Las reticencias de Francia e Italia amenazan la recuperación en la UE
Hasta Mario Draghi, el siempre prudente presidente del Banco Central Europeo (BCE) ha empezado a lanzar advertencias sobre la fragilidad de la recuperación en la zona euro. «Estamos perdiendo la ocasión» dijo la semana pasada en la comisión de Asuntos Económicos del Parlamento europeo. Pablo Zalba, eurodiputado popular, que es uno de los miembros de esa comisión y que escuchó en directo el mensaje de alarma de Draghi, es de los que creen que el problema no es la Unión Europea «sino los estados miembros más importantes que no hacen nada. Y no me refiero solamente a Francia e Italia, que están aplazando constantemente las reformas estructurales, sino también Alemania, que hace siete años que no ha cambiado nada» y se comporta como si el modelo que tanto éxito le ha dado en los años de crisis fuera a durar para siempre, pero no ha resistido la desaceleración en las economías emergentes.
La Comisión Europea es consciente de que la recuperación de la economía pende de un hilo, pero, para colmo de males, el equipo saliente del presidente José Manuel Barroso está trabajando apenas como un ejecutivo en funciones, mientras los funcionarios esperan la llegada el 1 de noviembre –si todo va bien– del nuevo equipo capitaneado por Jean-Claude Juncker.
Michel Aglieta, célebre economista francés, profesor de la Escuela Superior de Comercio y especialista en la economía financiera globalizada, asegura que las cosas deberían empezar a mejorar a partir del próximo diciembre, cuando los bancos europeos hayan pasado las pruebas de resistencia, ya que, por ahora y a pesar de la reciente intervención del BCE inundando otra vez el sistema financiero de dinero fresco, el crédito sigue sin fluir.
Pero el elemento esencial a su juicio de los problemas de la economía europea es que «el BCE es en estos momentos el único autor económico con una visión europea de conjunto» pero no tiene el poder que se corresponde con lo que debería ser un gobierno europeo. «A diferencia de los países, que se limitan a pensar exclusivamente en sus propios intereses, una moneda es un elemento de cohesión, es un bien social, y necesita un grado de soberanía del que el euro carece. Hace falta una soberanía europea esencial ligada a la moneda». La autoridad europea para imponer una disciplina presupuestaria y para llevar a cabo las reformas es todavía muy endeble y se asocia en esta crisis a una supuesta voluntad por parte de Alemania de hacer pagar a los demás los sacrificios que ellos llevaron a cabo hace una década. Pero es evidente que los países que se han visto sometidos a la presión de la «troika» y de un programa total, como Irlanda, o una asistencia financiera parcial como España, están logrando índices de crecimiento muy esperanzadores.
Reformas y más reformas
El propio Draghi ya había dicho en el mismo discurso ante la comisión parlamentaria que la política monetaria que pueda llevar a cabo el BCE «no servirá de nada si no va acompañada por reformas estructurales». España es constantemente citada como ejemplo de éxito porque ha sido capaz de poner en marcha un eficaz paquete de reformas en medio de un ambiente de restricción fiscal y ahora es el país que más crece en la zona euro. Sin embargo, su economía es dependiente de sus vecinos, especialmente de Francia, por lo que esas perspectivas optimistas podrían llegar a oscurecerse si los gobiernos de París y Roma no aciertan con las recetas reformistas.
De paso por Bruselas, el nuevo ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, reconocía el pasado miércoles que «Francia e Italia tienen una responsabilidad importante» en la atmósfera de incertidumbre que se ha instalado en la economía europea, pero su gobierno, así como el de Italia (ambos socialistas) apuestan principalmente en la puesta en marcha del plan de inversiones de 300.000 millones de euros del que habla todo el mundo, empezando por el nuevo presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, pero nadie sabe exactamente de dónde va a salir el dinero. Simultáneamente, pero sin dar señales de que tenga prisa para ello, Macron está preparando un programa de reformas en Francia (que España ya presentó hace dos años a la Comisión) para convencer a Bruselas de que le conceda un nuevo plazo para alcanzar los objetivos de reducción de déficit. Italia no tiene problemas de déficit, pero su economía está retrocediendo a niveles desconocidos desde el fin de la II Guerra Mundial porque a causa de su anquilosamiento está perdiendo competitividad.
Hasta la Comisión se ha dado cuenta de que son más importantes las reformas para ganar competitividad que la consolidación presupuestaria. Pero Aglieta avisa que no sirve cualquier receta para recuperar competitividad: «hacerlo con una bajada de salarios es una trampa, porque en un principio mejora la competitividad relativa, pero impide mejorar las técnicas de producción de las empresas». Es decir, poner en marcha reformas de verdad. La receta está clara para todos. Falta que Francia e Italia la apliqueb,ABC