen un impacto importante en la economía del país. Evidentemente, esa proporción puede cambiar si el Ejecutivo que finalmente sale de las urnas adopta una posición más intervencionista con respecto a la economía en general y las empresas privadas en particular.
Y es que, a pesar de los nubarrones en el extranjero, para las empresas españolas lo que hay por ahora son buenas noticias. La debilidad del euro beneficia a las exportaciones (de hecho, más de la mitad de los directivos encuestados cree que las ventas en el extranjero van a aumentar) mientras el precio del petróleo bate récords negativos, una situación inesperada para los encuestados: menos de un 15% de ellos creía que el barril de Brent (el de referencia internacional) bajaría de los 40 dólares en los siguientes meses. Al cierre de esta edición, estaba a 35 dólares. La caída libre del petróleo ha sumergido a los países exportadores en una crisis que, en algunos casos, es grave. Algunos de ellos son grandes consumidores de productos españoles —como Brasil— u origen de turistas que eligen España como destino —como Rusia—. Sin embargo, el efecto positivo de la caída del crudo en una economía netamente dependiente de la energía extranjera como la española compensa todas estas deficiencias.
Como de costumbre, los empresarios ven mejor el futuro de la economía en general que el de sus respectivas áreas de negocio en particular. Si hace seis meses un 4% de los empresarios creían que las cosas iban a empeorar en su industria, en el último sondeo esa cifra ha pasado al 10%. Los más pesimistas son los sectores asegurador y turístico, pero aun así, muy poco: solo uno de cada cuatro encuestados espera que las cosas vayan a menos durante los próximos seis meses.
En el caso del sector turístico, quizás ese pesimismo venga de que la situación difícilmente puede ser mejor que la del segundo semestre de 2015. Tres de cada cuatro empresarios encuestados afirmaron que su negocio había mejorado durante los últimos seis meses. Y no les falta razón: en 2015, más de 68 millones de turistas visitaron España, un récord histórico, según el Informe Anual Frontur del Instituto de Estudios Turísticos. No solo es el euro barato: la persistente amenaza terrorista en los países del Mediterráneo ha reforzado el atractivo de España como destino turístico. No es de extrañar que un 99% de los encuestados crean que los ingresos por turismo van a crecer.
Mientras, tras años de pesimismo patológico consecuencia del pirotécnico estallido de la burbuja del ladrillo, el 86% de los empresarios del sector inmobiliario cree que la situación va a mejorar durante la primera mitad de 2016. La industria está notando ya un recalentamiento de la demanda que, aunque aún está lejos de las exageraciones del boom, sí permiten respirar a un sector que se veía a sí mismo cadáver.
Además de para el turismo, los últimos seis meses han sido muy buenos para los empresarios tecnológicos y del sector de los servicios y la consultoría. Por el contrario, solo un 10% de los directivos del sector primario consideran que su negocio ha mejorado y la mitad cree que ha ido a peor. Los negocios agropecuario, pesquero y minero están teniendo que enfrentar una caída de precios a nivel global por el frenazo de la demanda en los países emergentes, una mala situación reforzada por el fin de muchas ayudas públicas que hasta ahora le servían de sostén.EL PAIS