“Los mexicanos no somos dueños de nada”, sentencia Simón González, taxista de 48 años, esta mañana de miércoles. Apenas doce horas después de que el Senado aprobara la apertura del sector de los hidrocarburos a las empresas privadas nacionales y extrajeras, a algunos ya les había vencido el pesimismo. “Los que mandan son ellos, una ya qué le puede hacer”, se preguntaba Emilio Sánchez al frente de su puesto de tacos.
“El petróleo es de los mexicanos” es la frase que más se repite en la calle. La dicen los partidarios de la reforma, que sostienen que el oro negro no cambia de manos, y los detractores, que ven en el fin de 75 años de nacionalización del sector la puesta en venta de un bien nacional.
El politólogo Agustín Basave cree que aunque se puede argumentar que a la hora de la verdad “el petróleo solo benefició a la burocracia corrupta de la estatal Pemex o a los políticos saqueadores, tanto el petróleo como la petrolera son símbolos muy importantes que estaban arraigados en el alma nacional como un símbolo de soberanía, por eso puede haber ese ánimo casi de luto”.
Así se sentía Carmen Rodríguez, de 88 años, que advierte que ella se interesa por su “patria” y se informa, pero que no es ninguna “autoridad” en la materia. “Si los extranjeros que vinieran fueran solo inversionistas sería magnífico, pero se van a sentir dueños absolutos. El petróleo tiene que ser de la nación, no puedes dar concesiones. Gracias a Dios que lo recuperamos en el 38 con (el expresidente) Lázaro Cárdenas, pero ahora todos están dando palos de ciego. Están hecho bola. ¡Qué lástima!”, dice antes de seguir con su paseo.
La noticia enciende los ánimos de algunos pero en la calle unos están más enterados que otros. En una gasolinera de Pemex del centro de la ciudad, tres de los empleados aseguraron no saber qué es la reforma energética. “Yo no sé de eso”, confesó Daniela García, de 35 años y con siete en la empresa. Los otros dos trabajadores prefirieron no dar su nombre.
Enterado sí dijo estar el limpiabotas Eduardo Pérez, de 53 años, que cree que “los políticos quieren ganar dinero y poder vendiéndole el petróleo al extranjero porque están seis años y se van. Les vamos a dar nuestro petróleo y nos lo van a regresar mucho más caro. Quedará lo de siempre: el pueblo pagador”.
A unas manzanas, en el Centro Cultural Artesanal Cooperativo 782, unos jóvenes pintaron hacen unos meses un mural sobre una pared: “A 75 años, Pemex no se vende, se defiende”. Luis Langarica, de 57 años y colaborador del centro, posa esta mañana frente a la pintada: “Lo hicieron para que haya memoria histórica de lo que se hizo el 18 de marzo de 1938. Para que las nuevas generaciones lo recuerden. El petróleo es la columna vertebral de la economía del país, si se privatiza el dinero se irá”. Y auguraba un futuro muy negro: “Conocemos la voracidad de las empresas extranjeras. Imagínese si nos acaban el petróleo el sacrificio que tendremos que hacer para conseguirlo”.
A algunos, por el contrario, la reforma les parece beneficiosa para el país y no sienten nada parecido a la pena. “¿Pero quién ha recibido un cheque del petróleo?”, se pregunta Arturo Peña, trabajador de la construcción de 56 años, mientras toma un café en la terraza de una cafetería con Rodolfo Ochoa, de 53 años, que comparte la misma opinión: “Es algo beneficioso porque el Gobierno nunca ha manejado bien las empresas. Sí es nuestro petróleo, pero si debajo de su casa uno encuentra un yacimiento de oro y no lo sabe sacar, ganará más dinero si viene alguien de fuera que sí sepa qué hacer”.
El debate político, con la aprobación de la reforma en el Senado con los votos del gobernante PRI, del Partido Verde y de Acción Nacional –derecha-, está más claro que el de la calle y parece ya visto para sentencia.“Van a vender Pemex, dicen que son concesiones pero al rato verán como Brasil o un país europeo dirá que son dueños de Pemex. Así ha sido con todo. Siempre”, sentencia el taxista José Ramírez
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