Treinta años de profesión, el último de ellos con las secuelas del terremoto y posterior tsunami de Japón, han llevado al arquitecto Shoichi Haryu a imaginar una ciudad como una "isla flotante sobre la tierra". "No quiero retocar el terreno. Alterar la naturaleza puede causar muchos muertos", afirma.
Invitado por la Fundación Japón y tras visitar Roma, Shoichi Haryu presenta hoy en Madrid su proyecto de reconstrucción urbanística de la zona de Yuriage (en la prefectura japonesa de Miyagi), en el marco de unas jornadas en torno al desastre de hace un año.
Este proyecto se basa en el "concepto de retocar lo mínimo el terreno donde se construye", y se compone de diez "islas" o zonas, las mismas que constituían Yuriage antes del seísmo.
Haryu propone agrupar todas aquellas actividades y equipamientos que una persona necesita para su vida diaria: las escuelas, las viviendas, los comercios, incluso las residencias de ancianos.
"La influencia de la vida estadounidense hizo que la familia se individualizara en Japón, con menos contacto, pero este tsunami ha arrasado estos valores porque hace falta más que nunca la convivencia entre vecinos. Estos lazos hacen que las personas se sostengan entre sí", afirma el arquitecto.
El planteamiento de Haryu -que ya lo experimentó hace años en el diseño de una residencia de ancianos- parte de una cimentación flotante de hormigón y sobre ella una ciudad construida fundamentalmente en madera, que quedaría a una altura de siete metros sobre el suelo (la ola destructora alcanzó los seis metros en esa zona).
La plataforma de hormigón se sostendría por pilares de un metro y medio o dos de diámetro, bien afianzados en la roca del subsuelo.
Los diez "distritos" se comunicarían por puentes, bajo los cuales circularían todas las conducciones eléctricas o de gas necesarias para el funcionamiento de la ciudad, prosigue este arquitecto.
Haryu explica que en el terremoto de hace un año muchas casas aguantaron por las exigentes medidas de construcción contra seísmos, pero lo que se resquebrajó fue el terreno en el que se asentaban: se cimentó modificando los desniveles y moviendo tierra de un lugar a otro para crear superficies lisas.
Este veterano profesional -que firmó el estadio de Miyagi con motivo del Mundial de Fútbol de 2002- lamenta que durante años en Japón "se ha copiado inapropiadamente el modelo constructivo europeo y occidental". Reconoce, no obstante: "la responsabilidad la tenemos todos".
Y es que, la arquitectura tradicional japonesa se basaba en una cimentación mínima, que se adaptaba a través de pilotes o columnas a las alteraciones geográficas. Era una construcción casi "provisional" y pensada para volver a ser levantada rápidamente en caso de desastre natural, ya que se utilizaba madera, bambú y papel.
Haryu ha presentado su iniciativa al alcalde de Yuriage, aunque en esta zona se está implantando un proyecto de diques, que el arquitecto no comparte en absoluto, porque la ola gigante aumenta su fuerza al chocar con la pared de contención, observa.
"Debemos aprender de los ejemplos, y en la zona de las islas, el tsunami tuvo menos impacto", advierte el arquitecto que también explica el caso de Venecia: "los canales para distribuir el agua del mar amortiguaban la llegada de la ola".
En este sentido, concluye: "Venecia no intentó controlar la naturaleza; ha convivido con ella, pero debido al efecto invernadero ha subido el nivel del mar. Para salvarla habría que enfriar la Tierra", o bien, convocar un concurso internacional para desarrollar una solución técnica en la se involucre todo el mundo.