Es el momento de Maria Sharapova. La número seis del mundo, una competidora intensísima, ha ganado 6-4 y 6-3 en semifinales a la alemana Lisicki y buscará el título de Wimbledon contra la checa Kvitova. La rusa logró su primer grande en Wimbledon 2004. A la vuelta de tantos años, puede volver a conseguir la corona porque ha sabido aguardar su momento. Son tiempos turbulentos en el tenis femenino. Las hermanas Williams, lastradas por las lesiones, apenas juegan. La belga Clijsters está lesionada. Londres espera a una tenista capaz de pescar en río revuelto. A alguien que quiera imponerse a un cuadro sin jerarquías. Sharapova puede ser esa campeona, aunque para ello tendrá que vérselas con Kvitova, ya semifinalista en 2010, zurda y de brutal golpeo, para muchos, además, la favorita.
"Es increíble volver a la final de Wimbledon", dijo la rusa tras despedirse emocionada de la pista central, que le vio superada en el inicio del encuentro. "Fue duro. Tenía expectativas realistas, porque llevaba años sin pasar de la cuarta ronda, pero ahora no me siento satisfecha", cerró la exnúmero uno, que construyó su victoria desde sus contundentes restos.
Sharapova, semifinalista en Roland Garros hace un mes, conquistó su último grande en el Abierto de Australia 2008. Desde entonces, ha sufrido operaciones en el hombro, problemas en el saque y una serie de resultados que nunca han estado a la altura de su deseo competitivo, insaciable y voraz, como demuestra su lucha constante, lo que se le indigestan las derrotas y su voluntad de combatir por encima del caudal de su juego o de su estado de forma. Londres le da una nueva oportunidad de asentar su nombre en los libros de historia. Aunque parezca una vieja veterana, solo tiene 24 años.
Sus grandes éxitos, sin embargo, ya son lejanos. Es el momento de que se reivindique como una tenista de presente.
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