La premisa es inequívoca. Para merecer su nombre, la recuperación debe serlo de los millones de empleos destruidos en la peor crisis económica en medio siglo. El último país avanzado en ganarse este reconocimiento ha sido Estados Unidos, origen del descalabro financiero, Y lo ha hecho a lo grande, con el mayor crecimiento de la ocupación en década y media, según se supo este viernes.
El impulso del mercado laboral estadounidense, que franquea una meta ya alcanzada antes por Alemania o Reino Unido, permite concluir también que 2014 fue el año en el que los países avanzados recobraron el nivel de empleo previo a la crisis. Y eso a pesar de que la zona euro aún está a medio camino. O a que países del sur de Europa, como Grecia, España o Italia, apenas empezaron a sumar ocupados el año pasado.
La disparidad reina a la salida de la crisis. “El punto de partida es importante. En países como España o Irlanda, se juntó la crisis global con la explosión de una burbuja en esas economías”, señala Raymond Torres, economista jefe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Solo en EE UU se perdieron más puestos de trabajo (9,4 millones frente a 3,8 millones) que en España, pero la incidencia relativa en la primera economía mundial fue mucho menor: se destruyó un 7% del empleo, mientras en España la ocupación menguó más del 18%. Y la depresión griega se ha llevado por delante un 25% del trabajo en el país heleno.
Con datos comparables (hasta el tercer trimestre de 2014), Norteamérica, la Unión Europea y Japón rondan otra vez los 500 millones de empleos, compensando así los 24,6 millones de puestos de trabajo perdidos en la crisis. Pero si Alemania tardó menos de un año en recuperarse del impacto laboral de la Gran Recesión de 2008, Italia tiene ahora el mayor nivel de desempleo en cuatro décadas. Y empezó a crear empleo en 2014, como España o Grecia, que apenas recorren un 10% del camino hacia la recuperación.
Sara de la Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco, coincide con la última explicación de Torres: “Las políticas laborales son importantes”. “Generalizar es peligroso, pero sí creo que las diferencias institucionales han hecho que el resultado en los niveles de empleo sea distinto cuando la crisis comienza a remitir”, apunta.“Las respuestas a la crisis han sido distintas”, prosigue el experto de la OIT, “en Estados Unidos, se siguieron políticas que llevaron a la depreciación del dólar, el aumento de la inversión pública y a una expansión monetaria”. Para Torres, los caminos se bifurcan en 2010, cuando “los países europeos con crisis internas operaron en un entorno restrictivo”, marcado por la austeridad presupuestaria y la debilidad de la intervención monetaria. “Hasta que una nueva dirección se hizo cargo del Banco Central Europeo, la estrategia europea tuvo consecuencias negativas para el empleo”, dice.
La catedrática opone la experiencia alemana a la española. “Alemania dispone de la posibilidad de recurrir a una reducción de jornada en momentos de baja actividad y compensar la pérdida de poder adquisitivo del trabajador con subsidios de desempleo. En 2009, en el momento más crítico de la crisis, más de un millón y medio de trabajadores se redujeron la jornada”, recuerda De la Rica. “El PIB cayó un 5%, pero la tasa de desempleo alemana no superó el 10%”, concluye.
El contraste es notable. “En España no se ajusta por la cantidad de horas trabajadas, sino por la cantidad de trabajadores temporales contratados. Y así, el desempleo aumenta muchísimo en situaciones recesivas”, añade la catedrática. Con una caída de actividad inferior a la alemana, se alcanzó el 20% de desempleo. “Con la reforma laboral de 2012, se han dado pasos adecuados para aumentar la flexibilidad interna, pero se dieron conjuntamente con medidas que han facilitado el despido”, acota De la Rica. Eso y los ajustes presupuestarios llevaron a la tasa de paro a rebasar el 25%.
Miguel Jiménez, economista jefe para Europa del servicio de estudios de BBVA, cree “muy difícil extrapolar el modelo alemán”. “Su modelo de reparto es efectivo porque el país tiene una amplia base industrial. Y en las grandes compañías, hay una importante colaboración entre sindicatos y empresarios”, matiza Jiménez.
El experto de BBVA Research diferencia también lo ocurrido en mercados anglosajones, donde el ajuste en salarios y despidos es muy rápido, y la respuesta a un aumento de la demanda, como el inducido por “políticas monetarias más agresivas y ajustes fiscales mucho más paulatinos”, también. Jiménez destaca “aspectos positivos” del cóctel de “contracción salarial y reformas del mercado del trabajo” ingerido por varias economías europeas. “En España, Portugal o incluso Grecia, se ha empezado a crear empleo con tasas de crecimiento bajas”, subraya.
Como ya quedó dicho, la generalización ante realidades tan diversas es un ejercicio de riesgo. Pero Raymond Torres, de la OIT, sí aprecia una viga maestra en la nueva normalidad que se esboza: “Incluso en países con poco paro, como Alemania, los salarios crecen menos que la productividad. Es un fenómeno casi global, que contribuye al aumento de la desigualdad”. Un desafío que dirá mucho del futuro más próximo de las sociedades occidentales.EL PAIS