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lunes, 23 de enero de 2012

El capitán del ‘Concordia’ se revuelve contra la naviera


Un loco, un fanfarrón, un mentiroso, un cobarde… ¿Qué no se ha dicho ya del capitán del Costa Concordia? Desde las profundidades insondables de su desprestigio profesional y humano, Francesco Schettino pretende subir a la superficie con un cuchillo entre los dientes. Durante su declaración ante el juez, acusa a los dueños del buque, la poderosa naviera Costa Cruceros, de estar en el ajo de la maniobra que, el pasado viernes 13 de enero, provocó el naufragio de 4.200 personas frente a la isla toscana de Giglio: “La reverencia [el acercamiento del buque a la costa] suele ser una maniobra habitual. De hecho, había sido planificada para la semana anterior, pero no se pudo llevar a cabo por el mal tiempo. Es una maniobra publicitaria. La hacíamos en Giglio y también en Capri”.
Sus palabras son, de facto, una declaración de guerra, una respuesta de animal herido a las afirmaciones del consejero delegado de Costa Cruceros, Pier Luigi Foschi, quien intenta salvar el prestigio de la compañía atribuyendo a Schettino toda la responsabilidad del naufragio. “La maniobra”, declaró Foschi a este periódico el pasado viernes, “fue una iniciativa autónoma del capitán. Y no solo eso: actuó de forma contraria a lo que se le comunicó a los turistas. Costa Cruceros distribuye unos folletos con toda la información del día. Si vamos al 13 de enero, pone que la nave iba a pasar a las 21.30 a una distancia de cinco millas de la isla de Giglio y que se podría ver por la izquierda. Pero el capitán hizo otra cosa y no nos informó”.
Ante el juez, Schettino da los nombres de otros capitanes de Costa Cruceros que habitualmente ejecutan la maniobra, incluso señala a un tal Garbarino como un figura en tales acrobacias… Hasta se mandaban correos electrónicos contándose las peripecias. Pero hay más —y muy importantes— puntos de discrepancia. El capitán Schettino sostiene que solo unos minutos después de la colisión se puso en contacto con el responsable de operaciones marinas de Costa Cruceros, Roberto Ferrarini, le contó lo sucedido, lo mantuvo siempre al tanto, pactó la maniobra de acercamiento a la costa con él y, finalmente, le pidió un remolcador y helicópteros para ayudar en la evacuación. El armador Foschi asegura, en cambio, que hasta una hora después del impacto con el escollo —“creo que fue a las 22.30 o después”— los responsables de la naviera no fueron informados de la gravedad del asunto.
¿Habrá que esperar entonces a lo que diga la siempre imparcial caja negra? No exactamente… A preguntas del fiscal y del juez que instruyen la causa, el capitán Schettino admitió: “Quiero ser honestos con ustedes, hasta el final. Desde hacía 15 días, nos habíamos dado cuenta a bordo de que se había roto el back-up del sistema VDR y habíamos pedido al inspector que lo arreglara. Pero esto no había sucedido…”. Las discrepancias entre capitán y naviera también afectan a la evacuación del buque. El consejero delegado de Costa Cruceros admitió que “hubo retrasos importantes en tomar decisiones” pero salvó a la tripulación para culpar, de nuevo, al capitán Schettino: “Hoy sabemos que los miembros de la tripulación dieron informaciones falsas, pero ellos no lo sabían en aquel momento. No dijeron mentiras. Recibieron mentiras…”. Schettino, el villano oficial de esta historia, tiene lógicamente otra versión: “Esperé a dar la orden de evacuación porque primero tenía que saber si el barco podía seguir a flote. Un comandante tiene que manejar los tiempos. Porque si hay un capitán que ordena que todos los tripulantes se tiren al mar y luego la nave sigue a flote, ¿qué hacemos?”.Ya antes de que el capitán Schettino se sintiera abandonado y les pusiera la proa, la naviera Costa Cruceros sabía que tenía un problema difícil de manejar, más costoso incluso que el económico: el de la credibilidad.
 La terrible imagen del barco hundido justo a la isla de Giglio —atracción ya de cientos de turistas que cruzan por 10 euros desde Porto Santo Stefano— es difícil de contrarrestar. Pero también el hecho de que los servicios de rescate siguen recuperando cadáveres —ya van 13—, aún no se sabe a ciencia cierta cuántas personas continúan desaparecidas e incluso un jefe de Protección Civil acaba de insinuar que en el Costa Concordia viajaban inmigrantes sin papeles… La estrategia de culpar al capitán es discutible porque, a fin de cuentas, ¿quién contrató a Schettino y puso en sus manos la vida de 4.000 personas? Ante el juez, el orgulloso marino solo baja la cabeza cuando se pregunta: “Tendré que convivir toda la vida con esos muertos, ¿cómo se hace eso?”.

EL PAIS