La Royal Society británica advirtió del riesgo de aplicar los últimos avances de la neurociencia a la guerra del futuro, y ha pedido a los Gobiernos que hagan esfuerzos para prohibir muchos de los nuevos agentes químicos.
En un informe esta prestigiosa sociedad científica enumera a las armas, entre las que figuran agentes químicos paralizantes y otras sustancias que actúan directamente sobre el sistema nervioso central o periférico.
Muchas de ellas, alerta la Royal Society, aún no están reguladas por ningún tratado internacional.
Es por ello que pide a los firmantes de la Convención sobre Armas Químicas queincluyan nuevos agentes químicos entre las sustancias prohibidas en su próxima revisión en 2013.
El marco legal actual restringe la creación de agentes químicos paralizantes pero, según la Royal Society, existe "cierta ambigüedad en los tratados de prohibición de armas químicas que, bajo algunas interpretaciones, dan un margen a su desarrollo".
¿Cómo serían las guerras del futuro?
Nuevas técnicas de estimulación cerebral mediante fármacos u ondas aumentarían la eficiencia de los soldados sobre el terreno y la velocidad con la que aprenden tareas.
Algunos otros logros, más propios de la ciencia ficción, permitirían la comunicación de las máquinas con el cerebro de los soldados gracias a sistemas de interfaces neuronales, unos implantes que conectan el sistema nervioso con un ordenador que interpreta las ondas cerebrales y las traduce en acciones.
Según la Royal Society, con esta tecnología se podría, entre otras tareas, controlar los sistemas militares a distancia y mejorar la rehabilitación física de los soldados.
Gracias al análisis del cerebro con técnicas de neuroimagen se podrían tener en cuenta nuevas variables en el reclutamiento de soldados, como su velocidad de aprendizaje o el nivel de riesgo que son capaces de asumir, y elegir así a los mejores para cada tarea.
Otros estudios, en este caso impulsados por Estados Unidos, investigan el uso del ultrasonido como una forma de interferir en el cerebro, un campo que según la Royal Society tendría "importantes aplicaciones terapéuticas", pero también podría utilizarse con el objetivo de perjudicar la actividad cerebral.
EFE