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lunes, 9 de mayo de 2016

Rusia vuelve a ser el enemigo número uno de EE UU

 El pentágono ha situado en sus documentos de seguridad que Rusia es la amenaza número uno a la seguridad nacional de Estados Unidos ya que Moscú nuevamente esta por delante de China, Irán, Corea del Norte o el terrorismo.
Para esté año 2017 Washington ha cuadruplicado el presupuesto de defensa con 3.400 millones de dólares que reforzarán la presencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
A continuación lea artículo completo:
En sus documentos de seguridad nacional, EE UU considera otra vez a Moscú como la principal amenaza para el país, por delante de China, Irán, Corea del Norte o el terrorismo
Como fracturas tectónicas, las líneas de conflicto potencial entre Rusia y Estados Unidos avanzan y son cada vez más nítidas. El Pentágono ha situado a Rusia como la amenaza número uno a la seguridad nacional de Estados Unidos. Por delante de China, Irán, Corea del Norte y el terrorismo.
No es una formalidad. Washington ha cuadruplicado el presupuesto de defensa para 2017 en Europa: 3.400 millones de dólares que reforzarán la presencia de la OTAN en los países bálticos, Hungría y Rumanía, con más armamento, incluidos carros de combate, y hasta 4.200 soldados que se unirán a los 7.000 desplegados.
Según EE UU, la Alianza podría enviar tropas adicionales, sin especificar número ni países, a la frontera rusa, y la revista Foreign Policy confirma la intención americana de guarnecer aún más la región en 2018.La Casa Blanca responde así a la ansiedad mostrada en Europa del Este, donde los presupuestos militares se han disparado desde 2014.
Rusia ha contestado que sumará tres divisiones a su frontera occidental. Un paso más en la militarización temida por sus vecinos europeos, que denuncian maniobras rusas junto a su territorio y la colocación de misiles defensivos que cubren parte del espacio aéreo europeo.
Jeffrey Mankoff, vicedirector del programa de Rusia y Eurasia del Center for Strategic and International Studies (CSIS), describe un problema orgánico de entendimiento. “En EE UU hay una percepción de que Rusia se ha embarcado en una política exterior más agresiva y se ha convertido un poder revisionista que intenta derribar el orden internacional pos-Guerra Fría”, explica a este diario. “En el lado ruso, hay una vieja percepción de que EE UU y sus aliados no han tenido en consideración los intereses de Rusia desde los años noventa, con la decisión de ampliar la OTAN, y continúan presionando los márgenes de seguridad de Rusia en lugares como Ucrania; y, al final, buscan derribar el Gobierno ruso”. Ucrania y Siria, según Mankoff, son “síntomas del problema”.
Este magma de pensamientos enfrentados salió a la luz en Ucrania. De las protestas que forzaron la huida del presidente, Víktor Yanukóvich, a la anexión rusa de Crimea y la guerra separatista en el este, las acusaciones entre Rusia y Occidente se ramifican hasta el infinito.

Provocaciones y tensiones crecientes

“La decisión rusa de anexionarse Crimea y respaldar la incursión en el este de Ucrania son las raíces de la actual crisis”, dice a El Confidencial William Pomeranz, vicedirector del Kennan Institute. Una crisis que recuerda al teatro militar europeo de hace décadas, con ejércitos sacando pecho en la frontera y aviones cruzando porciones de cielo que no les corresponde.
Este mes de abril, por ejemplo, ha sido rico en tensiones militares: los rusos interceptaron un avión de reconocimiento norteamericano en el Bálticoy dos cazas rusos pasaron a diez metros del destructor USS Donald Cook, como se ve en este vídeo. En junio, 13.000 soldados americanos y 12.000 de otros países de la OTAN harán maniobras militares en Polonia durante 11 días.
Pomeranz relaciona la política exterior de Rusia con sus dificultades internas. “Los problemas económicos son una importante consideración para Rusia, aunque no la han disuadido de llevar una política exterior agresiva. De hecho, Putin estaría enfatizando cuestiones de política exterior para distraer al pueblo ruso de sus dificultades económicas”.
Desde 2014, Rusia enfrenta una tormenta económica perfecta. Dependiente de las exportaciones de gas y petróleo en un 68%, su PIB ha sido golpeado por el hundimiento del precio del barril de crudo en los últimos dos años (un 70% hasta el pasado enero) y la subsiguiente devaluación del rublo. 400.000 millones de dólares han abandonado Rusia desde 2010 en fuga de capitales, según datos del Banco Central de Moscú, y las sanciones de EEUU y la Unión Europea, impuestas como castigo por la intervención rusa en Ucrania, contribuyen a la asfixia económica.
Como consecuencia, el PIB se contrajo un 3,7% en 2015, los salarios bajaron casi un 10%, los precios aumentaron un 12,9% y el índice de pobreza tocó máximos de los últimos diez años, afectando a una de cada siete personas.

Modernizar los arsenales

“En los últimos tres o cuatro años ha habido un mayor cuestionamiento del régimen de Putin, del contrato social basado en la estabilidad, los mayores ingresos y un mejor nivel de vida a cambio de ceder cierta libertad”, explica Jeffrey Mankoff. “Pero una vez la parte económica del trato ya no funciona, la gente parece estar más frustrada con el statu quo político. Entonces la política exterior más asertiva o agresiva es la manera que tiene Putin de promover el patriotismo, la lealtad, o como lo quieras llamar. Se trata de una pérdida de legitimidad”.
Pese a la maltrecha economía y el empeoramiento del nivel de vida, el presidente de Rusia lleva dos años cultivando una ambiciosa agenda exterior, especialmente en Siria y Ucrania. Y disfrutando, a la vez, de una popularidad nacional sin paragón en otros países industrializados. Según el centro independiente Levada, el 82% de los rusos aprueba la gestión de Vladimir Putin.
El apartado más sombrío es el nuclear: ambos países se disponen a modernizar sus arsenales y no faltan, una vez más, las acusaciones mutuas. “La mayor preocupación hoy en día es que, aunque el riesgo de una confrontación nuclear sigue siendo bajo, los dos bandos se vean animados a gastar recursos significativos en modernizar sus arsenales nucleares”, declara William Pomeranz. “Desde la perspectiva de Rusia, podría ser mejor destinar el gasto a mejorar la economía, pero puede decidir, de nuevo, comprar armas en lugar de mantequilla”.
“En general, estoy menos preocupado por los peligros nucleares de Rusia y EEUU, pero hay un desafío a largo plazo”, dice Jeffrey Mankoff. “Parte de este proceso de modernización está creando armas nucleares más pequeñas, lo que potencialmente las hace parecer más utilizables. Si se desarrollan, se parecerían más a herramientas reales que podrían ser usadas en el campo de batalla, más que como disuasión”.
Rusia ya no es la Unión Soviética. Su presupuesto militar tocó los máximos de la última década en 2015: 54.000 millones de dólares. Menos que el de China, Reino Unido y Francia, y 11 veces menor que el de Estados Unidos. Pero el abismo de percepciones sigue intacto.
Con información de El Confidencial